miércoles, 28 de octubre de 2015
Sociedad-Indignado: La unificación financiera del mundo ...Adolfo Gilly y Rhina Roux
Hemos entrado en una nueva época del capitalismo o, en otras palabras, de la relación capital-trabajo-naturaleza como la dominante en la civilización global que define el modo de existencia de las sociedades humanas en el siglo XXI.
No podemos abordar su descripción, investigación y leyes de movimiento como si se tratara de la implantación, sobre relaciones sociales preexistentes, de un modelo económico o de un conjunto de políticas públicas denominadas neoliberales, en el mismo sentido en que a mediados del siglo XX se podía hablar de políticas keynesianas dentro de los marcos de la organización y de las relaciones entonces existentes en los Estados y sociedades capitalistas.
Se trata de una forma nueva de la relación humana de dominación y subordinación: la dominación universal del mundo y el mando de las finanzas –el capital financiero global– sobre las sociedades y las economías cualesquiera sean sus diversas culturas, formas y grados de organización y desarrollo; los diferentes capitales y productos; las relaciones con la naturaleza; los sistemas políticos y estatales; las configuraciones heredadas y actuales de esas sociedades.
Todas las otras formas de existencia y reproducción del capital y las otras relaciones subsistentes por supuesto no desaparecen. Quedan subordinadas a la forma financiera y subsumidas en su dominación planetaria, todavía en expansión. Ésta domina, modifica y subordina las sociedades y las vidas humanas, sus relaciones internas y externas, sus modos de vivir, de esperar y de imaginar, sus relaciones con la naturaleza, el planeta y el universo como realidad dada, pensable y alcanzable.
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Vivimos un mundo nuevo, turbulento y expansivo, pero no un mundo feliz. Pleno de conflictos y sujeto a amenazas sin precedentes sobre su existencia misma, y pleno de desdichas por la destrucción de antiguas costumbres, solidaridades, seguridades y rutinas; este mundo se presenta también como una promesa de disfrute –hoy negado– de sus fantásticos descubrimientos, invenciones y posibilidades de goce ya presentes.
En el mismo tiempo y momento de tal visión y tentación, en apariencia alcanzable, ella se alza ante la inmensa mayoría de los 7 mil millones de seres humanos como la negación y la privación de esa plenitud de vida y disfrute. Una inmensa humanidad está ante la destrucción o la degradación de sus mundos de la vida, su herencia material: tierras, aguas, aire, caminos, ciudades, pueblos, barrios, bosques, vida vegetal y animal; y su herencia inmaterial civilizatoria de relaciones humanas: solidaridades, culturas, creencias y afectos.
A esta nueva gran transformación la denominamos la unificación financiera del mundo: una sola dominación (fragmentada ella misma) sobre todas las demás inmediatas y existentes, y por necesidad mediada por ellas; un mando universal y abstracto –cósico, según los términos de Bolívar Echeverría– sobre todos los demás mandos, un mando inasible, despótico y material sobre las sociedades humanas.
Se trata de un mando dividido por desgarramientos y conflictos violentos entre quienes lo detentan, las diferentes fracciones (nacionales y territoriales) de las finanzas y sus ejércitos; y ejercido por reducidas élites del dinero y del poder, dueñas de armas que por primera vez vuelven pensable y posible la destrucción de la especie humana y de otras múltiples formas de la vida sobre el planeta.
Una sola dominación, pero dividida por intereses contrarios e inconciliables; ejercida sobre una sola humanidad, pero desgarrada por creencias e intereses, naciones y etnias, despojos y migraciones. De ese curso universal de nuestros días y de su expresión en la sociedad y el Estado en México tratan los siete ensayos trabajados en colaboración y reunidos en este libro: El tiempo del despojo.
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En este proceso de unificación bajo el mando universal de las finanzas anotamos también la obligada, paulatina y turbulenta conformación de un nuevo sujeto histórico, el trabajador mundial:
El trabajador mundial en formación va adquiriendo y refinando, en duras luchas por su afirmación y existencia, una nueva sutileza en la creación de inéditas formas de costumbres en común, conocimientos compartidos, organización, solidaridad, resistencia y rebelión.
La rebelión de las mujeres contra la dominación masculina, con rasgos diferentes según sociedades y culturas pero perfil similar en cuanto estado de protesta e insumisión creciente y generalizada contra el estado de cosas existente es parte de este proceso; y en casos o momentos específicos es, también, el rasgo dominante.
El trabajador mundial en tanto humanidad unificada no es una utopía. Es un proceso secular propio de esta civilización. Está en formación en las grandes e incontenibles migraciones y en las maravillas científicas y tecnológicas, mientras al mismo tiempo el planeta bordea la catástrofe bélica y la destrucción ecológica. (...) Para percibirlo basta abrir la ventana, recorrer los caminos y aguzar la mirada y los sentidos.
Al final del escrito inicial de este volumen registramos:
Nada fue fácil antes, nada lo será mañana. Venimos del gran desastre universal del fin del siglo XX, el que consolidó e hizo más feroces a los nuevos y a los antiguos ricos de la tierra, el que engendró también las nuevas furias de los antiguos y los modernos condenados de la tierra.
La opresión creciente; los pactos y complicidades entre los poderosos y sus gobiernos; el despojo de legítimos derechos y bienes materiales y espirituales; la destrucción de la naturaleza, nuestra casa común en el planeta; la memoria de los antepasados oprimidos; la imaginación y el deseo del disfrute ya posible y hoy negado, invitan y convocan a organizarse en autonomía y libertad.
Hay un tiempo para la ira y un tiempo para la esperanza. La ira conduce a indignarse, a organizarse y a separar los oprimidos de los opresores cualesquiera sean sus colores, sus promesas o sus vestimentas. La ira exige razonar y organizarse en justicia, libertad y autonomía. Este es el tiempo de la indignación y de la ira. Después de la ira viene la esperanza.
Y estas líneas cierran el último escrito:
En el mundo de hoy razonar con lucidez y obrar con justicia conduce a la indignación y el fervor, allí donde se nutren los espíritus de la revuelta. Pues el presente estado del mundo es intolerable y si la historia algo nos dice es que, a su debido tiempo, no será más tolerado.
Que así sea, será en su tiempo nuestra esperanza.
Universidad Autónoma Metropolitana (Xochimilco), 22 de octubre de 2015.
vìa:http://www.jornada.unam.mx/2015/10/26/opinion/012a1pol
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