La situación en el Estado de Guerrero, México, es brutal. La
desaparición de los estudiantes normalistas y la incertidumbre ante la
falta de información se combina de formas macabra con el anuncio del
crimen organizado: la guerra ha comenzado. Crónica desde el terreno de
nuestro compañero Beto Paredes desde el terreno.
..
Por Texto y fotos: Heriberto Paredes Coronel / SubVersiones
La guerra ha comenzado.
Ésta es la última frase de una manta que apareció el día de ayer
colgada en la ciudad de Iguala, Guerrero. Se atribuye a la organización Guerreros Unidos (GU)
la autoría del mensaje; en éste dan 24 horas al gobierno estatal para
entregar a los 22 policías detenidos como responsables de la matanza de
estudiantes.
No se hace un canje, simplemente se anuncia lo que es
ya una verdad dicha por todos lados: la guerra entre organizaciones
criminales ha comenzado y la disputa por el control de las plazas es ya
una realidad innegable. Los primeros episodios –previos a la
oficialización– son la batalla entre Los Rojos y GU por Mezcala y Carrizalillo, en el municipio de Eduardo Neri, y el combate de Los Rojos contra los Ardillos en la ciudad de Chilapa hace
menos de dos meses. Este lunes se hizo oficial un nuevo periodo en la
historia reciente de este golpeado estado pero también se confirmó la
participación del crimen organizado en el asesinato y desaparición de
los estudiantes.
Mientras esto ocurría en uno de los centros en disputa por los cárteles locales; en las instalaciones de la Escuela Normal «Raúl Isidro Burgos» –ubicada en la comunidad de Ayotzinapa, municipio de Tixtla–
los familiares de los estudiantes desaparecidos se reunían para una
conferencia de prensa y para comenzar una serie de rezos colectivos que
permitieran mitigar un poco el dolor que lleva días oprimiéndoles el
pecho.
Tanto normalistas como familiares anunciaron que intensificarían las acciones para presionar al gobierno estatal y federal;
reafirmaron su postura de continuar las investigaciones y denunciaron
las versiones que se han difundido a nivel nacional e internacional que
aseguran que los cuerpos encontrados en fosas son los cuerpos de los
estudiantes, “todavía no se han terminado los exámenes médicos y de ADN,
así que para nosotros aún no están muertos y los vamos a seguir
buscando, pero exigimos también a las autoridades, a la policía
municipal, que los presente con vida de inmediato”, dijeron mientras
muchas de las madres lloraban silenciosamente.
Luego de estas declaraciones los familiares se reunieron frente a un altar y
muchas velas encendidas, ahí comenzaron los rezos que continuaron hasta
algunas horas después. A su alrededor los estudiantes de la Normal iban
y venían trayendo café y galletas, ollas llenas de comida, garrafones
de agua, vasos desechables. Un ir y venir de jóvenes llenaba la cancha
de básquetbol en medio de la cual los rezos se mantenían al unísono.
“Pareciera que en la actualidad van a acabar con todos los jóvenes,
porque todos los días, padre mío, aparecen jóvenes muertos, no sé que
está pasando”, dijo con firmeza una de las madres que conducía el rezo.
Logramos
conversar con algunos estudiantes, uno de ellos, Uriel Alonso, estuvo
en el lugar de los tiroteos y nos permitió recopilar su testimonio. Nos
contó ampliamente lo que pudo observar mientras los policías municipales
disparaban sin ser atacados. También pudimos contar con las
valoraciones de otro normalista, David, quien nos recordó la situación
de los jóvenes heridos que aún permanecen en el hospital y categorizó
todo esto como un cambio de un movimiento estudiantil a un movimiento social. Ambos testimonios se pueden conocer en el video que acompaña esta publicación.
El dolor que impide el habla
Preguntamos
algunas veces sin ser insistentes y con mucho cuidado, pero la
respuesta –salvo una excepción– siempre fue negativa. Es todavía el momento en que el dolor de la incertidumbre impide hablar frente
a personas desconocidas, sobre todo si éstas tocan el tema del origen
de tanto dolor. Nuestras preguntas serán inútiles cada vez que nos
acerquemos a alguien que tiene un familiar desaparecido, las palabras
que logremos dirigirle serán agresivas, tontas, nunca lograrán
acercarnos a la desesperación. Esto lo entendimos cuando nos cruzamos
con una señora que llevaba un vestido azul, el cual le daba un aire
vistoso entre los pasillos de la Normal; justo al pasar cerca de
nosotros nos animamos a preguntar y con una mirada desconsolada nos
pidió disculpas “siempre nos preguntan lo mismo y nunca hacen nada; porque ahora no puedo, no puedo hablar de esto”. Su llanto inmediato nos desgarró.
