Algunas corroboraciones tristes de una historia en espiral
(AW)
Reproducimos un importante documento de Jorge Rulli del Grupo de
Reflexión Rural en el que analiza el modelo agro - productivo vigente en
nuestro país. "La sojización, el despoblamiento del campo y la
concentración compulsiva de población en los inmensos conurbanos de
pobreza, donde quedan reducidos a clientela obligada del asistencialismo
y del consumo de comida chatarra." explica el documento en un pasaje
que desnuda la realiad de esta "Década ganada".-
Buenos Aires.
Algunas corroboraciones tristes de una historia en espiral
En el año 2002 escribíamos como Grupo de Reflexión Rural y en diálogo con nuestro compañero Ignacio Lewkowicz, lo siguiente: “La
soja, el sistema de la soja, no es el de la oligarquía tradicional. La
lucha contra el sistema de la soja es una forma local del conflicto
antiglobal; pues la hegemonía absoluta de la soja es una forma local
específica del crecimiento global. Lo que importa es que los núcleos de
poder neoliberal varían del sistema oligárquico tradicional al sistema
que se construye en torno de la soja. La nueva división global del
trabajo nos convierte de “granero del mundo” en “forrajeros del mundo”. Por otra parte, añadíamos, “desde
el punto de vista de la oligarquía tradicional, se ve que, pese a toda
la inteligencia o astucia puesta en juego, ese sistema oligárquico ya no
es funcional al sistema global. Por supuesto que los mismos apellidos
aparecerán ahora en los consorcios de las empresas; pero los modos de
ejercicio del poder, los modos de ejercicio de la dominación, los
núcleos a partir de los cuales se fijan, varían. Así, por más que se
trate del mismo conjunto de individuos, no es la misma la lógica social
que se despliega para afirmar su dominio.”
Todo -o casi todo- lo que entonces afirmábamos, podríamos reafirmarlo
hoy, doce años después, con la certeza de que sus contenidos mantienen
plena vigencia y que fueron anticipatorios. Los años transcurridos,
lamentablemente, nos han dado suficiente razón, y además han puesto en
evidencia las peligrosas derivas de pensamiento y acciones políticas de
todos aquellos que, desde miradas sesgadas y ancladas en los años
setenta, se negaron considerar las nuevas ecuaciones de la globalización
y la nueva configuración del poder en nuestro país, así como se negaron
a la necesidad de reflexionar sobre sus anteriores experiencias y,
sobre todo, se negaron rotundamente a las propuestas de abrir debates
políticos que permitieran cerrar los enormes fracasos que arrastraban
consigo, para de esa manera, no volver a repetirlos, algo que en cierta
medida ha ocurrido a lo largo de todos estos años.
Una Nomenklatura (1) al estilo argentino
A principios de la década pasada empezó a hacerse notoria la
emergencia de una nueva clase dominante, producto de la profundización
de un nuevo esquema productivo primario-exportador, impulsado por el
Estado, el capital transnacional y sus socios locales, y caracterizado
por su profunda dependencia de los mercados globales. Una nueva
oligarquía vinculada a un modelo de país proveedor de materias primas
que, además de la sojización del territorio, se complementa con la
megaminería, el fracking, el monocultivo de árboles y otros proyectos
extractivos hegemonizados por importantes corporaciones transnacionales.
Esta nueva oligarquía instaló su protagonismo de manera sigilosa. Una
oligarquía distante de la otrora “oligarquía vacuna” que se impusiera
al país en las postrimerías del siglo XIX, a instancias del entonces
presidente Julio A. Roca. Este sector, que tenía en la Sociedad Rural
Argentina (SRA) su representación más genuina, conduciría -con breves
interregnos- los destinos de la Argentina durante buena parte del siglo
XX.
Pero la irrupción histórica de esta nueva oligarquía no-terrateniente
(es decir, una oligarquía que no basa su poderío económico en la
propiedad sino en el uso de la tierra) configura un hecho decisivo que,
pocos se han atrevido a analizar. La ligazón que establece el modelo
sojero entre el capital financiero y la investigación
científico-técnica, transformó profundamente el esquema de producción
agraria y redefinió las relaciones de poder. Basta recordar algunas de
las definiciones de uno de los mayores exponentes de este nuevo sector,
Gustavo Grobocopatel (2): “Soy agricultor y no tengo tierras,
tampoco tengo tractores ni cosechadoras. Y esta es la mayor innovación
del país. En Argentina, a diferencia del mundo, hoy no tenés que ser
hijo de un chacarero o un estanciero para ser agricultor. Tenés una
buena idea y tenés plata, vas, alquilás un campo, y sos agricultor. Este
es un proceso extraordinario y democrático del acceso a la tierra,
donde la propiedad de la tierra no importa; lo que importa es la
propiedad del conocimiento”.
