por Alfredo Armando Repetto Saieg
Con la lucha de clases surge una fuerte confrontación entre el poder
corporativo y el que generamos los trabajadores. Que se desarrolle esa
batalla entre intereses opuestos no es novedad porque quien se
compromete con el cambio real produce una fuerte polarización. En
la medida que el proceso avanza en favor del pueblo, los actores
involucrados se juegan todo: la clase social que se benefició de la
situación anterior no dejará el poder voluntariamente. Nunca
pasó en la historia; cada grupo combate hasta el fin. Entonces, así como
existe el discurso libertario también está el relato de lo político
como un asunto meramente formal y utilitario, como ámbito para el
enriquecimiento personal, para concretar negociados, etc. De hecho,
tanto el caso Penta como el “Nueragate” son atentados contra la democracia porque contradicen sus valores y discurso.
El problema para los grupos neoliberales es que las instituciones no
son neutrales: son parte de las bases del régimen y en cuanto tal
expresan una relación de fuerza. Es decir, defender puramente el
sistema institucional es cerrarse a la idea del cambio; por eso
insisten en la legalidad aunque siempre actúan al filo de la misma e
incluso contra ésta. Para que sea el pueblo quien controle la
situación debemos crear conciencia sobre lo que nos pasa. Si logramos
ese objetivo podemos orientar la realidad en nuestro favor. Entender
cuáles son las opciones, reconocer los sectores sociales en pugna y
denunciar el funcionamiento represivo y delictivo del régimen hacen la
gran diferencia.
No es nada fácil porque la “democracia” como concepto se
usa de variadas formas, a veces como un sustantivo y otras como un
adjetivo: para hablar de una persona, para decir si es o no democrática,
pero además para referirse a las instituciones. En política se utiliza para reivindicar los derechos humanos como para defender el terrorismo de Estado.
Pero, más allá de la sobrecarga que asume en sus diversas acepciones,
relacionadas todas con el desarrollo de la lucha de clases, sigue
manteniendo su impronta original: el ser una promesa vinculada a la
igualdad, a la fraternidad y a la libertad. Lo interesante es que la
idea popular del gobierno reivindica un país mejor de modo que se
convierte en un acto de creación política que asume en un sentido amplio
los valores de la revolución francesa que la patronal hace mucho
traicionó.
¿Por qué en el término “democracia” siguen dominando las nociones de
igualdad, libertad y fraternidad? Debido a que en la democracia
entendida como proyecto y fuerza motriz de los sectores populares,
reaparecen todo el tiempo esas reivindicaciones que además incluyen la
transparencia, el debate, etc. Y ese es un tremendo triunfo de todos
nosotros. A su vez y por lo mismo el gobierno, RN, la UDI y los falsos
progresistas no pueden restablecer la confianza ciudadana en un régimen
que se muestra altamente corrupto. Cada intento por fortalecer a
la pretendida Nueva Mayoría, a la “democracia” en la medida de lo
posible y a sus instituciones para así usurpar las demandas y urgencias
de trabajadores y estudiantes, choca frontalmente con nuevas
contradicciones, revelándonos un sistema político con una base muy
frágil. De hecho, aunque la élite todavía logra contener la crisis de legitimidad no consigue revertirla.
vía:
http://piensachile.com/2015/02/el-caso-penta-y-el-nueragate-como-atentados-la-democracia/
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