La Corte de Apelaciones de Chillán deberá fallar próximamente la causa
del agricultor orgánico José Riquelme Vásquez contra la transnacional
Monsanto Chile, que arruinó al productor vendiéndole semilla de melón
“mejorado” que no correspondía a la variedad comprada. La demanda fue
interpuesta en 2009 contra la transnacional semillera y la firma
comercial Mahuida Ñuble, distribuidora de semillas Seminis/Monsanto.
En octubre de 2004, José Riquelme pagó tres millones de pesos
chilenos por 50.000 semillas de la variedad híbrida de melón Braco en
esa distribuidora, pero recibió –sin saberlo- semillas de otras
variedades de melón. José Riquelme cosechó melones que no cumplían los
requisitos necesarios para su exportación a Francia por ser más blandos y
de poca durabilidad. Monsanto/Seminis asegura en www.seminis.com que sus híbridos “ofrecen mayor rendimiento, mejor calidad, uniformidad, sabor y nutrición…”
Argucias y fantasmas legales
En enero de 2013 la jueza Claudia Arenas, del segundo Juzgado de
Letras de Chillán, falló la causa rol C-148-2009 a favor de Monsanto,
salvando a la transnacional de indemnizar por el daño “por improcedencia de la acción de la manera que se planteó”, según dice la sentencia. Reconoció,
sin embargo, que el productor tenía razones para litigar, eximiéndolo
del pago de las costas. Curiosamente Mahuida Ñuble, representada por
Rodrigo Quezada Valdebenito, se convirtió en fantasma: Quezada nunca
compareció en el juicio y la sentencia puntualiza que “la causa se
tramitó en rebeldía de la demandada Sociedad Comercial Insumos y
Productos Agropecuarios Mahuida Ltda”. Monsanto, que en enero de 2005
compró Semillas Seminis, sostuvo en la corte que no es parte del
contrato firmado por Riquelme con esa distribuidora de su semilla, y
desconoció todo vínculo con Mahuida. Monsanto Chile es la continuadora
legal – rut incluido- de la empresa Semillas Seminis. Desde 2005,
Monsanto/Seminis sacó de su catálogo la variedad Braco, reconociendo
implícitamente que el híbrido que patentó, no era homogéneo y estable,
requisitos imprescindibles para registrar (patentar) una variedad y así
poder cobrar por ella la millonaria suma.
La transnacional Monsanto tiene fama por arruinar a pequeños agricultores, llevándolos a juicio por producir sin pagarle royalties
por sus semillas transgénicas. Es el ladrón detrás del juez, ya que sus
cultivos han contaminado los cultivos convencionales, convirtiéndolos
en transgénicos. Hasta el año 2007, había entablado demandas por no pago
de patentes contra 57 agricultores por un monto total de
US$21.583,431, según datos del Center for Food Safety de
Estados Unidos. Los monocultivos que promueve, con uso intensivo de
plaguicidas venenosos como el Roundup, contaminan la tierra y el agua,
causan malformaciones congénitas y enfermedades crónicas a las familias
que viven cerca de las plantaciones, y terminan expulsando a los
campesinos de sus territorios. En 2012 el Tribunal de los Pueblos que
sesionó en India, enjuició y condenó a Monsanto por violaciones a los
derechos humanos de los campesinos y campesinas. Sin embargo la
corporación, que controla el mercado global de semillas híbridas y
transgénicas, se ha jactado este año de alcanzar las mayores ganancias
de su historia.
Alerta a los campesinos
El agricultor chillanejo José Riquelme expresó a PF: “Yo demandé a
Monsanto pensando en todos los agricultores. Lo que ocurre hoy es que
los campesinos hemos perdido nuestras semillas originales y estamos
obligados a comprarle a Monsanto (Seminis). Yo sé que si siembro melón
Cantalupo, que es una variedad de acá, nuestra, voy a cosechar melón
cantalupo. En cambio si siembro un híbrido de Monsanto, no sé si la
variedad va a ser la que dice el envase. La empresa no se responsabiliza
por los resultados de las semillas que vende como certificadas”.
La dura experiencia vivida hace concluir a Riquelme: “Lo mejor sería
que el campesino tuviera y reprodujera su propia semilla. Así se
gastaría menos y tendría mejor salud, no dependeríamos de las empresas
ni de los fármacos. Para tener buena salud hay que tener sobre todo una
alimentación sana. Necesitamos un gobierno que apoye una agricultura
libre de químicos y transgénicos. “
José Riquelme (52 años) es casado, y tiene una hija de nueve años. Es
el tercero de diez hermanos, y su padre era hortalicero. En la familia
sembraban cebolla, maíz y remolacha. Se convirtió a la agricultura
orgánica en los años 90, después de ser hospitalizado por intoxicación
con el insecticida clorpirifos, que aplicaba a sus cultivos. Se capacitó
en producción agroecológica y participó en diversas giras
tecnológicas a Holanda, Alemania y Cuba. El año 2004 vivió la
experiencia de la Feria Orgánica de Tokio, BioFach y su futuro como
exportador de productos sanos, parecía asegurado.
