Hasta hace un mes, para muchos argentinos (al menos para una parte de
ese 51 por ciento que votó a Cambiemos) el país vivía uno de los
períodos más oscuros de su historia: una dictadura estalinista,
fascista, hitleriana, totalitaria, chavista, que socavó las
instituciones y la democracia. Sin embargo, los últimos doce años
constituyen el período más democrático de Argentina. A contramano de la
historia, todas las voces fueron toleradas y las autoridades nacionales
fueron sometidas a una devastadora crítica de los medios de comunicación
y de una parte de la ciudadanía. La tolerancia ante las críticas fue
total. Otro aspecto importante es que no se reprimieron las protestas
sociales, lo que representó mucho en un país en el que la represión se
llevó muchísimas vidas. Desde que asumió Néstor Kirchner, una de sus
banderas fue no usar los garrotes ni las balas de goma. Al tener en
cuenta, al menos, estos dos derechos cruciales, hasta el 9 de diciembre
de 2015 hubo libertades que fueron ejercidas plenamente.
El hecho de que ese período haya sido juzgado como no democrático por
algunos se opone a la definición de la democracia que sustenta al
liberalismo. Joseph Schumpeter brinda una definición mínima y
procedimental de democracia, como una competencia periódica por el voto
del pueblo. Para Schumpeter, este modus procedendi es un indicador de si
un país es democrático o no. Desde este punto de vista, la Argentina
debe ser considerada una democracia: hubo elecciones periódicas en las
que las elites políticas compitieron libremente.
Los gobiernos kirchneristas dejaron, como todo gobierno, deudas
pendientes, por lo que sería cínico valorarlos positivamente por la sola
práctica de este modus procedendi. Sin embargo, durante doce años, con
todas las contradicciones habidas y por haber, se fue fortaleciendo la
liberal democracia. Según Giovanni Sartori (1997), la liberal democracia
intenta conciliar las lógicas de la democracia (igualdad) con las del
liberalismo (libertad). Desde 2003, muchas leyes, medidas y decretos
presidenciales intentaron fortalecer las libertades y la igualdad. El
memorioso las recordará. No hace falta ser Funes para tener un poco de
memoria.
En un artículo publicado en este diario el 30 de diciembre se citan
ideas del filósofo italiano Giorgio Agamben, quien critica el proyecto
del gobierno francés de François Hollande, que, entre otras cosas,
propone el Estado de Emergencia mediante una reforma constitucional.
Agamben señala los problemas que trae al Estado de Derecho gobernar en
Estado de Emergencia, pues provoca miedo generalizado, despolitización
de los ciudadanos y renuncia a toda certeza de derecho.
Teniendo en cuenta que el actual Gobierno argentino no convocará a
sesiones extraordinarias del Congreso y que administra desde el 10 de
diciembre mediante decretos de necesidad y urgencia, cabría preguntarse
si no se está asistiendo a un Estado de Emergencia, con el slogan de la
lucha contra la inseguridad y el narcotráfico. A lo que se suma la
implementación de medidas regresivas para racionalizar la economía
nacional.
La libertad puede dar lugar a una disyuntiva: o se hace un uso activo
de la libertad o se busca algún tipo de sumisión en la que el individuo
se sienta protegido. La segunda opción, el miedo a la libertad, llevó a
horrores como el fascismo durante el siglo XX. De acuerdo con el
resultado de las últimas elecciones, la sociedad argentina parece estar
dividida en dos mitades. Un interrogante abierto es si una de esas dos
mitades (la del 49 por ciento), o, al menos gran parte de ella, quiso
seguir haciendo uso de su libertad, sin miedo, y luchando por una mayor
liberal democracia, buscando mayores libertades e igualdad, mientras que
la otra mitad (la del 51 por ciento), o parte de ella, tuvo miedo a la
libertad y prefirió la sumisión. Y, entonces, lo que quizá sentimos
muchos del 49 por ciento que no votó a Cambiemos es un miedo en este
caso no a la libertad, sino más bien a todo lo contrario: un miedo al
Estado de Emergencia permanente con el que está gobernando la gestión
actual desde que asumió el 10 de diciembre (así lo ratifican los
principales referentes del Gobierno día a día: ellos gobernarán mediante
decretos y DNU, por lo menos hasta marzo, sin convocar a sesiones
extraordinarias del Congreso). Más allá de que sea aventurado decir
mucho sobre un Gobierno que asumió hace un mes, ya se puede tener la
sensación de que está generando un Estado de Emergencia.
* Doctor en Ciencias Sociales; docente en UBA y en la Universidad Nacional de Moreno.
vìa:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-290026-2016-01-11.html
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