-Sofía, ¿y qué dijo Obama a tu reclamación?
Cuando
le contó de los cánceres y leucemias de los niños y niñas de su barrio
en Córdoba (Argentina), de los abortos de sus vecinas, cuando le mostró
las fotos de malformaciones y le explicó cómo anda la gente con pañuelos
en el rostro para disimularlas. ¿Qué le respondió el presidente más
poderoso del mundo cuando Sofía le interpeló?
Con
todos esos precisos detalles se lo pudo explicar, pues Sofía Gatica,
recibida por Obama tras ser reconocida con el premio Goldman (el premio
nobel alternativo), tiene memoria y no tiene miedo. Tiene vivencias que
duelen, eso tiene. Pero realmente, ¿qué tiene Obama? ¿Miedo o en su en
su defecto incapacidad para enfrentarse a una corporación estadounidense
como Monsanto? Porque los campos que rodean el barrio de Sofia y muchos
millones de hectáreas por otros lugares, son campos de soja transgénica
de Monsanto que varias veces al año son fumigadas dede avionetas con el
glifosato, pesticida también propiedad de Monsanto. Un negocio de
muchas cifras responsable de lo que un informe del Ministerio de Salud
cordobés ha corroborado: en las zonas donde se siembran transgénicos y
se utilizan sus agroquímicos, la tasa de cáncer duplica al promedio
nacional.
Para doblegar ese miedo, para construir capacidad es que esta semana nos movilizamos.
Por
los pueblos fumigados de Argentina; por las más de mil costureras
muertas en el derrumbe de las fábricas textiles en Rana Plaza
(Bangladesh) donde sus manos y horas servían hacinadas a los intereses
de grandes corporaciones del textil; por los 34 mineros muertos a tiros
de la policía que defendió con puntería, en Marikana, al noroeste de
Sudáfrica, los intereses de la multinacional Lonmin Platinum; por las
comunidades que en Chiapas ven como Coca Cola es quien mejor y mayor
acceso tiene al agua potable; por quienes, como esclavos del s.XXI,
permanecen años a bordo de barcos thailandeses en faenas de captura de
pescados que alimentarán a los langostinos criados en piscifactorías de
grandes multinacionales y que se convertirán en coloridos coktails de
platos de medio mundo; por las aves que caen, los peces que se ahogan,
los árboles que lloran, las gentes que huyen de sus selvas en cuanto
Shell, Chevron o Repsol ponen sus zarpas en ellas.
Por tanta Vida afectada por las corporaciones, urge adoptar medidas efectivas que permitan controlar sus ansias y sus codicias.
Porque
no sólo es que Obama tenga o no tenga voluntad de detener los
atropellos de una multinacional sino que la legislación existente está
pensada para todo lo contrario, para aplanar las sendas de estos
mastodontes insensibles. Si avanzan tan rápido, invictos e inviolables,
también es por dos motivos. El primero, una «arquitectura de la
impunidad» que, como una cuadrilla de guardaespaldas, les otorga una
protección total mediante acuerdos incluidos en los tratados de libre
comercio o las reglamentaciones de instituciones internacionales como el
Banco Mundial o la Organización Mundial de Comercio. El segundo, ese
mantra capitalista, esa fe neoliberal que, anunciando que el interés
propio es el mejor mecanismo para promover el interés general, viste a
estas multinacionales con trajes acorazados.
Un primer paso puede darse gracias al empeño de muchas organizaciones y movimientos sociales y su campaña http://www.stopcorporateimpunity.org/ centrada
en presionar la 26ª sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU
que esta semana se está celebrando en Ginebra, y que incluye, en uno de
los puntos a tratar, el debate sobre la “instauración de mecanismos
eficaces para el seguimiento y evaluación de los impactos generados por
las grandes corporaciones”. Y sobretodo puede permtir dar los primeros
para la urgente necesidad de construir propuestas valientes y concretas
para garantizar que el cumplimiento de los derechos humanos sea norma
inviolable por parte de las empresas transnacionales.
El reto es claro: obligar a quien no quiere ser obligada a respetar lo que no quieren respetar.
Artículo publicado en La Jornada de México
vía:
http://www.attac.es/2014/06/28/parar-el-crimen-globalizado/
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