lunes, 1 de abril de 2013

Venezuela: Después de un líder carismático, ¿qué sigue?... Immanuel Wallerstein


El presidente Hugo Chávez, de Venezuela, ha muerto. La prensa mundial y el Internet fueron inundados con evaluaciones de sus logros –y éstas van de la alabanza sin fin a la denuncia interminable. Ciertas personas expresan un grado de alabanza o denuncia más cuidado o restringido. La única cosa en que todos parecen coincidir es que Hugo Chávez era un líder carismático.
¿Qué es un líder carismático? Es alguien que tiene una muy fuerte personalidad, una visión política relativamente clara y una gran energía y persistencia en impulsar esta visión. Los líderes carismáticos atraen gran respaldo, primero que nada en su país. Pero los mismos rasgos de su persona que atraen respaldo son también los que movilizan una oposición profunda hacia sus políticas. Todo esto es cierto en el caso de Chávez.
La lista de líderes carismáticos a lo largo de la historia del mundo moderno no es tan larga. Piensen en Napoleón y De Gaulle, en Francia; Lincoln y F.D. Roosevelt, en Estados Unidos; Pedro El Grande y Lenin, en Rusia; Gandhi, en India; Mao Tse Tung, en China, y Mandela, en Sudáfrica. Y, por supuesto, Simón Bolívar. Tan pronto se consulta una lista así son evidentes varias cosas. Estas personas son líderes controvertidos durante sus vidas. La evaluación de sus méritos y fallas ha variado constantemente a lo largo el tiempo histórico. No parecen desaparecer de la visión histórica. Y, por último, no fueron para nada idénticos en cuanto a su política.
La muerte de un líder carismático siempre crea un vacío de incertidumbre, en el cual sus simpatizantes intentan garantizar la continuación de sus políticas institucionalizándolas. Max Weber llamaba a esto la rutinización del carisma. Una vez rutinizadas, las políticas evolucionan en direcciones siempre difíciles de predecir. Para evaluar lo que podría pasar en el futuro inmediato uno tiene que comenzar, por supuesto, haciendo una evaluación de los logros de Chávez. Pero uno necesita también hacer la evaluación del rapport de las fuerzas internas y de los contextos culturales y políticos más grandes en los que Venezuela y América Latina se hallan hoy.
Sus logros parecen claros. Utilizó la enorme riqueza petrolera de Venezuela para mejorar significativamente las condiciones de vida de los estratos más pobres –expandiendo su acceso a las instalaciones de salud y educación–, lo que redujo la brecha entre ricos y pobres de modos muy notables. Además utilizó la enorme riqueza petrolera para subsidiar las exportaciones de crudo a un gran número de países, especialmente en el Caribe, lo que ha permitido que sobrevivan mínimamente.
Es más, contribuyó sustancialmente a construir instituciones latinoamericanas autónomas –no sólo la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba ), sino la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que agrupa a todos los países del continente americano, con excepción de Estados Unidos y Canadá, y el Mercosur (la estructura económica confederada que incluye a Brasil y Argentina, al que Chávez se unió. No estuvo solo en estos esfuerzos, sino jugó un papel particularmente dinámico. Fue un papel por el que lo felicitó constantemente el ex presidente Lula, de Brasil. El gran número de presidentes de otros países que asistieron a su funeral (unos 34), especialmente de América Latina, da fe de este aprecio. Al buscar la creación de estructuras latinoamericanas fuertes por supuesto jugó un papel antimperialista, uno esencialmente antiestadunidense, y como tal no fue nada querido en Washington.
Debemos resaltar, en particular, el aprecio positivo que el presidente conservador del vecino Colombia tuvo por Chávez. Esto se debió al importante y muy positivo papel que Chávez jugaba como mediador entre el gobierno colombiano y su enemigo: el movimiento guerrillero de largo tiempo, las FARC. Chávez era el único mediador aceptable por ambos bandos, y él buscaba una solución política para poner fin a los combates.
