Silvia Ribeiro
Se gastan más de 15 mil 500 litros de agua para producir un solo
kilogramo (kg.) de carne vacuna. Para producir un kg. de maíz, con
sistema de riego, se necesitan 31 veces menos: unos 500 litros de agua.
Para producir papas, 255 litros y zanahorias 131 litros por kilogramo.
70 por ciento del agua dulce disponible a nivel global se usa en
agricultura, y de ese volumen las tres cuartas partes lo gasta la
agricultura industrial, aunque los alimentos que produce solamente
llegan a 30 por ciento de la población global. Son datos del Atlas de la
Carne, editado en 2014 en castellano por la Fundación Heinrich Böll, en
colaboración con varias otras organizaciones.
Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación de
Naciones Unidas (FAO), producir mil calorías de alimentos en forma de
cereales requiere aproximadamente medio metro cúbico de agua. Producir
la misma cantidad como carne requiere cuatro metros cúbicos y para
lácteos, más de seis metros cúbicos. Son apenas promedios ya que la
forma de crianza hace que el gasto sea muy diferente: una vaca criada
industrialmente y en confinamiento usa muchísima más agua que una vaca
en pastoreo al aire libre. Lo mismo se repite con otros animales de
consumo: la cría campesina y de traspatio de cerdos, aves, cabras, usa
una mínima parte del agua de los enormes volúmenes que se gastan para
las instalaciones de cría industrial, que cada vez son más grandes y
están literalmente consumiendo la mayoría del agua y de la tierra
cultivable del planeta.
No se trata de que los animales beban tanta agua o usen tanta tierra:
la mayoría del consumo de agua se debe a que los animales en
confinamiento consumen de más en más solamente granos y forrajes
producidos industrialmente, cuya producción exige enormes volúmenes de
agua y energía. La gran mayoría de la soya y maíz transgénico producido
en el mundo es para este fin. Según WWF, para producir un solo kg. de
carne, se usan en promedio 6.5 kg. de granos, 36 kg. de forrajes y 15
mil 500 litros de agua.
A esto hay que agregar que la industria de cría de animales es un
factor importante de contaminación de fuentes de agua superficiales y
subterráneas, por fósforo y nitratos, provenientes del estiércol y
fertilizantes. El estiércol, que en libre pastoreo es un abono que ayuda
a los suelos y la fertilidad, se transforma en un enorme problema al
fermentar anaeróbicamente en grandes piletas e instalaciones en cría
industrial confinada. Ya la sobre-fertilización es un problema mayor que
la falta de abono. Las filtraciones a mantos freáticos llegan también a
manantiales y pozos, haciendo el agua no potable. Según el Atlas de la
Carne, “si las autoridades comprobaran los niveles de nitrato, las
personas deberían dejar de beber esa agua, pero esto no ocurre en muchos
lugares”.
La industria pecuaria se come también la vasta mayoría de la tierra
agrícola del planeta. De los 14 mil millones de hectáreas de tierra
cultivada en el planeta, un tercio se utiliza para producir forrajes. Si
se consideran también oleaginosas, paja, henos, ensilados, pastas de
semillas de colza, uva y soya que van a los comederos, las tres cuartas
partes de tierras cultivadas se dedica a alimento animal. Según el PNUD,
el 78 por ciento (¡!) de todas las tierras agrícolas del planeta se
dedican a la cría animal, entre producción de piensos, forrajes y
pasturas.
En promedio mundial –con grandes diferencias entre regiones– más de
la mitad de los cereales cultivados se usa para alimento animal. En
África tal cifra es impensable, allí las personas consumen más de 80 por
ciento de los cereales y el ganado se alimenta en tierras de pastoreo.
La voracidad por tierras para producción animal es también una causa de
deforestación en muchas partes del mundo. Se considera el mayor factor
de deforestación de la Amazonia brasileña, que se agrega al avance
brutal de la siembra de soya transgénica –para alimentar ganado en otras
partes del mundo– sobre el Cerrado, un ecosistema único de sabana
tropical, cuya destrucción erosiona también la Amazonia.
La cría industrial confinada de animales usa y disemina, además, una
cantidad ingente de químicos y tóxicos. Por las condiciones de
hacinamiento y para hacerlos crecer más rápido, usan un enorme volumen
de antibióticos y antivirales, los mismos que son de uso humano. En
muchos casos, agregan los antibióticos a la comida para favorecer el
engorde. Este uso es ilegal en Europa y algunos otros países, pero al
alegar razones veterinarias, la industria sortea las restricciones. La
Organización Mundial de la Salud señala a esta industria como uno de los
principales factores de creación de superbacterias multiresistentes,
mayor resistencia en virus y creación de nuevas enfermedades que afectan
a los humanos, como gripe aviar y gripe porcina.
El consumo de carnes diversas, locales, campesinas, de libre
pastoreo, sin químicos y en pequeñas cantidades es un buen complemento
alimentario. Pero nada de lo que proviene de esta pujante industria
trasnacional de cría animal y sus derivados cumple estas condiciones.
Por el contrario, a la par que devora y envenena nuestras tierras, aguas
y bosques, nos enferma e impide la producción campesina y el consumo
saludable.
*Investigadora del Grupo ETC
Publicado en La Jornada
http://www.etcgroup.org/es/content/la-carne-que-se-come-al-mundo
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