Ya debiera haber fiestas continentales, efemérides nuevas, por ejemplo,
por haber encerrado en la cárcel a los protagonistas del plan cóndor en
Argentina; ya debiera haber desfiles y algarabías para celebrar a los
cuatro vientos los millones de ojos, sonrisas, corazones y alegrías
salvadas del pantano neoliberal donde quiere hundirnos el imperio. Ya
debiéramos tener celebraciones masivas por la recuperación de fuentes
energéticas, de recursos naturales y de soberanía financiera en más de
un territorio en revolución.
Es un secreto, o algo por el estilo, el cúmulo de éxitos sociales de las revoluciones que despiertan en Latinoamérica. Se trata de un secreto, o eso parece, porque una especie de censura,
con inercia morbosa, tiende a convertir en “dudas”, “sospechas”,
“incertidumbres” y hasta “interrogaciones” profundas en manos de sesudos
analistas, con ceño fruncido, que mientras iluminan sus cabezas shhhhhh… secreto, o algo parecido, ¡muy parecido!. Para garantizar ese secreto
hay muchas voluntades paridas en las entrañas de las más confusas natas
ideológicas burguesas. No pocas veces copiadas por sedicentes
“izquierdas”. El resultado es funcional a la mentira, la censura y
tergiversación dominantes.
Ya debiera haber fiestas continentales, efemérides nuevas, por ejemplo,
por haber encerrado en la cárcel a los protagonistas del plan cóndor en
Argentina; ya debiera haber desfiles y algarabías para celebrar a los
cuatro vientos los millones de ojos, sonrisas, corazones y alegrías
salvadas del pantano neoliberal donde quiere hundirnos el imperio. Ya
debiéramos tener celebraciones masivas por la recuperación de fuentes
energéticas, de recursos naturales y de soberanía financiera en más de un territorio en revolución.
Deberíamos saltar de alegría por las mil y una buenas tareas que han
frenado a las jaurías burguesas, que les han incomodado su libertad de
desastre y han ido imponiendo condiciones emancipadoras nuevas.
Deberíamos celebrarlas, mucho y bien, aunque sean incipientes,
incompletas e imperfectas. Por ahora.
Calladitos, muchos, mascullan sus “dudas”, las mascan para sacar jugo
ensalivado con tesis de “todo o nada”, de ultrismos cómodos y de
irresponsabilidad “políticamente correcta”. Total para ellos lo que no
es obra propia es como si no existiera. Muy parecido a la mezquindad
burguesa y sus adláteres. Pero los pueblos se orientan de otras
maneras, su intuición revolucionaria exige calidad de espíritu y calidad
de acción. Es preciso estar ahí, y celebrar, cada pequeño o grande paso
que pueda ser, acaso, motor de fuerza moral que desate huracanes revolucionarios. Nada puede desperdiciarse.
La batalla será larga y tendrá velocidades diversas, según las
oportunidades y según las condiciones. Requerirá muchas generaciones
entregadas a ser correa de transmisión dialéctica en todos los
frentes y desde lo objetivo hasta lo subjetivo, siempre indisolubles. Y
ya que la batalla ha de ser larga, y ancha, incluyamos la alegría de la
celebración minuciosa, la celebración enamorada, sinceramente, de su
alientos y de sus logros. Aceptemos que han sido ya mucho el tiempo de
la dominación, de la esclavitud, de la explotación y de la tristeza para
los pueblos y que nadie tiene derecho a amargarle, a las luchas, sus
conquistas por incipientes que sean. No se trata de ser a-crítico, ni
complaciente, ni resignado, ni conformista… se trata de declarar la
guerra sin cuartel al “escepticismo” reaccionario que, mientras se
regodea, silencia todo. Ya basta.
Las revoluciones sociales que nacen en Latinoamérica tienen urgencias y debilidades muy grandes en materia de comunicación, hacia afuera y hacia adentro. Necesitan soberanía tecnológica; desarrollos jurídico políticos de integración regional; revolución epistemológica (que cambie -para siempre- la lógica de la mercancía que intoxica a la comunicación); y necesitamos independencia
semántica en la soberanía de los contenidos. Hay que luchar contra las
vanidades, las egolatrías y las miopías. Hay que luchar contra la
pobreza de conceptos, contra las taras y contra los prejuicios
burgueses. Es falso que se deba decender la calidad de las ideas “para
que el pueblo las entienda”. Lo que debe hacerse es contar con actores
de la comunicación capaces de hacerse entender, en la calidad y en la
cantidad de conceptos necesarios, con frescura, con sentido del humor y
sin repetir las “fórmulas” mercantiles de la comunicación.
Las revoluciones nacientes necesitan, con urgencia exponencial, comunicación
verdadera para decirnos las verdades necesarias, sin miedo, sin
complejos sin censuras y sin ventajismos. Las revoluciones necesitan
ciencia de la comunicación para planificar su desarrollo y su
retroalimentación dinámicas, sin obstáculos, sin cegueras, sin sectarios
reyezuelos tenderos de las verdades mediáticas. Nos urge la
comunicación que rompa todos los silencios y los secretos que ponga la vista y a la luz, la crítica y la responsabilidad socialistas. Nos urge la comunicación
de la verdad la comunicación de la inteligencia, la comunicación de los
mejores valores y los mejores amores. Sin ilusionismos, sin auto
engaños, sin sectarismos. Espacialmente sin silencios. Hay mucho que
celebrar y es más lo que nos espera. Los que no quieran verlo tienen, al
menos, problematizados los principios. Mientras tanto las revoluciones
avanzan. Sin callarse.
EcoPortal.net
Universidad de la Filosofía
http://universidaddelafilosofia.blogspot.com.ar/
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Vía:
http://www.ecoportal.net/Eco-Noticias/Revoluciones_silenciadas._Critica_del_silencio_nuestro._A_nadie_se_lo_digas
http://www.ecoportal.net/Eco-Noticias/Revoluciones_silenciadas._Critica_del_silencio_nuestro._A_nadie_se_lo_digas
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