Es evidente que esta nueva oligarquía no pertenece al universo de las
llamadas “familias patricias”. Su genealogía entronca con la
inmigración europea (y otras corrientes inmigratorias) de finales del
siglo XIX y principios del siglo XX, todas caracterizadas por un humilde
origen social. Hoy, muchos de sus descendientes lograron sus fortunas a
partir de una relación prebendaria con el Estado, otros tuvieron
importantes relaciones con el aparato financiero del Partido Comunista
de la Argentina, y otros han aprovechado sus relaciones
político-económicas con los Estados Unidos, con el Estado de Israel y
con organismos como el Consejo de las Américas, el Congreso Judío
Mundial, el Club Bilderberg, y otros.
Aceptar esta realidad, implica un cambio de conciencia y una
comprensión de los nuevos desafíos que nos plantea la globalización. Se
trata, en definitiva, de saber reconocer no tanto el enemigo al que
debemos enfrentar, sino de reconocer el problema que tenemos por delante
y que debemos resolver, para sí luego identificar a sus responsables.
Lamentablemente, el kirchnerismo y sus acólitos de izquierda, junto a
buena parte de los activistas e intelectuales provenientes del llamado
peronismo revolucionario de los años setenta, no sólo se negaron a
reconocer a esta nueva clase dominante como oligarquía sino que, por el
contrario, se apoyaron en ella, respaldaron muchas de sus demandas,
hicieron propia buena parte de sus discursos modernizantes -sobre todo
en lo concerniente al valor de las tecnologías de punta y al poder del
conocimiento- y montaron sobre estas bases materiales una narrativa
épica rayana en lo grotesco.
Durante años hemos presenciado
constantes demandas en favor de los pueblos indígenas que fueran
víctimas de la Campaña del Desierto (3), e incluso se gestaron
importantes movimientos de ciudadanía para que se quitara la estatua del
ex presidente Julio Argentino Roca del lugar donde se encuentra
emplazada (en la Av. Diagonal Sur de la Ciudad de Buenos Aires). No
apuntamos a la justicia o no de estas reivindicaciones -que, sin lugar a
dudas, requieren un juicio de la historia-, sino que enfatizamos la
instrumentación maliciosa de este tipo de demandas que, a lo largo de la
década pasada, resultaron totalmente funcionales al propósito oficial
de confrontar con la ya casi exánime vieja oligarquía, con el objetivo
de continuar invisibilizando a los nuevos dueños del poder (4) . El
mismo rol distractivo y a la vez desorientador, ha jugado el prolongado
litigio por quitar la estatua de Cristóbal Colón de las cercanías de la
Casa de gobierno. El progresismo imperante y la nueva oligarquía
globalizada necesitan desprenderse de los atributos estéticos e
históricos que configuraban el poder de sus antecesores, y exigen nuevas
modalidades discursivas que rinden tributo a los jirones de banderas y
memorias populares, de las que se sirven con total impudicia en la
actualidad.
Hoy, la dirigencia política progresista -tal como en un management
político- gobierna a nombre e interés de sus verdaderos amos, como
virtuales gerentes de una empresa llamada Argentina. Pero dada la
necesidad de ocultar este tipo de servilismo globalizado, se recurre
desesperadamente a los simulacros, las puestas en escena necesarias para
llevar adelante los proyectos del capitalismo global en nombre de la
revolución social. Esos simulacros grotescos exhiben hoy a un gobierno
supuestamente peronista -o que supera al antiguo peronismo por
izquierda, tal como afirman algunos de sus presuntos filósofos-, que
impulsa una devaluación solicitada por quienes detentan el control del
capital financiero y el comercio exterior en nombre de la “soberanía”, y
que además, cuenta con un ministro de Economía “marxista” que aplica un
ajuste económico ortodoxo celebrado por todo el establishment.
No obstante sus caracteres pesadillescos, las tensiones que establece
el camporismo progresista en función de sus relatos encubridores, no
van mucho más allá de litigar el nombre de las calles, la ubicación de
alguna estatua, el de “escrachar” a algún supermercadista por abusivo o
propagandizar los temas de género y de discriminación a nivel puramente
discursivo. Se trata siempre de centrar la atención en lo accesorio, y
de encubrir o distraernos de lo realmente importante.
Cuando en la Argentina se “descubre” la existencia de Eduardo Elsztain
Los rasgos más groseros o patéticos de estos dobles discursos,
entreverados de ignorancia y de apuestas por la modernidad y el
crecimiento, ocurrieron en el 2008, cuando durante la llamada “crisis
del campo”, Néstor Kirchner convocaba a luchar contra la oligarquía
representada por la Mesa de Enlace (5) , nada menos que, desde las
oficinas que a esos efectos le prestaba el mismísimo Eduardo Elsztain,
en el exclusivo barrio de Puerto Madero.
