Cerca de Chittagong, en Bangladés, existe un infierno de chatarra. En
los astilleros de la ciudad se trabaja desguazando barcos en condiciones
de semiesclavitud, y el sufrimiento de los trabajadores es
sistemáticamente silenciado y amordazado por los dueños de los
astilleros y el gobierno local. Son territorios blindados para cualquier
periodista: hay quien no quiere que se muestre cómo miles de hombres
viven y mueren en medio de un sórdido paisaje de desechos y buques
desmantelados.
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