¿Cuánto demoró el Mando de Carabineros para reconocer que
existieron ataques mortíferos contra manifestantes? ¿Cuánto demoró el
propio gobierno? Incluso, cabe preguntarse qué es lo que están
reconociendo, ¿se trata acaso del exceso o del error de un individuo
cualquiera?
Está andando una estrategia represiva que utiliza la violencia
estatal como arma y medio de influencia política. Es muy claro que el
aparato represivo tiene las capacidades para dar forma al desarrollo de
la protesta social.
Ayer 28 de mayo, el gobierno admitió una manifestación de protesta
contra los crímenes de que son responsables tanto el gobierno como el
mando policial, pero esta vez su estrategia consistió en dejar al
completo descubierto todo lo concerniente al orden que dicen resguardar.
Lo común es que dejen hacer a ciertos grupos aislados y anónimos para
justificar el violento ataque a las marchas masivas. Esta vez, las
Fuerzas Especiales y todo el aparato del “orden” hicieron exactamente lo
contrario: simplemente dejaron hacer a los grupos aislados (anónimos y
de muy dudosa procedencia), con la evidente intención de mezclar hechos
aislados y movilización masiva, justificando así su discurso de
intervención policial con carta blanca. Ante esto, los medios de
comunicación, tan independientes y objetivos, saltan de gusto para hacer
festín con los huesos que les arroja el poder. Cero razonamiento
crítico.
Ahora la Tohá, Burgos, la Intendencia de Santiago, el Alto Mando y,
finalmente la misma presidenta, salen al unísono y sin demora para
apuntar con el dedo a los manifestantes, para hacer juicios valóricos
sobre acciones que ellos mismos dejaron hacer, confundiendo al público y
adelantándose a toda investigación seria.
No han demorado ni un minuto para juzgar a la movilización social,
pero han demorado hasta el colmo para identificar la responsabiliadad de
Carabineros en hechos de violencia mortífera. El juego del gato y el
ratón. Esto es grave (aunque no lo note la “prensa libre”). El gobierno
ha sido cómplice del encubrimiento de responsabilidades y sólo ha
variado su defensa cuando las pruebas se han hecho públicas e
innegables. Pero, ante las evidencias, el gobierno tampoco quiere
juzgar, olvidando la facilidad y escasa prudencia que utiliza al
referirse a los estudiantes. Nos dicen ahora: “dejemos que las
instituciones funcionen”, así, tranquilitas, del mismo modo irregular
con que se investiga la corrupción más grande que ha conocido Chile.
Ante el crimen alevoso e inocultable, los poderes políticos,
policiales y judiciales deciden lo de siempre: cortar el hilo por lo más
delgado, liberando a la cadena de mandos que conduce hacia los
criminales más peligrosos. Que el soldadito desechable se vaya
tranquilo, con algunas garantías y con un proceso que -le aseguran-
terminará una vez más en la impunidad (siempre es así). Lo importante es
que las políticas represivas y los que las ordenan queden libres de
juicio y sospecha. Tras ellos descansan los intereses políticos y
económicos, los mismos que ganan con la criminalización artificial del
movimiento social.
El gobierno -o parte de él… ellos deben aclararlo- está empeñado en
crear las condiciones que justifiquen la represión más violenta, para
producir miedo social y aniquilar los principios de los que se llena la
boca el derecho burgués: la “libre expresión” y la “manifestación
pública”. Así los partidos podrán allanar tranquilamente el camino,
limpiar sus escándalos de corrupción y equilibrar el sistema político,
reponiendo el anhelado orden que les permita servir en paz a los grupos
económicos, sus socios y auspiciadores.
vía:
http://kaosenlared.net/chile-escalada-de-violencia-y-control-social/
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