La literatura política de comienzos del
siglo XX tendió a identificar la democracia directa con los regímenes
autoritarios. Max Weber la relaciona con el tipo de dominación
carismática, es decir, que exalta el poder de un gobernante demagogo o
de un populista, falso salvador de la nación. Esta concepción ha sido
superada en el siglo actual: en primer lugar, la democracia
representativa – sea de regímenes parlamentarios, semipresidenciales o
presidenciales – ha perdido el prestigio del cual gozó desde comienzos
del siglo pasado; en segundo lugar, la democracia directa ha demostrado
no ser el método propio de los dictadores, sino una forma muy eficaz de
hacer partícipes a los ciudadanos del gobierno de un país.
Los mecanismos de democracia directa son
aplicados en casi todos los países del mundo y, en Uruguay que fue uno
de los primeros países de América Latina en incluirlo en su
Constitución, los plebiscitos y los referendos forman parte de la
cotidianidad del quehacer de ese país; el plebiscito se emplea,
fundamentalmente, para aprobar una reforma o una Constitución y, el
referéndum se emplea para refrendar o reformar una ley. Los mecanismos
de democracia directa en ese país pueden surgir desde arriba, es decir,
desde los poderes del Estado, o desde abajo, desde los ciudadanos, con
el requisito de la firma de un determinado número de ciudadanos.
En Uruguay se ha convocado a muchos
plebiscitos y referendos, que se refieren a materias fundamentales de la
vida nacional, por ejemplo, en 31 de octubre de 2004, el 74,58% de los
votantes aprobó la reforma constitucional que definía el acceso al agua
como un derecho humano fundamental y garantizaba, en forma monopólica,
su posesión en manos del Estado, lo cual significa la imposibilidad de
privatización. En 1992, un referéndum anuló todos los proyectos de ley
sobre privatizaciones, que pretendía levar a cabo el gobierno de Alberto
Lacalle, con 79,1% de los votos. En 2009 no se alcanzó la mayoría para
derogar la ley caducidad, por la cual se dejaba impunes a los militares,
acusados de crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, con un
resultado de 47,9% de los sufragios. Este domingo, 26 de octubre de
2014, junto con las elecciones presidencial y parlamentaria, está
convocado a un plebiscito para bajar la edad de la imputabilidad de los
jóvenes, desde los 18 a los 16 años, que tiene pocas posibilidades de
éxito.
El cientista político David Altman,
catedrático de la Universidad Católica de Chile, demuestra que es falso
el que los plebiscitos favorezcan a los mandatarios en el poder, muy por
el contrario, de 34 plebiscitos, fueron rechazadas las propuestas de
los convocantes por un 50% de la ciudadanía.
Tres dictaduras precipitaron su caída
gracias a un plebiscito: la de Ecuador, realizado en 1979; la de
Uruguay, en 1980; la de Chile, 1981; en este caso prueba que este
mecanismo también es eficaz para poner fin a las dictaduras.
En Uruguay, hasta ahora, no se ha
aplicado la revocación de mandato para las autoridades elegidas por el
pueblo; en Venezuela, Colombia, Bolivia y Ecuador es de uso frecuente
este método. Los Presidentes Hugo Chávez y Evo Morales ganaron la
continuación del mandato por medio de un requisito revocatorio. En
Colombia hubo de plebiscito revocatorio, respecto del mandato del
alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, pero fue anulado por una Corte
internacional.
En Chile sólo existen plebiscitos
comunales, y sólo nacionales cuanto se trata de resolver un conflicto
entre el parlamente y el ejecutivo, respecto a reformas
constitucionales. En este plano, nuestro país de democracia muy
imperfecta, está a la zaga de casi todos los países de América Latina.
Rafael Gumucio Rivas
El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2014/10/26/122254/uruguay-un-modelo-de-la-democracia-libertaria/
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