Elsztain, probablemente sea la mayor fortuna de la Argentina: es
propietario de IRSA Inversiones y Representaciones S.A., la corporación
inmobiliaria más grande del país; también es propietario de CRESUD,
compañía agropecuaria que maneja más de un millón de hectáreas en el
Cono Sur; y controla el Banco Hipotecario, adquirido durante el
menemato gracias a los fondos facilitados por el multimillonario George
Soros (6) .
Elsztain también es dueño de los shoppings más grandes del país, y
posee varios hoteles de lujo y edificios inteligentes, tales como el
Hotel Intercontinental y el edificio Bouchard Plaza, sede de Microsoft
Argentina , ambos emplazados en la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo
cuenta con muchos vínculos entre grupos más poderosos del capitalismo
global: forma parte del directorio de la Fundación Endeavor en
Argentina, es un miembro prominente del Congreso Judío Mundial y además
integra el Comité Asesor Internacional de la Presidencia del Consejo de
las Américas, representada esta última por David Rockefeller.
A pesar de su enorme poderío económico y su capacidad de influencia
en el ámbito político, Eduardo Elsztain se caracteriza por un marcado
perfil bajo. Es mucho más probable que en lo concerniente a la llamada
“Crisis del Campo”, el público recuerde apellidos como Biolcati, Buzzi o
De Ángeli, mientras que la nueva oligarquía que se consolidaba a partir
del paro agrario de 2008, y que se proyectaba además, como clase
dominante sobre los países limítrofes del Cono sur, prácticamente pasó
desapercibida para oficialistas y opositores: Al tiempo que las rutas
del país estaban cortadas por piquetes respaldados por la Mesa de Enlace
y la soja transgénica producida localmente no llegaba a embarcarse,
otros como Elsztain ganaban fortunas aprovechando el momento para
exportar y procesar la soja transgénica producida en países limítrofes
(Paraguay, Bolivia y Brasil) a través de los puertos argentinos.
Eduardo Elsztain fue durante casi diez años el dueño invisibilizado
del país, contando además con la protección política de organismos como
la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y el Centro
Simon Wiesenthal, instituciones que ante el menor esbozo de una crítica a
su poderío económico, asumen de inmediato que se está en presencia de
un acto de “antisemitismo”, y proceden a denunciarlo públicamente.
Recién en el año 2012, y a raíz de la cesión de tierras públicas en
favor de IRSA para facilitar sus “emprendimientos inmobiliarios” y la
construcción ilegal de un nuevo shopping en el barrio de Palermo
(“Distrito Arcos”) (8) , se generó una cierta resistencia ciudadana, que
puso por vez primera el nombre del personaje en el espacio público. Con
la pegatina de afiches callejeros firmados por la Confederación
Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y Federación de Comercio e
Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA) denunciando la
apropiación ilegal del espacio público en beneficio de IRSA, el nombre
de Eduardo Elsztain aparecía por vez primera asociado con negociados
prebendarios. Cabe recordar que por estas acciones, tanto la CAME como
la FECOBA fueron repudiadas por la DAIA y el Centro Wiesenthal por sus
“mensajes discriminatorios”, “consignas estigmatizantes” y por supuesto,
“odio antisemita”.
A poco se dieron, también, los escándalos del llamado pacto PRO-K en
la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires; un pacto que, entre otras
cosas, se caracterizó gracias a un megaproyecto impulsado por el
gobierno nacional para la construcción de un “Polo Audiovisual” en Isla
De Marchi y la rezonificación de los terrenos de la ex Ciudad Deportiva
de Boca Juniors, con la irritante finalidad de implementar un viejo
proyecto de IRSA: construir en la zona un barrio de lujo de altísimo
nivel denominado Solares de Santa María (9) (la llamada “Dubai” del
Costanera sur). Ambos proyectos fueron suspendidos gracias a la acción
de diversas organizaciones que protestaron durante las sesiones y
audiencias públicas.
De esta manera, los argentinos se anoticiaban -a raíz de situaciones
absolutamente urbanas, vinculadas con el comercio, la especulación
inmobiliaria y el conflicto por el espacio público- de la existencia y
el poder de uno de los hombres que, diez años antes, denunciábamos desde
el GRR y desde el programa Horizonte Sur en la Radio Nacional, como uno
de los principales dueños del país.