Y
así fuimos dando rostro a muchos familiares que andaban ya incorporados
a otras tareas en la escuela, una gran familia se había formado a pesar
de todo. Además, habitantes de la población de Tixtla y
de otros pueblos cercanos llegaron a lo largo de toda la jornada
cargados de comida y víveres, de gente dispuesta a apoyar a los
estudiantes. La memoria de los desastres naturales no se forja en vano;
fueron entonces los normalistas los primeros en meterse a las casas
inundadas o en buscar a familiares de las personas afectadas por
ciclones y derrumbes. Hoy ellos traen la comida y las aguas de frutas.
De todo el país llegan autobuses llenos de otros y otras normalistas. Nos toca ver a los de Mactumatzá, Chiapas, y entre la gente que mira el autobús se dibuja una sonrisa: “los de Chiapas son bien combativos, no nos iban a dejar solos”.
En el transporte público entre Tixtla y Chilpancingo hay pintas de
apoyo a los normalistas, frases muy concretas desmienten la absurda
versión de los medios de comunicación de paga, comerciales o como se
llamen sobre la poca relación de los ayotzinapos –como despectivamente
les llaman— con el pueblo. Cada combi y camión tiene escrita la misma
exigencia: “Queremos justicia y la queremos ahora”.
La actitud depredadora de la prensa en
la conferencia fue evidente, mientras las madres de los muchachos
desaparecidos pedían comprensión por no dar nombres, las agencias
internacionales insistían hasta tres veces y lo hicieron con ese gesto
burlón de quien no tiene ni idea de lo que es un dolor de ese tamaño.
Afortunadamente estas personas se fueron rápido y, en el caso de Televisa, su reportero fue “invitado a retirarse”, dejando claro lo inevitable de la prohibición para que esta televisora y TV Azteca se acercaran siquiera.
Al final del día, Fernando, el tío de Carlos Lorenzo Muñoz Hernández,
uno de los estudiantes desparecidos accedió a compartir algunas
palabras para SubVersiones: “El decidió que quería hacer carrera en esta
institución, hizo méritos para estar aquí. Pasó su examen. Su meta era
transformar su vida, ser alguien en la sociedad […] Desgraciadamente en
el estado de Guerrero tenemos un gobierno corrupto, desde arriba hasta aquí, así que no hay más que culpar al gobierno del estado, a Ángel Aguirre Rivero,
él sabe dónde están estos jóvenes […] No tenemos visita ni del
presidente, ni de un diputado, ni de las autoridades estatales,
federales, no sabemos nada, todo lo que pasan en esos medios de comunicación son mentiras, ¿dónde están esos jóvenes que dice que aparecieron, acaso él ya vino y le dijo a los padres de familia?”.
Los batallones que se forman
Por
un lado están todos los rumores que se cuentan acerca del nivel de
responsabilidad de las autoridades municipales y estatales en la
masacre; lo que definitivamente no está en duda es la imbricación entre
crimen organizado y funcionarios públicos. Faltan algunos elementos aún
para que esta parte del rompecabezas comience a tener sentido y para
avanzar en conocer el paradero de los normalistas.
Para los familiares esta situación es en extremo compleja, por el momento la versión que afirma que los cuerpos encontrados en las 6 fosas de las cercanías de
Iguala son los restos de los estudiantes, no es aceptada, para las
madres y padres, sus hijos están aún vivos y los gobiernos estatal y
federal deben presentarlos con vida de inmediato.
Como en un campo
de batalla, los distintos bandos –por un lado el crimen organizado y el
gobierno en sus distintos niveles, por el otro, normalistas, familiares
y todas las personas que han manifestado su repudio a la violencia y la
muerte— se preparan para enfrentar episodios que aún desconocemos pero
que no serán fáciles. La escalada de corrupción, engaños, amenazas y
muerte es todavía la tendencia en Guerrero, y no hay indicios de que
esto vaya a detenerse, mucho menos si las elecciones estatales no están
tan lejanas y se trata, o de conservar el poder por parte del bloque de
Aguirre o de recuperarlo, tal y como la familia Figueroa pretende.
vía:
http://otramerica.com/radar/mexico-guerrero-la-guerra-ha-comenzado/3255
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