México, Distrito Federal.
“Michoacán, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, es el laboratorio de
lo nuevo en materia de seguridad”, afirma el analista Carlos Fazio.
Fuerzas armadas “disfrazadas de carteles” que fueron activadas por el
ejército, los gobiernos locales y el gobierno central el sexenio
anterior, se resisten a que se les pase a una nueva etapa dictada por la
política de las transnacionales, explica, cuyo objetivo último es
concentrar el poder en el gobierno y desaparecer a las autonomías para
repartirse los territorios y los recursos.
En la última semana de
octubre, grupos de autodefensas de la zona de Tierra Caliente entraron a
Apatzingán para confrontar al cartel de los Caballeros Templarios y
fueron atacados por francotiradores pues, denunciaron, el ejército no
les permitió entrar armados. Un día después, 18 subestaciones de la
Comisión Federal de Electricidad (CFE) y 6 gasolineras fueron atacadas
con disparos y bombas caseras, dejando a más de 400 mil clientes de la
CFE sin energía eléctrica. Se manejó la versión de que fue una
represalia por la entrada de las autodefensas a Apatzingán, mientras el
obispo denunció que Michoacán es un “Estado fallido”.
Fazio recalca que si el
gobierno de Peña Nieto hizo desaparecer de nota principal las políticas
vinculadas a la criminalidad y en su lugar, potenciar a México como
democracia próspera y país de clase media, “hoy el caso Michoacán nos
devuelve a una realidad que fue las ocho columnas del sexenio pasado”.
La situación, reconoce el
analista uruguayo, es confusa, y “bajo estas confrontaciones, intentan
ocultar que es una política útil para el reparto de tierras y recursos,
que ya lograron entre pequeños grupos de grandes capitalistas, sobre
todo vinculadas a mineras, trazado de carreteras y presas, las que
lucran con políticas estatales”.
Desenredando la madeja
Fazio recuerda que al mismo
tiempo que el michoacano Felipe Calderón asumió el poder, surgió el
cartel la Familia Michoacana, “que en su primera aparición pública dijo
que no estaba contra el gobierno federal ni contra las instituciones
armadas, como el ejército, que simplemente querían practicar la ley y la
seguridad donde el Estado no alcanzaba a resguardar la seguridad de los
ciudadanos, y que enfrentaría a expresiones foráneas –como los Zetas o
el cartel de Sinaloa”.
En esta lógica, explica, los
grupos La Familia Michoacana, los Caballeros Templarios, Jalisco Nueva
Generación y los Zetas cumplieron una función dentro del plan de guerra
de Calderón, “que por vía paralela fue la expresión no armada para la
guerra sucia de los organismos de seguridad del Estado; es decir, que
fueron funcionales a la política represiva que bajo la pantalla de la
guerra a las drogas, se llevó a cabo bajo el gobierno de Calderón”.
El periodista advierte que
bajo el gobierno de Peña, la política represiva quiere refuncionalizar a
esos escuadrones armados que cumplieron tareas vinculadas al tráfico de
drogas, muchos de los cuales están relacionados con negocios
empresariales de exportación, como la minería y transnacionales
agroindustriales. Especialista en geopolítica, Fazio ejemplifica con el
caso de la estadunidense Chiquita Brands (sucesora de la United Fruit
Company), que usó a paramilitares en Colombia para desplazar campesinos y
en esas áreas sembrar sus productos.
“Lo que ocurre hoy en
Michoacán es que a estos viejos escuadrones paramilitares, hechos
aparecer bajo la pantalla de grupos traficantes de drogas, Peña quiere
reencuadrarlos para pasar a una nueva fase y tratar de bajar el nivel de
la violencia. Algunas de estas fuerzas se niegan a cambiar de función”,
alerta el analista.
