Antonio Torres
Desde Andalucía, no lo podemos obviar, el cambio comprende desmantelar las bases militares y la salida de la OTAN
Después de 29 años del referéndum sobre la permanencia del Estado español en la OTAN, se vuelve a recuperar, aunque tímidamente, el debate sobre dicha institución militar internacional. A ello han contribuido varios factores: desde el punto de vista más mediático, podemos señalar el fichaje para las candidaturas de Podemos del ex Jefe del Estado Mayor y la Defensa (JEMAD), José Julio Rodríguez, este fichaje ha ido acompañado por parte de Podemos de la renuncia en su programa de cara a las próximas elecciones generales al referéndum sobre la permanencia del Estado español en la OTAN, así como de unas declaraciones de su secretario de organización, Sergio Pascual, en las que sostenía que Podemos mantendría los convenios vigentes y firmados por el Estado español, en referencia a la existencia de bases militares norteamericanas, concretamente en Andalucía (enlace).
No podemos olvidarnos de que el Estado español, y Andalucía, han sido escenario de las maniobras “Trident Juncture” de la OTAN, consideradas como el mayor despliegue militar de la Alianza tras el final de la denominada “Guerra Fría”. Por otro lado, la situación en Siria, sobre todo después de los atentados del 13 de noviembre en París y la posible intervención militar en el terreno, han vuelto a poner sobre la mesa, aunque no como nos gustaría, el debate sobre la pertenencia del Estado español a esta alianza militar internacional.
Desde el conjunto diverso y amplio que compone lo que podríamos llamar como “izquierda rupturista” en el Estado español, siempre se ha contemplado la salida de la OTAN como un elemento programático democrático básico. La pertenencia a la OTAN implicaba, y sigue implicando, una alineación con una serie de intereses calificados en todo momento como de imperialistas, principalmente con los intereses de la gran oligarquía imperialista norteamericana, y como una clara limitación a la soberanía nacional, para la izquierda estatalista, de la soberanía del Estado español, y para las izquierdas soberanistas, de la soberanía de las diferentes naciones que forman el Estado español. En uno o en otro caso, se entiende por esta “izquierda rupturista” que la pertenencia a la OTAN limita y obstruye la democracia, incluso en su concepción formal y burguesa: limitación de los parlamentos nacionales, imposición de deberes militares, injerencias externas, etc.
Sin embargo, si en algo se está pareciendo tristemente la llamada “nueva política” a la “vieja” es en la despolitización de los programas electorales, es decir, en un practicismo con el que se quiere llegar a un difuso “centro” en el que se sitúa la gran mayoría de la población, que, supuestamente no estaría nada interesada en la salida de la OTAN. Ganar ese “centro” se ha convertido en una verdadera obsesión para algunos, que han limitado los elementos programáticos de la ruptura democrática a una simple redistribución de rentas y a un listado de medidas sobre transparencia en las instituciones del régimen español del 78. “¿Salir de la OTAN?, ¿para qué?, nadie quiere eso excepto la vieja izquierda perdedora de siempre”, pensarán algunos, como cuando Carolina Bescansa dijo aquello de que el aborto no era un tema prioritario porque no “es un tema que construya potencia política de transformación “. Igualmente, podemos considerar que para la dirección de Podemos la lucha por la neutralidad y la no alineación y por el desmantelamiento de las bases militares no es un tema que construya esa abstracta, difusa y cada vez más y más limitada “potencialidad política de transformación”. Puede que en esas ansias por ganar, la dirección de Podemos haya pasado por alto el hecho de que incluso sus limitadas propuestas de “transformación” sean imposibles de llevar a cabo dentro de los marcos institucionales establecidos, entre ellos, la OTAN.
La OTAN, el brazo político-militar de los imperialistas
Nacida el 4 de abril de 1949 en Washington, la OTAN fue concebida como un instrumento militar para frenar la expansión del “enemigo comunista” fundamentalmente en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial y el consiguiente reforzamiento político y militar a escala internacional de la Unión Soviética y el surgimiento de las llamadas “democracias populares” en el Este de Europa.