Sus detractores lo acusaron de fomentar un régimen corrupto, autoritario, incompetente económicamente. Sin duda hubo corrupción. Siempre la hay en cualquier régimen en el que hay dinero abundante. Pero cuando pienso en los escándalos de corrupción, en el pasado medio siglo, en Estados Unidos, Francia o Alemania, donde hay aun más dinero, no puedo tomar estos argumentos demasiado en serio.
¿Fue autoritario su régimen? Ciertamente. Esto es lo que se obtiene con un líder carismático. Pero de nuevo, a como van los líderes autoritarios, es notable todo lo que Chávez se refrenó. No hubo purgas sangrientas o campos de concentración. En cambio, hubo elecciones, que la mayoría de observadores externos han considerado tan buenas como otras (piensen de nuevo en Estados Unidos o Italia, o... ), y Chávez ganó 14 de 15. No debemos olvidar tampoco que confrontó un serio intento de golpe de Estado, el cual tuvo respaldo de Estados Unidos, al que sobrevivió con dificultad. Sobrevivió debido al respaldo de la gente y del ejército.
Y en cuanto a la incompetencia económica, sí cometió errores. Y sí, el actual ingreso del gobierno venezolano es menor de lo que era antes. Pero recordemos que estamos en una depresión a escala mundial. Y casi todos los gobiernos en el mundo enfrentan dilemas financieros y hacen llamados a la austeridad. No resulta obvio que un gobierno en las manos de sus opositores hubiera podido hacerlo mejor en términos de optimizar las entradas económicas. Lo cierto es que un gobierno en las manos de sus opositores habría hecho menos por redistribuir internamente la riqueza entre los estratos más pobres.
La única área en la cual no brilló fue en su continuado apoyo hacia una política económica extractivista, pasando por encima de las protestas de los pueblos indígenas en torno al daño ecológico y a sus derechos en pos de un control autonómico de sus localidades. Pero compartió su falta con cada uno de los gobiernos del continente americano, sean de izquierda o de derecha.
¿Qué es lo que puede pasar ahora? Por el momento, tanto los chavistas como la oposición han cerrado filas, por lo menos hasta las próximas elecciones presidenciales. Casi todos los analistas parecen concordar en que el sucesor elegido por Chávez, Nicolás Maduro, ganará estas elecciones. La cuestión interesante es qué ocurrirá después, primero que nada en cuanto a las alineaciones internas. Ningún bando deja de tener divisiones internas. Sospecho que habrá algún barajar de cartas y habrá defecciones en todos los campos hacia el otro bando. En unos cuantos años veremos un despliegue muy diferente de las fuerzas.
¿Qué ocurrirá con el socialismo del siglo XXI –la visión que Chávez tenía de lo que Venezuela necesita hacer en América Latina y por todo el mundo? Hay dos términos en esta visión. Uno es socialismo. Chávez buscó rescatar este término del oprobio en el que había caído, debido a las múltiples fallas incurridas tanto por el comunismo realmente existente como por la socialdemocracia posmarxista. El otro término es siglo XXI. Éste fue el claro repudio de Chávez de la tercera y segunda internacionales, y fue un llamado en pos de repensar la estrategia.
En ambas tareas, Chávez apenas si estuvo solo. Pero su llamado resonó con gran fuerza. Para mí, este esfuerzo es parte de una tarea mayor que todos enfrentamos durante esta crisis estructural del capitalismo histórico y en la bifurcación de dos posibles resoluciones del caos en el que ha caído nuestro sistema-mundo. Necesitamos debatir cuál es la naturaleza del mundo mejor que nosotros, o algunos de nosotros, estamos buscando. Si no podemos clarificar más lo que queremos no es probable que ganemos la batalla ante aquellos que buscan crear un sistema no capitalista que, sin embargo, reproduzca los peores rasgos del capitalismo: las jerarquías, la explotación y la polarización.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein

Vía:

http://www.jornada.unam.mx/2013/03/30/opinion/018a1mun

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