Tres son las respuestas
generales para justificar su accionar utilizadas por los militares
acusados de haber ordenado torturas, ejecutado personas o participado en
sesiones de “apremios” programados o espontáneos: “no lo sabía”, “todos
lo hacíamos” o “recibí órdenes superiores”. No son monstruos, ni seres
desquiciados sino hombres ordinarios, pero en posición de poder los que
cometen tales prácticas criminales contra seres humanos, explica Hannah
Arendt.
Es lo que la filósofa judía-alemana
analiza en sus famosas crónicas publicadas en un libro sobre el juicio a
Adolf Eichman en Jerusalem (1961) llegando a la conclusión que los
nazis torturadores y exterminadores expresan simplemente la “banalidad
del mal”. Arendt quiere decir que esos individuos son seres “normales”,
“banales”, pero sin consciencia de lo que es el mal y el bien (“no tienen el coraje ni la capacidad de pensar por ellos mismos”
diría Emanuel Kant, ni tampoco de asumir las consecuencias de sus
actos). En otros términos, no tienen principios ni valores claros a
partir de los cuales ajustar su conducta. Son incapaces de defender
valores humanos fundamentales, menos de elevarse en el plano moral.
Fueron adoctrinados en los aparatos militares o recibieron una educación
simplemente “normal” o, como sus cómplices civiles, sin ejercicio de la
crítica.
Que quede claro que en parecidas
circunstancias hay quienes se negaron a dar esas órdenes bárbaras.
Tampoco obedecieron aquellas que ordenaban obtener información con
“apremios” para luchar contra los “enemigos de la patria” o de la
“civilización cristiana” o para aniquilarlos porque eran seres que según
la fraseología del momento “se lo merecían”.
Lo que demuestra que en las peores situaciones límites somos libres, diría Jean-Paul Sartre, y por lo tanto, responsables.
La investigaciones de la historiografía
contemporánea sobre el tema son convincentes. Hubieron militares
alemanes e incluso miembros de las temibles SS que se negaron a torturar
o a eliminar a judíos, comunistas, gitanos y homosexuales y a otras
“razas inferiores”, según la ideología nazi. Y no fueron ejecutados por
desobedecer órdenes. De cierta manera entonces la responsabilidad de los
que se callaron en Chile, civiles y militares, es evidente. Lo mismo
sucedió en Argentina durante la dictadura, donde incluso agentes de la
policía civil se negaron a cumplir órdenes de militares torturadores y
no sólo no entregaron detenidos sino que los protegieron.
En Chile no hubo oficiales que adoptaron
una actitud honorable. Por contra, suboficiales y marineros
constitucionalistas de la Armada se opusieron al Golpe militar del 73.
Ahí hubo grandeza y no en los generales “rastreros” como los llamó en su
momento Salvador Allende.
No olvidemos que en Chile muchos fuimos
tratados de ratas y de humanoides marxistas o comunistas por los diarios
de la Sociedad El Mercurio hace menos de 40 años. Y eso que ya habían
relatos escritos y fílmicos sobre los campos de concentración, estaba
redactada la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU y
el cristianismo desde hace siglos afirmaba que “no debes hacerle al
prójimo lo que no quieres que hagan contigo”. Esto último no impidió que
hubiera curas que fueran cómplices de tales aberraciones.
Por eso cuando el General (R) Fernando
Matthei dice en la causa por víctimas de la AGA que hoy lleva adelante
el ministro Sergio Vásquez: “A la pregunta que el Tribunal me formula
acerca de si tuve conocimiento que en la Academia de Guerra Aérea (AGA)
se torturaba a los detenidos, declaro que jamás lo supe”. Los
antecedentes disponibles van en sentido opuesto a estas declaraciones.
La madre de Michelle Bachelet, Angela
Jeria, en un gesto incomprensible de su parte, ha descartado que el
comandante en jefe de la FACH, Fernando Matthei, tenga responsabilidad
en la muerte de su esposo, Alberto Bachelet, sucedida en 1974 en la
Academia de Guerra.
Y ha insistido en que “Siempre el
general Matthei ha sido amigo nuestro, lo estimo mucho y yo tengo la
certeza de que él no estuvo en la Academia de Guerra en el tiempo en que
mi marido estuvo ahí”.
Sin embargo la información recabada en
años de investigación meticulosa muestra lo contrario: Matthei iba
menudo a la AGA, almorzaba con los torturadores e incluso estuvo
recorriendo los lugares de tortura (*).
La cultura del silencio en la que se
mueve la elite política, militar y empresarial chilena debe romperse.
Esperamos que en un tema nacional de la envergadura del asesinato de un
General que colaboró en el ejercicio de sus funciones con el Gobierno
del Presidente Allende y de los crímenes de lesa humanidad cometidos por
los esbirros de la dictadura de Pinochet, la ex presidenta y candidata
Michelle Bachelet se pronuncie con claridad.
Así como el pasado vuelve,
presentándonos hoy las hijas de dos miembros de la “familia militar”
como candidatas a la presidencia, muchos chilenos exigimos
pronunciamientos claros acerca de los crímenes no resueltos en justicia
de este pasado cercano. Es una afrenta a la ética y a la consciencia
histórica que una heredera del “legado” pinochetista y ultraderechista
doctrinaria como Evelyn Matthei sea candidata a la Presidencia. Habrá
materia de comentarios suspicaces en la prensa internacional donde
resaltará la legitimidad del descontento social ante una elite política
ciega, inmoral y sin recambio.
Si la elite está acostumbrada a
“privatizar la verdad” es el momento de saber qué piensa la candidata
del Pacto Nueva Mayoría ante el asesinato de su padre y frente a
situaciones que la misma Concertación prometió esclarecer públicamente y
hacer Justicia. Callarse y optar por decir que es la justicia la que
debe resolver, es contribuir a mantener en el tiempo la banalidad del
mal denunciada por Hannah Arendt y por la cineasta alemana Margarethe
von Trotta en un magnífico film acerca de la extraordinaria filósofa
judío alemana, hoy en las pantallas de Europa y América del Norte.
Por Leopoldo Lavín MujicaEl Ciudadano
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(*) Ver el artículo en elmostrador.cl: http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2013/07/26/piden-procesamiento-de-fernando-matthei-como-presunto-autor-de-las-torturas-que-sufrio-alberto-bachelet/
Vía:
http://www.elciudadano.cl/2013/07/28/75053/las-matthei-las-bachelet-y-la-banalidad-del-mal-de-hannah-arendt/
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