Cuando descubrimos que el imperio en ascenso cuenta con sus propias legiones de cipayos
Volvamos ahora a ese país dependiente, primarizado, centrado en la
producción de transgénicos, y recordemos que estos nuevos procesos
extractivos de agriculturización industrial destinados a sostener la
exportación masiva de commodities, tienen su origen en dos situaciones
configuradas por la globalización: Por una parte, la enorme deuda
externa que nos dejaron como legado las dictaduras militares en los años
setenta y sus requerimientos crecientes de divisas; y por otra, la
emergencia a fines de los años ’90 del coloso chino y su insaciable
necesidad de materias primas para poder establecerse como la fábrica del
mundo. Es decir; no podríamos comprender la reprimarización de nuestras
economías a escala latinoamericana si no tuviésemos en cuenta el
decisivo rol neocolonizador de la potencia asiática y de las hegemónicas
relaciones que estableció en el continente.
Debemos, asimismo
–con mucha tristeza y vergüenza- indagar en las probables razones por
las que como pueblo, aceptamos casi alegremente y sin mayores protestas,
convertirnos en un enclave de producción de soja transgénica para el
gigante chino. Más todavía, deberíamos decir que no fueron precisamente
las corporaciones transnacionales las que desplegaron este modelo
agro-biotecnológico, sino que fueron más bien sectores provenientes de
la izquierda setentista, muchos de ellos llegados del exilio y/o
provenientes de las filas del Partido Comunista, los que diseñaron e
impulsaron el modelo de los Agronegocios en nuestro país . Las
corporaciones, desde luego, no demoraron en aprovechar esas favorables
circunstancias en las que la intervención de cuadros científicos y
técnicos del campo de la biotecnología vegetal -provenientes de la
izquierda tradicional- fue fundamental para abrir las puertas a las
empresas transnacionales, persuadidos de que era preciso darles
protagonismo en el desarrollo de las fuerzas productivas del país.
Indagar en los orígenes de este equívoco aberrante, tal el de
confundir a las subsidiarias locales de las empresas transnacionales con
la burguesía nacional, puede conducirnos a debates que escapan a este
trabajo y que pueden tener que ver tanto con el marxismo mismo, como con
la manera de asimilarlo por parte de nuestra inteligentzia progresista.
Lo que sí podemos aseverar es que ellos no estuvieron solos. A lo largo
de esos años, que fueron los años de la instalación del modelo
agro-biotecnológico (las postrimerías del menemato y durante el gobierno
de la Alianza), nada de lo concerniente a la agricultura industrial, al
uso de semillas transgénicas y la justificación política de las
actuales relaciones de dependencia con China, fue impulsado sin el
respaldo de la izquierda tradicional. Baste como prueba las encendidas
palabras pronunciadas por Fidel Castro en 2001, en el peor momento de la
Argentina, respaldando el cultivo de “soya” transgénica en nuestro
país(11) .
El estímulo al mercado interno no apunta a la Justicia Social, sino a enriquecer a Carrefour y al Shopping de Alto Palermo
Algunos exponentes velados del oficialismo, aún reconociendo el
tremendo peso colonizador del modelo extractivo -y en particular de la
agroexportación- rescatan la intención progresista de estimular,
mediante planes sociales y subsidios, un aparente mercado interno que
remedaría en cierta medida a los antiguos Estados de Bienestar propios
de la última posguerra. Pretenden hacernos olvidar que el modelo que
ahora denominan “nacional y popular” se instalaba en los años noventa
combinando la industrialización de alimentos con la agricultura química y
la biotecnología. Pretenden hacernos olvidar que el modelo de los
Agronegocios incluía la constitución de cadenas agroalimentarias y las
integraciones verticales de empresas, tanto en la producción industrial
de animales, como así también en el creciente supermercadismo.
El asistencialismo bancarizado y la estimulación al consumo que
estimuló el progresismo a lo largo de la llamada “Década Ganada”, ha
sido un componente indispensable dentro de los marcos de un mismo
modelo: La sojización, el despoblamiento del campo y la concentración
compulsiva de población en los inmensos conurbanos de pobreza, donde
quedan reducidos a clientela obligada del asistencialismo y del consumo
de comida chatarra.
Tampoco olvidemos que el coloso chino pretende constituirse como la
fábrica del mundo, puesto que, además de requerir materias primas de
forma insaciable, necesita colocar los productos masivos de su industria
en localizaciones específicas. Esto significa que la expansión del
nuevo colonialismo globalizado necesita ir abriendo cada vez más
mercados locales, más áreas de consumo masivo para colocar sus
productos. El mercado global que China pretende hegemonizar
definitivamente será el resultado del dominio que ejerza en mercados
locales, regionales y continentales.
