viernes, 2 de agosto de 2013

Argentina: Inseguridades ... por Silvana Melo


(APe).- Rodeada de alarmas, rejas y pitbulls, con gesto uniformado y mirada severa, la política decreta en días de campaña que la inseguridad es el problema favorito de “la gente”. Visten sus discursos de rigor, prometen mareas policiales (dispuestas al gatillo ligero), vigilancia panóptica, penas durísimas, cárceles inviolables, justicia impiadosa. Para que todos suspiren alivio, abracen sus bienes y encierren sus males en el patio de atrás. Para que haya castigo ejemplar, linchamiento institucional y denigración en cautiverio. Pero una vez que el delito fue. Nunca pre-ver la construcción del delincuente. Nunca reformular las vidas. Nunca torcer el germen de la violencia. Nunca transformar el nido donde se la acuna. 
Un 11,7% de los hogares argentinos sufre de “inseguridad alimentaria”: la ración de alimentos reducida obligadamente con serio peligro de sufrir hambre. La inseguridad alimentaria severa es un estado que abarca a un 5% de hogares y que implica la reducción de alimentos con consecuencias directas de hambre. En los hogares con niños el porcentaje trepa hasta el 8,1% (Barómetro de la Deuda Social  Argentina 2013– Universidad Católica). El acecho del hambre (que no es lo mismo que una entradera) trepa casi al 25 por ciento de los hogares de las barriadas más populares. Y es hambre concreto (que apunta a la nuca y al estómago y es vejatorio y feroz) en el 10 por ciento de las casitas más pobres de los confines.
Contra esta inseguridad (la de aquellos que no tienen bienes que abrazar y con los males comparten cama y fideos) no hay spots ni proyectos de leyes ni penas severas ni cámaras de vigilancia ni discursos encendidos.
Algunas inseguridades pagan más que otras.
Sergio Massa se quita el saco y se arremanga amenazando con “pelear” contra la inseguridad en un video de campaña. También se quitó la sonrisa y se puso el rigor. A la vez, fletó siete proyectos ad hoc.
Entre ellos para que sea obligatoria una cámara cada mil personas. Para que el ojo del amo sea voyeur de la libertad ajena. O para engordar el negocio de los propietarios de la videovigilancia.
Entre ellos, para endurecer penas. A narcotraficantes, por ejemplo. Si es que alguna vez va preso alguno, por gracia de dios o del poder que un día ilusorio decide dejar de ser cómplice. Y de cortar los hilos por la delgadez del pibe que consume y se consume en una esquina. O del minidealer que fue pibe ayer y se convirtió en proveedor para subsistir.
Porque el 85,5 % de los habitantes del país tiene miedo (ODS – UCA) y no del hambre propia y no del hambre de los otros. No el miedo colectivo que reacciona colectivamente. Tiene el miedo puesto sobre la piel por la sangre y la muerte difundida en serie -veinticuatro horas-, tiene el miedo puesto sobre la frente por los discursos que le avisan que el afuera mata y que el otro mata. Y que es mejor quedarse en casa, en sillón individual y paredón feroz con alambre concertina.
Inseguros los niños de Lugano, muertos de frío y fuego en una casilla, solos. Insegura la bebe de siete meses que no sobrevivió a la helada catamarqueña porque el amanecer congelado se colaba por ranuras y ventanas. Inseguros los pibes que se niegan a trabajar para la bonaerense y desaparecen o terminan muertos en el zanjón del anonimato. Inseguros los pibes que se convierten en mano de obra del horror porque antes no fueron visibles para nadie. Inseguros los pueblos amenazados por el cianuro, el glifosato, el fracking y el suelo que se mueve a sus pies. Inseguros los pibes extirpados de porvenir y de esperanza. Que fuman y aspiran puñales y venenos.
Para ellos no hay leyes nuevas ni penas severísimas ni discursos que metan miedo ni políticas públicas.
Algunas inseguridades son más inseguras que otras.
Será por eso que 3 de cada diez no esperan que votar les cambie nada en la vida. Será por eso que no creen, esos 3, que votar transforme.
Y el escepticismo sube cuando el que pregunta se anima a los barrios de los confines. Donde votar nunca les cambió el desasosiego ni el olvido. Donde sólo los quieren para clientes que se descartan. Donde manda el puntero, la gendarmería en la frontera del bien y el mal y el plan para disciplinar rebeldes. Pero nada cambia nunca.
La vida sola y exonerada de la fiesta es siempre la misma. Picada de inseguridades sin candidatos que peleen por ellas. Ni proyectos de ley que endurezcan las penas para los propagadores del hambre. Ni para los replicantes de la desgracia.

Vía:

 http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7885:silvana-melo&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106

No hay comentarios:

Publicar un comentario