Por: Carlos Jorge Rodríguez Dussán
Nos gustaría creer que existen líneas y rangos determinados cuando en
momentos de reflexión buscamos diferenciar a los “malos” de los
“buenos”. En las películas más tradicionales los matices son bastante
claros, identificar al villano es cuestión de algunos segundos; en la
vida real lamentablemente no contamos con la conveniencia de la edición
cinematográfica para lograr identificar quien es malo y quien intenta
hacer el bien.
En los últimos años y con la ayuda de la interminable crisis
económica que empezó por allá del 2008, la satanización de las esferas
adineradas ha ido incrementando con el paso de los años. Nunca ha sido
muy popular decir “yo amo a los ricos”, sin embargo la retórica a la
hora de referirse a estos había decrecido gracias a las promesas del
neoliberalismo de que todos algún día podríamos llegar a pertenecer al
1%. Pero después de que muchos jóvenes, vieran como pasaban los años y
las oportunidades de desarrollo se las dieran solo a los bien conectados
o a los hijos de los poderosos (políticamente y económicamente
hablando) la esperanza se ha convertido en resentimiento y se ha llegado
a asociar el termino adinerado con corrupto, miserable y explotador. De
igual manera los movimientos sociales que sin importar las buenas
causas de justicia e igualdad por las que luchan han desatado una nueva
ola de romanticismo, en el cual se utilizan términos como “los obreros”
“el Pueblo” “los pobres” como sinónimo de bueno, decente y trabajador.
Nuestro mundo es más complicado que una trama barata de Hollywood,
las líneas del bien y del mal no están definidas como nos gustaría o nos
convendría que estuvieran. Dentro de la gran masa de eso que muchos
llaman entre susurros “clase baja” existen violadores, ladrones,
corruptos, intolerantes, xenofóbicos, en fin todo eso que La Extra nos
recuerda día tras día ronda las calles de nuestras ciudades y pueblos.
De igual manera y me atrevo a especular, dentro de la clase alta y la
media existe la misma cantidad de depravados y depredadores; la única
diferencia es que estas últimas poseen mejores contactos y una mayor
conciencia de lo que puede significar que sus trapos sucios se venteen a
luz pública.
La única diferencia que existe entre un ladrón con dinero y un
asaltante en la calle, es la proporción de daño que pueden ocasionar.
Volviendo al ejemplo de la crisis del 2008, observamos como un pequeño
grupo de banqueros codiciosos pueden traerse abajo la economía global,
destruyendo empresas y dejando sin empleo y fuente de recursos a
millones de personas, lo cual conlleva a países enteros a recortar sus
servicios sociales, de salud y educación, produciendo un enorme caldo de
cultivo para la delincuencia, el tráfico de drogas y armas y una
prolongada inseguridad ciudadana. Mientras que el simple ladronzuelo nos
puede costar lo que llevamos con nosotros y en ocasiones la vida
(ninguna de las dos opciones es mejor que la otra, solo que la magnitud
de un grupo es inmensamente más dañina).
Con el actual estado simplista de colocar a unos grupos en el bando
de los buenos y satanizar a los otros, lo único que estamos logrando es
crear la combinación perfecta para una revolución injusta. Existen
muchos que ven una revolución armada o violenta algo inconcebible; pero
es que la violencia no solo se ejerce a punta de bayoneta, la violencia
también se reproduce con leyes discriminatorias y con la ayuda de las
“autoridades”. Los terribles eventos de la revolución francesa no
deberían jamás de ser olvidados, como una causa justa y necesaria desato
una barbarie sin comparación.
Actualmente en Costa Rica estamos viendo como el abuso de poder y el
continuo crecimiento de la corrupción están creando una brecha más
grande y más difícil de cerrar que la inequidad económica; y es ese
continuo malestar y resentimiento lo que convertirá al país más feliz
del mundo en un campo de batalla social donde podrán más los
sentimientos que la razón a la hora de reformar lo que nos queda de
país; necesitamos despertar y reconocer que no hay clase social mala,
sino individuos sin principios y reconocer que todos tenemos un papel
que cumplir dentro de este país, la única diferencia es que los que
tienen más, pueden hacerse oírse de manera más fuerte.
Vía:
http://revista-amauta.org/2013/04/que-malos-que-son-los-ricos-que-buenos-que-son-los-pobres/
No hay comentarios:
Publicar un comentario