Cuando fuimos globalizados, pero no quisimos darnos por enterados
La obstinación por parte de ciertos sectores en desconocer las
particularidades de la globalización, sumado al intento infructuoso de
comprender estos fenómenos complejos desde miradas sesgadas o
fragmentadoras la realidad, condujeron a situaciones paradojales y hasta
escandalosas. Tal cosa ocurre cuando, desde posiciones de izquierda y
pretendiendo hacer uso del marxismo, algunos pícaros arguyen que la
correlación de fuerzas que requeriría el gobierno para darle batalla a
las corporaciones actualmente no resulta suficiente. Para justificar
este razonamiento, añaden que mientras esperan por ese respaldo popular,
es preciso reconocer estas etapas intermedias como partes necesarias de
un proceso general. Se recurre al argumento de que no existen otras
alternativas de poder, o bien se reconoce que existen otras, pero que
son peores y es necesario optar por el “mal menor”, convalidando las
decisiones más degradantes tomadas por el gobierno nacional. Lo que
algunos dan en llamar “asignaturas pendientes”, cuando reconocen un
problema en la sojización, la megaminería o el fracking, y no son
capaces de admitir que en realidad esas “asignaturas pendientes” son más
bien los núcleos duros del modelo kirchnerista, sin los cuales
inclusive el kirchnerismo no podría ser lo que es.
No faltan igualmente los astutos que, a propósito de estas
situaciones, nos recuerdan que lo mejor es enemigo de lo bueno, un
acierto peroniano que muchos no supieron respetar ni acatar en su
momento y que ahora, con dejos de conciencia culposa, aplican a
destiempo. La consecuencia de estos razonamientos anacrónicos se ponen
de manifiesto en una parcialización de la realidad: Muchos pretenden
destacar como logros importantes las medidas sociales del Gobierno,
tales como la Asignación Universal por Hijo (AUH) o la extensión a
muchas capas de la población desprotegida del derecho a una pensión o
jubilación mínima, como si acaso ellas fueran independientes del
sometimiento nacional a un complejo sojero-minero-exportador
hegemonizado por corporaciones transnacionales. No son capaces de
admitir -y mucho menos de problematizar- que la AUH es una versión local
de un sinnúmero de planes similares impulsados y financiados por el
Banco Mundial para la región, o que el Banco Hipotecario controlado por
Eduardo Elsztain hará un gran negocio como fiduciario del plan
Pro.Cre.Ar financiado por el ANSES. Vale decir, con el dinero de los
propios jubilados.
Las réplicas de estos modelos a lo largo de América Latina, modelos
en que las nuevas dependencias se complementan con políticas
asistenciales, son impulsadas por gobiernos vinculados a un pensamiento
progresista y modernizante. Estas notas comunes comprueban que no
estamos ante una situación excepcional, sino que asistimos a un proceso
de nuevas colonialidades perfectamente armonizadas con la globalización.
Actualmente, la ralentización del crecimiento económico del coloso
chino se traduce en las crisis de los llamados “países emergentes”, tal
vez como un preanuncio de la finalización de una época en la que los
altos precios internacionales de los commodities bastaban para que la
Argentina se esperanzara con mantener un ingreso permanente de divisas
para financiar, entre otras cosas, un ilusorio “desarrollo industrial
con sustitución de importaciones” (básicamente un complejo productivo
con cero valor agregado, explicado fundamentalmente por una industria
automotriz transnacional dependiente casi en su totalidad de insumos
importados, y en las terminales de ensamblaje radicadas en Tierra del
Fuego).
Durante diez años reiteramos, en diversos escritos, los enormes
riesgos que suponía mantener una economía dependiente en términos casi
absolutos de la exportación de soja transgénica, sumado a la debilidad
estructural de tener, además, relaciones de intercambio asimilables al
esquema centro-periferia, en donde un mercado imperialista compra
nuestras materias primas a la vez que nos abastece de manufacturas
industriales en casi todos los rubros… hasta de clavos y tornillos.
Ahora pagamos las consecuencias. China se estremece y la Argentina
siente que está al punto del colapso. Para colmo, la embriaguez de la
fiesta de la soja nos permitió olvidar alegremente durante diez años la
inmensa deuda externa, cuyos vencimientos ahora nos agobian y es preciso
hacer todo lo posible para conseguir divisas.
Cuando los antiguos ropajes y las tragedias devienen en farsa y grotesco
Las memorias de esa revolución que expresó el peronismo, fueron
quebrantadas a través de diversos instrumentos políticos, económicos y
culturales. La represión desatada a partir del golpe militar de 1955,
sumada a la ilusión desarrollista del frigerismo-frondizismo, los
extravíos y los desgarramientos de los años setenta, el feroz
disciplinamiento social de la última dictadura militar a partir del
horror institucionalizado y más tarde, por las aberraciones perpetradas
por el menemismo y en la actualidad, por la sofisticada tergiversación
histórica operada por el kirchnerismo, contribuyeron a una dislocación
generalizada de las memorias populares, proceso que facilitó el camino
para un uso abusivo de dicho acervo simbólico para la aceptación de un
nuevo modelo de colonialidad.
