Dicen muchas personas, amigos muy queridos, incluso familiares (no míos, afortunadamente mi gente sabe que yo y muchos amigos y familiares somos maestros) que esto está bien, que México se merece ya un cambio, una reforma educativa. Pero lo que te están vendiendo TODOS LOS DÍAS en radio, prensa y televisión NO es una reforma educativa. Yo lo sé porque, entre otras cosas, no ha habido un cambio en los planes de estudio. En la escuela en la que estudian tus hijos, tus primos y tus vecinos se están usando los programas del 2011, los implementaron este año y, casualmente, no tienen ninguna o casi ninguna diferencia de los del 2006. Y la reforma no contempla todavía hacer cambios a esa condición. Sin embargo, lo que sí se cambió fueron las condiciones de trabajo.
¿Miedo a la evaluación? Yo no le tengo miedo. Y te aseguro que ninguno de mis amigos y compañeros docentes le tiene miedo. No se trata de la evaluación sino de las condiciones de la misma, de las mentiras que se unen una a una hasta convertirse en una verdad indisoluble: que las reformas económicas, energéticas, de comunicaciones y educativa, son parte de un plan para beneficiar a algunos solamente, no a ti, ni a mi, ni a nadie de los que todos los días se joden el lomo para llevar algo de comer a sus casas.
En la tele no te han dicho de los desaparecidos, de que los heridos, de los arrestados injustamente, de que los maestros fueron traicionados cuando estaban a punto de salir por su voluntad del Zócalo, del reportero que fue arrestado por tomar video de los granaderos, del chico que fue a recoger a su madre que trabajaba en el centro y que fue arrestado porque grabó a los policías, del buldozer que tiró las carpas. No te dicen que esos maestros están hoy pasando una noche terrible, de hambre, frío, lluvia y rabia en el Monumento a la Revolución porque no los dejaron llevarse sus cosas, mientras tú ves cómodamente frente a tu televisión a Ciro, López Dóriga o cualquiera de los que gustes y mandes, mientras le mientras la madre a los pinches maestros mugrosos revoltosos.
Que te diviertas en el Zócalo el quince de septiembre mirando a tu guapo presidente mandando loas a los héroes que ni sabe quienes son porque nunca leyó sus libros de texto, con tu sombrero de charro y tu banderita tricolor que de seguro ni sabes qué significa, mientras pisas los charcos de sangre de los otros héroes que todos los días dan su sudor, su garganta y a veces hasta su dinero por educar a tus hijos. Viva México, cabrones.
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