Durante la llamada “Guerra Fría”, la OTAN coordinó toda una red de operaciones secretas en la Europa occidental con el fin de evitar cualquier influencia social o electoral de partidos comunistas y organizaciones progresistas y antiimperialistas. La CIA a través de la OTAN creó la llamada “Red Gladio”, grupos paramilitares que se encargarían, fundamentalmente en Italia, de mantener la llamada “estrategia de la tensión” con la que justificar en un momento dado cualquier deriva autoritaria. Junto a “Gladio” también se desarrollarían las redes “Stay Behind” encargadas específicamente de que ninguna opción izquierdista llegara al poder en la Europa occidental. Italia sobre todo, pero también otros países europeos, sufrirían toda una serie de atentados brutales, ataques de “bandera falsa”, con cientos de muertos, siendo los atentados de la Piazza Fontana de Milán, el 12 de diciembre de 1969, o el de la estación de trenes de Bolonia, el 2 de agosto de 1980, los más sanguinarios y los más significativos de todas ese redes que implicaban a servicios secretos, militares, misteriosas organizaciones armadas, grupos fascistas, políticos o grandes hombres de negocios.
Tras el fin de la “Guerra Fría”, la OTAN intervino de diferentes maneras en las guerras que tuvieron lugar en la antigua Yugoslavia, el caso más paradigmático fue la campaña de bombardeos aéreos contra Serbia, en 1999, que se cobró numerosas víctimas civiles y destrozó las infraestructuras fundamentales del país balcánico. En esa ocasión, como posteriormente en Afganistán, Irak, Libia o, ahora mismo en Siria, y de alguna manera también en Ucrania, la OTAN ha encubierto sus intervenciones, ocultando su verdadera naturaleza. Con las intervenciones en la antigua Yugoslavia, se abrió el periodo de las llamadas “intervenciones humanitarias”, por las cuales, los grandes medios de comunicación globales relataban los supuestos sufrimientos de tal o cual pueblo desvalido a manos de un tirano, en aquel caso Slovodan Milosevic, dibujado con trazos de una inhumanidad ilimitada, creando el caldo de cultivo favorable en la opinión pública para que los Estados Unidos y sus aliados intervinieran en defensa de la “democracia y los derechos humanos”. Con esta retórica, se justificaban la rapiña y el saqueo de los pueblos y su sometimiento a los dictados de los imperialistas occidentales.
Pareja a las “intervenciones humanitarias” se encuentra, desde el 11 de septiembre del 2011, la “guerra contra el terrorismo”, en la que un enemigo fantasmagórico, llámese Al Qaeda o actualmente el Estado Islámico, generalmente alimentado de una u otra manera por el propio imperialismo occidental, acecha en cualquier lugar y debe ser neutralizado.
La OTAN y el cambio que necesitamos
A estas alturas, la palabra “cambio” se asemeja a un trozo de plastilina manipulada por un grupo de alumnos de infantil: que no tiene forma.
“Cambio”, “regeneración democrática”, o incluso “revolución democrática” son palabras intercambiables en un puzzle dialéctico que no se termina de componer o que está continuamente en composición. En este sentido, resultan más que acertadas las palabras del historiador Emmanuel Rodríguez recientemente expuestas en un artículo que incidiendo en lo irónico de la situación da en el clavo certeramente: “¿Se acuerdan de aquel partido antirrégimen que durante unos meses subió como la espuma por su desparpajo y radicalidad, y dicho sea de paso por la resaca de un 15M que ya no se sabe dónde está? Compárenlo con el Podemos que hoy defiende solemnemente la permanencia de España en la OTAN, los compromisos de Estado; en pocas palabras, la continuidad con lo que hay.
Como si de una desbrozadora se tratase Podemos no ha dejado de trabajar para su contrario. Lo último es aquello de que no hay mayoría social para un proceso constituyente. ¿Acaso antes existía esta mayoría? ¿No fue el trabajo para que la hubiera lo que abrió las puertas a Podemos?” (enlace).
El cambio de discurso sobre la OTAN, o sobre otros asuntos, es consecuencia de una nula visión política que pretende ganar sin transformar. Ni que decir tiene que esta táctica “ganadora” está condenada al fracaso: ganar por ganar es la más clara forma de perder. El verdadero potencial transformador que un momento dado pudo tener Podemos ha sido arrojado por la borda, siendo una fuerza política más de las que dicen apostar por un “cambio sensato” y “con sentido de Estado” en el mercadillo electoral del próximo 20 de diciembre. En realidad, hay una clara renuncia al cambio, a la transformación, motivado por una profunda desconfianza en la organización y la lucha popular, como vehículo del cambio, como proceso en el que las conciencias avanzan. Ganar, al fin y al cabo, es crear movimiento y poder popular.
Llama la atención en ese proceso de cambio, del programa presentado a las Europeas de mayo del 2014 al presentado para las próximas elecciones de diciembre, algunos hechos. En marzo de este año, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advertía a Podemos, concretamente a Pablo Iglesias, sobre lo inapropiado de una salida del Estado español de la OTAN: “El hecho de que España sea de la OTAN hace más fuerte a España y también a la misma OTAN.