Más allá de esta esquemática interpretación, está claro que gracias a
esta secuencia ininterrumpida de procesos políticos que hicieron de la
Argentina nuevamente un país colonial, la empresa tergiversadora de la
intelligentzia tuvo el camino libre para emprender sus campañas contra
los sentidos genuinos de la liberación nacional. Actualmente en la
Argentina, la fascinación por los modelos neodesarrollistas impulsados
por el progresismo latinoamericano, redundó localmente en el retroceso
del posperonismo a formas retrógradas propias del desarrollismo de los
años ’60. Sin ir más lejos, en varios escritos hemos expuesto largamente
acerca de cómo, la reivindicación constante que se realiza de la figura
de John William Cooke, primero como respaldo a Frondizi y luego como
hombre de la revolución cubana, así como en el desmedido énfasis que se
suele imprimir al rol desempeñado por F.O.R.J.A. en los orígenes del
peronismo. Ambos ejemplos contribuyen a la justificación histórica de
este nuevo desarrollismo, respaldado por una progresía burguesa que
convoca a las más diversas extracciones políticas.
No podríamos dejar de señalar -con enorme pena- cuánto ha pesado en
este afán justificatorio, en el arte de montar falsas antinomias y en la
elaboración de escenarios de cartón pintado, el rol de los
intelectuales oficialistas que se reúnen en la Biblioteca Nacional. Esta
institución ha devenido, por obra y gracia de antiguos compañeros, en
una gran fábrica de relatos y usina de los simulacros encubridores de
las nuevas dependencias. Si a estos extravíos, agachadas y desmemorias
de muchos exponentes de viejas militancias, le sumamos los propios
extravíos del pensamiento de una izquierda tradicional -puesto
gravemente en examen frente a la crisis de la modernidad y del cambio
climático- todavía incapaz por otra parte, de escapar de los esquemas
emancipatorios decimonónicos, lo que obtendremos son las razones
principales que explican la extendida servidumbre de las militancias
partidarias al modelo neocolonial y las causas de la indefensión
generalizada de nuestro Pueblo.
En medio de las zozobras de la sociedad argentina, enfrentada, como
en un carrusel a la repetición cíclica y dramática de situaciones
similarmente penosas, no faltan los militantes e intelectuales
funcionales al sistema que nos sorprenden al descubrir recién ahora, el
inmenso poder de los exportadores, y alzan sus voces reclamando medidas
de gobierno que pongan control sobre la hemorragia constante de divisas
que sufrimos. Necios y tardíos cacareos de ese gallinero de escribas que
tienen su refugio en la Biblioteca Nacional.
Durante años ignoraron la globalización y desconocieron a las
empresas transnacionales que, como Cargill, Bunge, ADM, Dreyfus, Nidera,
Toepfer, Noble, Vicentín, Aceitera Gral. Deheza, Molinos Río de la
Plata, Louis Dreyfus, entre otras, controlaron las exportaciones y
procedieron con absoluta impunidad y sin controles estatales , tal como
reiteradamente denunciara hasta su muerte nuestro amigo Julio Nudler, en
Página 12. Incluimos en esas denuncias una famosa nota del año 2004
intitulada “De Títeres y Titiriteros” en la que, este olvidado pero
meritorio periodista, develaba la sistemática acción de destrucción y
vaciamiento de los organismos de control del Estado que llevaban
adelante los hombres de Néstor Kirchner. Justamente, ello motivó que
dicha nota, fuera escandalosamente censurada por el entonces director
del diario oficialista, Ernesto Tiffenberg (14) .
De la misma forma, esos “intelectuales orgánicos” que durante años
nos insinuaron que la Asignación Universal por Hijo (AUH) y las
jubilaciones extendidas anticipaban de alguna manera el socialismo que
nos habían prometido como generación maravillosa, ahora impulsan desde
el Estado campañas contra personajes secundarios de algunas de las
empresas que participan del modelo. Al igual que durante la crisis
desatada por la resolución 125 en 2008 (15) , están cubriendo las
apariencias con un nuevo y desvergonzado simulacro; simulacro que, en
definitiva, no hace sino tratar de legitimar la continuidad del sistema
de los Agronegocios, más allá del recambio de gobierno en el 2015.