DICOM y un padre arruinado
Con su hija Florencia recién nacida, después de la fallida cosecha
José Riquelme se vio de pronto en el registro de DICOM, con cheques
protestados, e incapacitado de continuar trabajando como productor
agrícola. Por eso en la demanda solicita indemnizaciones por daño
emergente, lucro cesante y daño moral, por un total de $170 millones de
pesos.
En años anteriores el agricultor había exportado cebolla y zapallo
orgánicos. Se había comprometido a exportar 12 mil cajas de melones
verdes Braco (piel de sapo) a Alroprim, una sociedad comercial de
Perpignan, Francia. Pronto vio que la mayoría de los melones no eran
Braco. En marzo de 2005 Rubén Albornoz, gerente comercial regional de
Seminis, y José Miguel González, genetista de esa empresa, visitaron la
plantación ubicada en Las Coles, cerca de Chillán, a pedido de Riquelme,
constatando lo ocurrido. El agricultor presentó como prueba al
tribunal, el “acuerdo y finiquito” por 15 mil dólares presentado por
Albornoz luego de la visita, que no fue firmado por el afectado por
insuficiente. Seminis reconoció la oferta en un juicio criminal previo
que se hizo en 2007 sólo para probar los hechos.
Además del gasto en las semillas, Riquelme había invertido en
arriendo del predio y de un packing; en riego por goteo, mulch, guano
rojo, control biológico de malezas y mano de obra. Un informe técnico cifra
las pérdidas en 70 millones de pesos con 98% de falla de la variedad
Braco. La empresa francesa le había notificado que la pérdida ocasionada
por el no envío de los melones alcanzaba a 120 mil euros.
Lecciones aprendidas
“Chile debería ser orgánico 100%, y sacaría los mejores precios por
su producción de alimentos. La agricultura tradicional no puede ser
agricultura extensiva, no puede competir en ese terreno. Hay que
producir alimentos de calidad, libres de químicos y transgénicos. Para
salir de la pobreza, un pueblo debe dedicarse a resolver su
alimentación. Si no lo tiene resuelto, no puede llegar a ser
desarrollado”, sostiene Riquelme, que ha seguido autocapacitándose en
métodos de producción agroecológicos que no dañan al medio ambiente.
Su desastre fue con semillas híbridas, pero él sabe que Monsanto
vende además semillas transgénicas. Y destaca que el investigador
francés Gilles Séralini ha hecho estudios que muestran lo que pasa con
las semillas transgénicas que vende Monsanto: las ratas hembras
alimentadas con maíz transgénico y Roundup mueren un año antes que las
alimentadas con maíz convencional. Afirma: “Si hay dudas en estos
productos, deberían abstenerse de autorizarlos. El efecto tiene que ver
tanto con la transgenia y los cambios de ADN que se producen en la
planta, como con el herbicida Roundup. En los cultivos transgénicos los
químicos siempre están de la mano con ellos, se vende el paquete
completo”.
Monsanto y el control de nuestros alimentos
El negocio de Monsanto es redondo. La transnacional con base en St.
Louis, Missouri, Estados Unidos, es la compañía semillera más grande del
mundo, y la cuarta en la venta de plaguicidas indispensables para
cultivar sus semillas híbridas y transgénicas. El último informe de sus
ganancias publicado en el Wall Street Journal revela que sus ventas de
semillas subieron el último trimestre de 2012 en un 14%, alcanzando a
1.76 billones de dólares, luego de triplicar las ventas de maíz
transgénico en América Latina y Estados Unidos. Entre 1996 y 2007,
Monsanto compró más de una docena de compañías semilleras más pequeñas,
entre ellas Seminis, uno de los más grandes distribuidores de semillas.
A su vez Seminis había estado adquiriendo compañías semilleras desde
mediados de los 90s.
La industria semillera estaba ligada a las universidades y entidades
de investigación de los gobiernos. Pero ahora es patrimonio de los
grandes “obtentores” entre los cuales también figuran Dupont/Pioneer y
Syngenta, entre otros. En laboratorios, las transnacionales desarrollan
nuevas variedades de semillas híbridas (“mejoradas”) y transgénicas
(manipuladas genéticamente) para luego patentarlas y cobrar por esa
semilla un valor que puede ser hasta mil por ciento mayor al de la
semilla original.
Monsanto promovió el golpe en Paraguay, y está invadiendo suelo
africano con semillas transgénicas. Con su dinero compra legisladores y
gobiernos al tiempo que logra se dicten nuevas normas y leyes en
Estados Unidos y el mundo para incrementar su poder. Financia en Estados
Unidos la campaña para impedir el etiquetado de los alimentos
transgénicos impulsado en los estados de California y Hawai, entre
otros.
En México, Brasil, Costa Rica, Argentina, Paraguay y Chile,
organizaciones campesinas, ambientales y de consumidores desarrollan
creciente resistencia al avance de Monsanto y una decidida defensa de
la semilla nativa y la producción agroecológica.
Lucía Sepúlveda Ruiz (Punto Final y www.periodismosanador.blogspot.com
Vía:
http://www.piensachile.com/index.php?option=com_content&view=article&id=11353:2013-05-13-01-40-51&catid=9:noticias&Itemid=9
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