Por Carlos del Frade
(APe).-
-Un chiquito de primer grado nos dijo que ahora la droga la vende un
gendarme flaquito…-contó una de las tantas maestras que ponen el cuerpo y
el alma en los barrios rosarinos, a un mes del desembarco de tres mil
efectivos federales y que, supuestamente, generó tranquilidad, seguridad
y redujo el número de delitos y homicidios, según festejan el
secretario de seguridad de la Nación, Sergio Berni; el gobernador de
Santa Fe, Antonio Bonfatti y la intendenta Mónica Fein. Esta semana, por
ejemplo, mientras entregaban cientos de automóviles blindados para la
gendarmería y la policía, un fotógrafo retrataba un momento en que los
tres reían a carcajadas. Diría Mario Benedetti, “¿de qué se ríen?”.
-Hay
un antes y un después – dijo Bonfatti, aquella tarde de la ocupación
territorial del miércoles 9 de abril. Ese después empieza a ser
detectado por las maestras: “Hay un alumno en la escuela en la que
trabajo, que ingresó a 1er grado en el 2009. Desde la escuela, en 2011,
se realizan acciones para que el niño ingrese al Hogar Escuela de
Baigorria, dado que vivía en “situación de calle”. Su madre biológica
nunca pudo hacerse cargo de él y el “cuidado” del niño ha alternado
entre nadie, y otros familiares. La escuela
trabajó con el Centro de Salud. Lo atendió una asistente social muy
comprometida con su trabajo, que agotada por la burocracia, terminó
renunciando al cargo. El niño se escapó del Hogar Escuela y terminó el
año sin escolaridad ni asistencia. Durante el 2012 hizo su escolaridad
en el Multigrado de nuestra escuela, con la misma docente que,
comprometida con él desde que lo conoce, lucha por salvarlo.
En
el 2013, intervino el Ministerio de desarrollo Social y fue derivado a
una colonia de recuperación. La docente y los chicos de su grupo iban
incluso a visitarlo durante la internación. El niño se escapó también de
esa institución. En la calle, alguien que se relaciona con él,
posiblemente un estudiante de medicina, lo llevó al Hospital Zona Norte
porque tenía una gran infección. De allí, volvió a la calle…”, dice
Elena Rigatuso, una docente comprometida desde hace años en una carta
abierta al gobernador. A fines de abril, “el niño termina internado por
cinco días en el Hospital Centenario, luego de que se arrojara delante
de un colectivo como corolario de una crisis que comenzó temprano en la
mañana. Incluidos también los episodios de ayer, y de hoy, 29 de abril
de 2014, con autoridades del Ministerio de Educación presentes y el
familiar a cargo, y que siguiendo el ´protocolo´ indicado hubo que
llamar a la Ambulancia del SIES (a partir de lo cual según el
´protocolo´ sería derivado a internación para su recuperación, allí sí, y
nunca antes, nunca antes de una crisis, de un brote, o de cómo se
llame), pero no pudo hacerse porque el niño violentamente se negó. ¿Qué hacemos Gobernador? ¿Declaramos culpable al niño que se negó a ser asistido?..¿Qué es la seguridad, esa “señora” tan convocada? ¿Adónde empieza la inseguridad? Ud. lo debe saber Gobernador, por eso es Gobernador. Yo apenas soy una docente”, termina diciendo el texto de Elena.
Un
mes después, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos emitió un
documento en el que se puede leer que “el espectacular y caro operativo
dice moverse con una lógica estratégica de ir brindando seguridad,
destruyendo las casamatas de las fuerzas del delito, los focos donde se
genera-expande el mismo y la violencia dentro de los barrios barridos
(así como entre sus pobladores). De allí surge nuestra pregunta: ¿han
pensado en desbaratar los centros de guerra
psicológica-propagandística-legitimadora-legalizadora de la mafia y sus
negocios? Queda poco tiempo para que sus procedimientos, con
colaboración provincial y municipal, muestren resultados favorables a la
convivencia. Concretamente al retirarse deberían dejar debilitada la
capacidad de conducción, dificultadas las complicidades
(profesionales-políticas-judiciales-policiales) y desvinculadas la
asociación de estos grupos con inmobiliarias, comercios, bancos y
empresas: caso contrario, se cumplirá aquello de que ´se fue el gato y
aparecieron los ratones´”.
Y,
por lo tanto, “esto produce un gran interrogante entre nosotr@s: ¿acaso
este operativo no tiende al control de los barrios periféricos y de l@s
excluid@s que se manifiestan de distintas formas, muchas de ellas
delictivas y marginales? Nos preguntamos por una direccionalidad
implícita en el proceso, enfocada principalmente en el regulación de los
piquetes y en la prevención meramente disuasoria de los saqueos, con el
objetivo de aquietar a sectores medios bajos y obreros, que vienen
expresando cada vez más sus malestares-descontentos con la situación
actual en materia de seguridad ciudadana”, remarca el MEDH.
Un
mes después del megaoperativo de desembarco de las tropas federales en
los barrios rosarinos, la vida cotidiana no ha cambiado salvo la
presencia de gendarmes y prefectos que no parecen molestar demasiado a
las mafias que siguen tranquilas en las oficinas del centro de la cuna
de la bandera.
Fuentes: entrevistas propias, documento del MEDH del 7 de mayo de 2014 y carta abierta la docente Elena Rigatuso del viernes 2 de mayo.
Foto: Roman Vishniac
vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/un-mes-despu%C3%A9s-del-megaoperativo.html
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