Cuando la realidad es como un clavo ardiendo
El modelo agro-minero-exportador asistencializado y legitimado por
narrativas de izquierda ha llegado a un punto crítico y hace agua. Ya
tenemos unas 25 millones de hectáreas de cultivos transgénicos y un
acelerado deterioro de los suelos, así como una suba importante de los
insumos y una notoria estrechez de los márgenes de ganancia para los
productores del campo. Esa situación difícilmente podrá revertirse ya
que mientras el precio de los insumos sube, el de las commodities tiende
a estancarse o a descender. En realidad, la crisis no la sufrimos
solamente nosotros, sino que alcanza a todos los llamados países
emergentes, países que se ataron al gigante asiático, que concentraron
su esfuerzo en la producción de uno o dos productos de exportación y
abandonaron toda esperanza en desarrollos autónomos. China pareciera
haber alcanzado un techo en su crecimiento, esa situación es tal vez
irreversible, en especial teniendo en cuenta los terribles Cambios
Climáticos que se sucederán a consecuencia de haberse sobrepasado en la
atmósfera planetaria las 400 ppm de CO2 , y deja en situación
comprometida a los países que apostaron su destino a una sola carta.
Recuerdos del futuro
Quisiéramos terminar este escrito, haciendo referencia compasiva y
solidaria, a los millones de hombres y mujeres que, en este proceso y
bajo patrones de pensamiento cerradamente urbanos y modernizantes,
fueron compulsivamente desarraigados de los lugares en que vivían y
obligados a emigrar a las grandes ciudades. Millones de seres
desempleados por un modelo de agricultura industrial que desechaba mano
de obra y que requería inmensos territorios vacíos de población,
devinieron seres desolados en la más pura acepción castellana del
vocablo. Poblaciones que tuvieron que emigrar por desempleo, por haber
sido expulsados de los campos en que vivían, o por motivos tales como
las fumigaciones constantes y la contaminación de territorios que
conllevó el que muchos parajes se convirtiesen en prácticamente
inhabitables.
La proyección de la nueva oligarquía sobre los países vecinos del
Cono Sur y el contrabando de semillas de Monsanto a través de las
fronteras, los sumó al gran proyecto de la República Unida de la Soja,
proyecto que nos proponía hace años desvergonzadamente, la empresa
Syngenta (16) . Se añadieron de esa manera, nuevas e innumerables
legiones de desocupados y desarraigados latinoamericanos a nuestros
conurbanos, hasta convertirlos en las actuales inmensas periferias de
pobreza e indigencia. Por un lado, tenemos paisajes devastados,
territorios desertizados, profundamente deforestados, con una monstruosa
pérdida de la biodiversidad; y por la otra, poblaciones desoladas,
hacinadas en megalópolis, condenadas a vivir entre inundaciones y
deshechos tóxicos. No son impactos colaterales como muchos tecnócratas
repiten con evidente ánimo exculpatorio; son, por el contrario,
consecuencias perfectamente previsibles de las decisiones tomadas por la
dirigencia política para favorecer a las corporaciones transnacionales;
consecuencias que deberían al menos haber sospechado. Esta es la
terrible realidad que nos deja un modelo que está llegando a su
consumación, y en la que todos quedamos expuestos al colapso.
Debemos, tomar conciencia del camino recorrido y de la necesidad
imprescindible de apostar por cambios radicales. La sojización amenaza
sencillamente dejarnos sin país y sin suelos aptos para cultivar
nuestros alimentos. Pero estas realidades que para muchos desvelados
todavía forman parte del terreno de las abstracciones, son en cambio el
infierno de cada día para millones de seres humanos urbanizados de forma
compulsiva, una encerrona en la que están cautivos y sin mayores
esperanzas. Rehenes de los diversos punteros y grupos sociales
(kirchneristas, filokirchneristas, antikirchneristas y de la izquierda
funcional), están obligados a la servidumbre de participar en actos
políticos y piquetes, a cambio de planes sociales o, en el peor de los
casos, de bolsones de comida.
Las periferias urbanas son el lugar donde los aparatos represivos y
las mafias coinciden y se coaligan para generar negociados basados en la
explotación de mano de obra barata, esclava o infantil, como el
narcotráfico, la trata de personas y la prostitución generalizada.
Otros casos dan cuenta de muchos territorios que son paulatinamente
ocupadas por el poder narco que desplaza poco a poco a la policía de su
empresa criminal. Para los peri urbanizados y para sus hijos queda tan
sólo la marihuana fermentada con tóxicos para las plagas que les enferma
los pulmones, o directamente el paco que les quema el cerebro. Las
cocinas de la droga se mueven a su antojo por esas periferias desoladas y
para muchos, alquilarles el rancho por unas horas puede significar la
diferencia entre comer o no comer durante varios días.
