En Oaxaca, de cualquiera, padre, madre, abuela o abuelo de niños que asisten o han asistido a una escuela pública, después de tantos años de estar conviviendo con los maestros de la sección 22 del SNTE, motor principal de la lucha de la cnte, nuestras reacciones ya son bastante meditadas, cargadas de experiencias: más de 30 años con maestros en la oposición política. Hemos hecho de la suspensión de clases una tradición anual, hemos vivido con ellos una insurrección que logró paralizar y hacer a un lado durante meses al gobierno en turno (2006), casi nos hemos hecho indiferentes a las desapariciones y asesinatos de muchos maestros o sus familiares que tienen que ver con su comportamiento político. Ése es el ambiente escolar educativo en el que vivimos los que aún confiamos en la educación pública o que no tenemos la posibilidad de volvernos clientes de las numerosas escuelas privadas que han surgido en la ciudad de Oaxaca. Esto puede hacer pensar que este gran movimiento se refleja en todo el ámbito educativo; sin embargo esto es muy contradictorio, casi rayando en lo traumático, ya que encontrarse en la comunidad al maestro que vimos en el centro de la ciudad en una huelga de hambre, o al que se alimentaba y dormía en la calle para mantener su plantón, o al que vimos marchar combativamente gritando con convicción sus reclamos, encontrarse con ellos como nuestros maestros, es encontrarse a la esperanza. Creemos que son tan humillados como cualquier indígena. Sus reclamos de libertad, de democracia, de defensa inquebrantable de los derechos, nos ilusionan pensando que podrán entendernos.
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Cuando sucede todo esto se llega a una gran neurosis colectiva, que se pregunta uno: si en éstos no puedo confiar para la resolución de mis problemas, qué hacer. Es cuando la mayoría de los padres de familia pierden toda iniciativa y ya sólo obedecen lo que el maestro dice, que para entonces ya puede darse el lujo de sólo sugerir.
Todo esto es lo que sucede en una región indígena, que es donde yo me muevo. Los maestros y maestras de mi región son mis amigos, parientes, compañeros de alegrías y fiestas, con algunos hemos trabajado juntos, la mayoría de ellos bien intencionados, nobles y trabajadores (hay excepciones). Entonces ¿qué pasa? Esto se puede entender si vemos el origen de los maestros para los pueblos indígenas: fueron jóvenes improvisados, con que tuvieran estudios de secundaria o algo de bachillerato bastaba, poco a poco aprovechando los días destinados al descanso empezaron a asistir a la ciudad de Oaxaca a centros pomposamente llamados de perfeccionamiento pedagógico, y muchos lograron títulos de licenciados o maestrías. Obviamente, lo que han reproducido en la comunidad a través de las aulas es lo que en esos centros se les ha inculcado. Ahora ¿quiénes son los que enseñan en esos centros? No son profesionales de la educación, la mayoría son profesionistas que trabajan durante la semana en instituciones que poco tienen que ver con la educación, y que los fines de semana para completar sus ingresos hacen la labor de pedagogos. Así es como funciona la formación del maestro de pueblos indígenas.
Fotos: Thomas McGovern |
Para terminar quiero agradecer a los maestros que están luchando por sus derechos, porque han hecho que este asunto de la educación esté en las tiendas, en las cantinas, en los centros de trabajos, en el facebook. Tanto, que me provocó un sueño: soñé que el gobierno decretaba suspensión de clases durante todo el año escolar en curso y en todas las escuelas del país, para que maestros, pedagogos, padres de familia, estudiantes, gobierno y ciudadanos en general empezaran a plantearse no una reforma educativa, sino una revolución educativa. Por eso cuando desperté, se me ocurrió escribir esto. Adelante maestros ..
Vía:
http://www.jornada.unam.mx/2013/10/12/oja-oaxaca.html
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