En analista previene contra el
uso indiscriminado del término Estado fallido, una categoría que,
señala, viene de los tanques de pensamiento de las agencias
estadunidenses CIA y Pentágono y es un comodín para desestabilizar
países. “Lo que se oculta es que normalmente habla de países que están
en estado de descomposición o desestabilizados, muchas veces por fuerzas
internas o muchas veces –y esto es lo que no se ve- por fuerzas
externas”.
Fazio recuerda que el concepto
de Estado fallido apareció en México entre los gobiernos de George W.
Bush y Barack Obama, con una campaña de saturación mediática en la que
la secretaria de Estado estadunidense, Hillary Clinton, planteó que en
México hay narco insurgencia, tratando de “asimilar grupos de la
economía criminal con tácticas propias de los grupos rebeldes armados”.
Por lo tanto, las políticas que tendría que llevar a cabo el gobierno
mexicano, apoyado por Estados Unidos, serían de contrainsurgencia.
“Estos términos están vinculados a las políticas de la CIA Y el
Pentágono, relacionadas con las guerras neocoloniales por los recursos
estratégicos”.
Autor del libro Terrorismo
Mediático, Carlos Fazio asimila lo sucedido en Michoacán a Guerrero,
donde el gobierno de Peña Nieto “logró en enero, principalmente a través
de los medios electrónicos de control monopólico privado, posicionar el
tema de las autodefensas y vincularlos a la Policía Comunitaria (PC) de
la Montaña”. El analista, especialista en medios de comunicación,
expone que el asunto se manipuló de tal manera que pareciera que la PC
es lo mismo que grupos de civiles armados que pueden responder a los
Caballeros Templarios o al cartel Jalisco Nueva Generación. “Hubo una
manipulación mediática dirigida a enrarecer el agua en la que se mueven
muchos grupos civiles armados, algunos que tienen que ver con prácticas y
costumbres indígenas, y se los trata de hacer asimilables a expresiones
vinculadas a grupos delincuenciales”.
Para distinguir a los grupos
de civiles armados, considera Fazio, se debe separar “su origen, a qué
se dedican, qué prácticas siguen y de quién se defienden”. Las
autodefensas y guardias comunitarias tienen que ver con la comunidad,
define: “Aunque tienen elementos ladinos, su tarea es preservar el orden
en áreas campesino-indígenas que se rigen por métodos comunitarios; sin
embargo, surgen otras expresiones donde el perfil es de grupos de
civiles armados no indígenas, y hay que ver qué tipo de labores
realizan”.
La política de Estado de Peña
dentro de la que se enmarcan los grupos civiles armados, reitera Fazio,
tiene un “destino final” de enrarecer el ambiente. “Como el PRI (Partido
Revolucionario Institucional) llega con un proyecto para estar 30, 40 o
70 años más, quiere construir un modelo que desde la óptica del
discurso, se asiente en que México es un Estado de Derecho en el que no
pueden existir autonomías, es decir, grupos de civiles armados. El
gobierno es quien debe garantizar la seguridad de la población, y el
gobierno de Peña dice que va a garantizarlo”.
El discurso del Estado de
Derecho, más que con la PC de Guerrero, tiene que ver con el zapatismo,
valora el escritor. “Si nos centramos en Apatzingán, perdemos la vista
que lo que quiere Peña es terminar con las autonomías y concentrar el
poder, como en el viejo PRI”. En el caso de Guerrero, se puede ver en el
detalle de que el jefe militar de la zona planteó que detrás de las
autonomías se encuentra el Ejército Popular Revolucionario (EPR),
ejemplifica.
“Se está ensayando una nueva política
represiva del régimen; transitamos a una nueva modalidad – tan o más
cruenta que la fase que le tocó propiciar a Calderón”, advierte Fazio,
que señala que no ve una pacificación a futuro, “así sea paz de los
cementerios. Hay contradicciones al interior del Estado de tipo policial
que se quiere imponer, hay resistencia entre grupos civiles aliados, y
tendremos un buen tiempo de crisis como ésta”.
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2013/11/michoacan-el-laboratorio-penista-para-acabar-con-las-autonomias-carlos-fazio/
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