El asistencialismo y el clientelismo han hecho estragos en el campo
de la cultura y de los mecanismos para la supervivencia. Condenados a
vivir en un contexto de egoísmo extremo, los desplazados deben
sobrevivir en el más puro desamparo, en muchos casos renegando de sus
propias identidades culturales para asimilarse a una identidad urbana
atravesada por los valores de la sociedad de consumo. Deben renegar de
una cultura que implicaba reconocimientos y reciprocidades, pero que por
sobre todas las cosas implicaba un suelo dónde arraigarse para vivir en
comunidad. Para peor, se les priva de muchos de los recursos de que
disponían naturalmente para sobrevivir en situaciones difíciles: algunos
municipios del gran Buenos Aires –varios de los cuales continúan siendo
semirurales- se empeñan en imponer numerosas prohibiciones de carácter
urbano-consumista en las periferias, donde ya no permiten ni siquiera
tener un pequeño gallinero o un lechón para engorde. La dirigencia
política parece empeñada en consolidar una urbanización total,
extendiendo el desamparo de todos, aunque ello signifique condenarlos al
hambre. Parecen decididos a borrar todos los relictos de vida autónoma o
campesina que pudieran pervivir en las barriadas. Confían en la
militancia rentada y en las organizaciones sociales para contener
posibles estallidos, que en otras circunstancias habrían sido
inevitables.
Intuimos que en el porvenir se debatirá una tensión entre los hombres
y mujeres acorralados, que pugnarán por liberarse del aprisionamiento
de los aparatos clientelares. Porque a diferencia de otras épocas, el
concepto de revolución ya casi nada expresa y, a pesar de nuestros
desvelos, no hemos podido insuflarle otros contenidos que modifiquen las
generalizadas perspectivas de factura eurocéntrica sobre el poder, la
racionalidad y el control de poblaciones. Desde la muerte de Juan Perón,
sin duda han sido los sectores medios los que han luchado por
apropiarse del destino común de los argentinos. La incógnita, desde
entonces, ha sido la de saber si esos sectores medios o las
organizaciones que los expresaban, podrían llegar a ser los artífices de
ese destino tan deseado, tal como en otras épocas lo fueron los
caudillos y lo fuera Perón en la posguerra. Bajo diversas banderas y
discursos, los intentos se han repetido una y otra vez, a lo largo de la
historia contemporánea… inútilmente. Desde la Plaza de Lonardi a la de
los Montoneros; desde el menemismo y Chacho Álvarez hasta Néstor y
Cristina, toda la partidocracia clasemediera ha operado como una
maquinaria hegemónica de desclasamiento y desmemoria. Pero nunca como en
estas épocas aciagas, estos sectores habían conseguido un
desmantelamiento tan profundo de las resistencias; nunca como ahora
lograron tanta parálisis en los sectores populares. Todo porvenir se
hace por ello, totalmente incierto y es probable que continuemos dando
vueltas en el gastado carrusel de los relatos y de los ensueños del
poder de los sectores medios.
A los vencidos, al pueblo llano que alguna vez fuera grasita o
descamisado, le queda siempre y por supuesto, probar el antiguo camino
de la Rebelión, camino en el que se trataría de recuperar -como tantas
otras veces en la historia- la propia y secuestrada humanidad, para ir
una vez más detrás de aspiraciones de justicia y de felicidad en
comunidad. Ahora, y como pocas veces antes, es realmente poco lo que
tienen para perder. Lo que no sabemos todavía, es si acaso les han
dejado las fuerzas suficientes como para que vuelvan a soñar esos
sueños, y puedan quebrantar el desaliento y la malla de contención que
hoy los encierra.
Jorge Eduardo Rulli
Maximiliano Mendoza
12 de febrero de 2014
Grupo de Reflexión Rural (GRR)
Notas:
1- Me permito denominar “Nomenklatura” a esta nueva oligarquía
por sus semejanzas con la plutocracia rusa post-soviética, que por una
parte se adueña de las empresas –de las que fueron funcionarios o
testaferros- y que por la otra, crece como oligarquía prebendaria a
costa del Estado. Este caso en la Argentina fue denominado de distintas
maneras: “Patria Contratista”, “Capitalismo de Amigos”, etc.
2-
3- Campaña del Desierto
4- Película Bayer
5-
6-
“(…) Con Elsztain, Soros participó de un último negocio: el ingreso al
Banco Hipotecario, que Carlos Menem y Pablo Rojo comenzaron a vender en
porciones (…)”. Ver más en “La Mafia Judía en la Argentina” de Fabián
Spollansky, Apéndice, Pág. 133.
7-
8-
9- http://www.irsa.com.ar/irsa/index_eni.htm
10-
11- http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2001/esp/f130801e.html
12- http://www.lapoliticaonline.com/nota/49545/
13- http://seniales.blogspot.com.ar/2008/05/de-tteres-y-titiriteros.html
14- http://www.perfil.com/politica/-20080505-0042.html
15-
16- http://www.agropecuaria.org/analisis/EviaRepublicaSoja.htm
vía:
http://www.agenciawalsh.org/defensa-del-medio-ambiente/soja-y-agrotoxicos/12034-acerca-del-modelo-sojero.html
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