(APe).-
“¿Te acordás, Pájaro, de los compañeros que torturaste?”… El grito
retumbó adentro del palacio pleno de formalidades aquella mañana tan
temprana de nueve años atrás. “¿Te acordás?”, insistió. Había soñado con
enfrentarlo tantas veces que quizás hasta lo mascullaba entre sueños,
en los ratos libres del Hogar por el que pasaron tantos pibes y al que
le estampó el nombre de su hermana Pichuca, la que no volvió. “¿Te
acordás?”, lanzó con la voz clavada en los ovarios y el coraje
compartido con Miriam Lewin, otra sobreviviente de los días de monstruos
marionetas del Estado. Y los luchadores por los derechos de los hombres
le creyeron. Y nadie dudó de su memoria cobijada -prolija y desmedida-
en los recovecos del dolor, en las cuevitas del alma. Y le creyeron
porque la memoria es insumisa y obstinada. Y porque la utopía tiene raíz
de miel y de sangre amasadas.
Y por qué ahora y no hace 15 ó 20 años,
preguntaban ellos. Porque antes no quisieron escuchar. Y porque ahora
es funcionario y antes no, respondían. Porque usted le insufló protagonismo al ex sargento de los grupos de tareas y le dio un cargo en el ejecutivo municipal. Y el intendente de la ciudad, Helios Eseverri, hablaba en aquel 2004 de
totalitarismos que avanzan sobre los pueblos con dos ataques
principales. Primero cercenan todo derecho a disentir, luego combaten a
todo el que intente disentir; y al punto avasallan sin piedad ni
excepción todo derecho a la inocencia, como condición principal para
infundir miedo y anular todo atisbo de discrepancias. Así han procedido a
lo largo de la historia. Hay miles de ejemplos, pero recordemos aquí,
sólo a la Inquisición, a Hitler y a Stalin. (*)
Pero los organismos le creían a la Poquito,
como la llamaban los compañeros a ella. Por chiquita, por frágil. La
única mujer en el Monte Peloni, el centro clandestino que ostentaba
inscripciones del Ejército en las paredes, en los platos, en la frente
misma de los hacedores de la muerte y la tortura. Le creían a ella los
organismos, las Madres, las Abuelas, la Secretaría de Derechos Humanos
de la Provincia, la APDH. Le creían los Hijos. Porque la muerte y la
tortura no se inventan compañeros, decían. Le creían y desde el 16 de
junio de 2009 está detenido en Marcos Paz y antes de fin de año
atravesará el juicio en su contra.
“No cometamos la torpeza de enfrentarnos
entre uniformados y civiles” y “no voy a aceptar ningún linchamiento
mediático”, dijo CFK . César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani,
como “el Pájaro” Ferreyra, hubiera transitado mansamente su historia
militar si no hubieran hecho foco tenaz sobre su rostro con una jefatura
del Ejército.
37 años después de tanta vida acribillada,
alguien encuentra un papel. Alguien recuerda un diálogo. Alguien desnuda
una historia. 37 años después de aquel 29 de junio a las seis y media
de la tarde alguien sacó a la luz la “deserción” del colimba riojano
Alberto Ledo denunciada por el casi jefe del Ejército de Cristina que
ahora ya no se sabe si será. Porque según ese mismo papel, Alberto Ledo
desertó pero olvidó llevarse los anteojos, esos sin los cuales no veía
pero sí, en cambio, se llevó la cuchara, la camisa, la bolsa de dormir.
Una friolera de 26.544 pesos de 37 años atrás. Y vincularme después de 36 años suena un poquito extraño, dijo ahora Milani.
El poder danza una danza bizarra y sin
freno. Coopta. Usa. Tira. Coopta. Usa. Tira. Una vieja cantinela de
tajadas para el propio terrenito. No hay misterios. Unos y otros lo
practican como deporte predilecto. Se enfrentan. Juegan al odio. Se
echan fuego. Se rocían de desconfianzas. Se desmerecen respetos. Y
luego, si así lo demanda el contexto, pueblan de abrazo y de prebendas.
El poder es experto practicante de
miserias. Hoy paladín de los derechos humanos, ayer nomás prolijo
mercader desde el propio estudio jurídico. Pasen, señores. Habrá lugar
para todos. Siéntense en el banquillo. Usted. Usted y usted también. A
usted, en cambio, lo nombraremos jefe porque la memoria es corta y no
hay sombras que le puedan manchar la pechera de sangre. Milani cumplirá
60 en 2014. Alberto Ledo hubiera cumplido los 60 el 2 de julio de 2015.
Araceli, la Poquito, los cumplió este año.
La mirada Magnetto de la vida y la mirada K
de la historia confluyen en la misma maraña discursiva. Se cambian
roles. Se travisten. Se permiten jugar al juego del disfraz y asumir
inquietud y valentía cuando hasta ayercito caminaban otras veredas. Se
miden. Toman distancia. Se azuzan. Se gritan. Se detestan. Se
cuestionan. Se reprochan. Se suben al escenario de los falsos dioses
cuantas veces crean conveniente. Se retan a duelo en tiempos extraños.
Toman vana y bizarramente como territorio de disputa preeleccionario el
de los derechos humanos. Arman falsos decorados que se
destruirán/olvidarán/abandonarán ni bien soplen otros vientos.
Compran lo que parecía innegociable. Juegan
en subastas y gritan múltiples abanicos de precios en el mercado del
regateo. Punto y banca, señores. Arranca el juego. Pago uno sobre otro
los billetes de la ilustre cooptación.
Expusieron al remate la historia entera. Los falsos paladines y los falsos héroes de la libertad.
Hubo un tiempo en que todos ellos callaron.
En que casi todos miraban hacia otro lado. Un tiempo en el que unas
pocas mujeres de pañuelo y un manojo de soñadores se jugaron la vida y
alzaron el grito contra la muerte.
Hubo un tiempo en que unas pocas mujeres de
pañuelo y un manojo de soñadores no confundieron dónde estaba la verdad
y cuáles eran los senderos de las falsas profecías. No pusieron en duda
cuáles eran los vanos cantos de sirenas y cómo se cantaba desde las
entrañas y sin disfraz. Un tiempo sin máscaras de plástico que se
derriten y se achicharran al primer fueguito.
(*) De la gacetilla de prensa de Helios
Eseverri a medios nacionales que indagaban sobre la historia de Omar
“Pájaro” Ferreyra (2004).
Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7874:claudia-rafael&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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