Tenemos la idea de la protección mutua, por lo que es bueno para la seguridad de España y la de todos los aliados”, decía Stoltenberg, junto a él, el ministro español de exteriores, García-Margallo remataba la faena: “El sitio de España es Occidente, no el este ni el Caribe” (enlace).
También en marzo se daría la reunión entre Iglesias, aunque días antes de las declaraciones de Stoltenberg, y el embajador norteamericano en el Estado español, James Costos, a iniciativa de este último. Al respecto, también debería ser tenido en cuenta el encuentro entre Zapatero, Bono, Errejón e Iglesias, un encuentro que tuvo lugar en diciembre del 2014 y del que no se supo nada hasta finales de enero de este año. No es ninguna alocada “teoría de la conspiración” suponer que en todos esos encuentros y, en otros más de los que seguro no tenemos constancia, cuestiones como la OTAN y el compromiso con ella de un futuro gobierno español en manos de Podemos se habrían tratado entre otros temas (Grecia, Latinoamérica, la deuda, el euro, la situación catalana, nacionalizaciones, etc.); recordemos que por esas fechas, Podemos estaba pujante en las encuestas. De hecho, no pocas informaciones han vinculado el fichaje del ex JEMAD Julio Rodríguez por parte de Podemos con Rodríguez Zapatero y su equipo (Bernardino León, Miguel Ángel Moratinos y el propio José Bono), (enlace).
El atlantismo de Julio Rodríguez es indudable, no es un militar díscolo, al contrario. Rodríguez fue Presidente del Proyecto de Reabastecimiento en Vuelo de la OTAN, recibió formación militar en Gran Bretaña y Estados Unidos, pero sobre todo, es su papel crucial, debido a su puesto de Jefe de Estado Mayor de la Defensa, en la campaña de bombardeos a Libia por parte de la OTAN lo que le ponen fuera de toda duda o fuera de cualquier posible veleidad “antiimperialista” o “progresista”. Confirma todo lo dich el informe filtrado por Wikileaks de la embajada norteamericana en Madrid, en el que se calificaba su nombramiento en 2008 como “positivo”, destacando su perfil pronorteamericano y de “adalid de las acciones conjuntas” (enlace).
¿Se puede aspirar a una “revolución democrática” dentro de los marcos institucionales establecidos? Lo ocurrido en Grecia viene a responder a esta pregunta claramente y sin ambigüedades. Es más, a pesar de las claras renuncias programáticas de Podemos, tenemos ya elementos para poner en duda que ese programa, insistimos, con todas sus renuncias, pueda ser llevado a la práctica dentro de los marcos institucionales establecidos. En todo ese entramado institucional, la OTAN es una pieza clave.
En lo que Andalucía se refiere, la pertenencia a la OTAN y la existencia en nuestro suelo de dos bases militares norteamericanas, la británica de Gibraltar, y todo el conjunto de instalaciones militares del Ejército español, tiene unas consecuencias muy claras. La combinación de subdesarrollo y dependencia junto con la situación geostratégica de Andalucía da como resultado no solo la imposición de unos roles económicos determinados, sino también un papel en lo militar para el imperialismo occidental.
Debido al papel asignado económicamente a Andalucía, las bases militares se convierten en una importante fuente de ingresos para las localidades donde se ubican, el caso más conocido es el de Rota, y menos, pero también, el de Morón. Igualmente, en otras localidades andaluzas existe una dependencia económica de las bases militares españolas. En dichas localidades, toda fuente de ingresos que no sean las bases militares o tienen un papel secundario o directamente están condenadas al fracaso. En definitiva, toda esta dependencia económica del militarismo implica una mentalidad más proclive a valorar positivamente al Ejército español y a otros ejércitos estacionados en nuestra tierra; en un país condenado a la marginación, lo militar es una salida laboral. En este sentido, también se tenderá a valorar positivamente una institución militar internacional como la OTAN y sus intervenciones.
Podemos concluir que nuestra pertenencia a la OTAN incide en la situación de subdesarrollo y dependencia de Andalucía, y por supuesto, afecta a nuestro derecho a la paz y la seguridad, enturbia nuestras relaciones con los pueblos del Mahgreb y Oriente Medio, y supone una continua agresión a nuestro medio ambiente.
Desde Andalucía, no lo podemos obviar, el cambio comprende desmantelar las bases militares y la salida de la OTAN. Cambio es soberanía nacional para construir el poder popular andaluz.
Antonio Torres para A Jierro 24 Horas
Texto completo en: http://www.lahaine.org/la-otan-y-las-proximas
Vìa: http://www.lahaine.org/est_espanol.php/la-otan-y-las-proximas
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