viernes, 5 de abril de 2013

Costa Rica: ¡Que malos que son los ricos… que buenos que son los pobres!...por Carlos Jorge Rodríguez Dussán

Por: Carlos Jorge Rodríguez Dussán


Nos gustaría creer que existen líneas y rangos determinados cuando en momentos de reflexión buscamos diferenciar a los “malos” de los “buenos”.  En las películas más tradicionales los matices son bastante claros, identificar al villano es cuestión de algunos segundos; en la vida real lamentablemente no contamos con la conveniencia de la edición cinematográfica para lograr identificar quien es malo y quien intenta hacer el bien.
En los últimos años y con la ayuda de la interminable crisis económica que empezó por allá del 2008, la satanización de las esferas adineradas ha ido incrementando con el paso de los años. Nunca ha sido muy popular decir “yo amo a los ricos”, sin embargo la retórica a la hora de referirse a estos había decrecido gracias a las promesas del neoliberalismo de que todos algún día podríamos llegar a pertenecer al 1%. Pero después de que muchos jóvenes, vieran como pasaban los años y las oportunidades de desarrollo se las dieran solo a los bien conectados o a los hijos de los poderosos (políticamente y económicamente hablando) la esperanza se ha convertido en resentimiento y se ha llegado a asociar el termino adinerado con corrupto, miserable y explotador. De igual manera los movimientos sociales que sin importar las buenas causas de justicia e igualdad por las que luchan han desatado una nueva ola de romanticismo, en el cual se utilizan términos como “los obreros” “el Pueblo” “los pobres” como sinónimo de bueno, decente y trabajador.
Nuestro mundo es más complicado que una trama barata de Hollywood, las líneas del bien y del mal no están definidas como nos gustaría o nos convendría que estuvieran. Dentro de la gran masa de eso que muchos llaman entre susurros “clase baja” existen violadores, ladrones, corruptos, intolerantes, xenofóbicos, en fin todo eso que La Extra nos recuerda día tras día ronda las calles de nuestras ciudades y pueblos. De igual manera y me atrevo a especular, dentro de la clase alta y la media existe la misma cantidad de depravados y depredadores; la única diferencia es que estas últimas poseen mejores contactos y una mayor conciencia de lo que puede significar que sus trapos sucios se venteen a luz pública.
La única diferencia que existe entre un ladrón con dinero y un asaltante en la calle, es la proporción de daño que pueden ocasionar. Volviendo al ejemplo de la crisis del 2008, observamos como un pequeño grupo de banqueros codiciosos pueden traerse abajo la economía global, destruyendo empresas y dejando sin empleo y fuente de recursos a millones de personas, lo cual conlleva a países enteros a recortar sus servicios sociales, de salud y educación, produciendo un enorme caldo de cultivo para la delincuencia, el tráfico de drogas y armas y una prolongada inseguridad ciudadana. Mientras que el simple ladronzuelo nos puede costar lo que llevamos con nosotros y en ocasiones la vida (ninguna de las dos opciones es mejor que la otra, solo que la magnitud de un grupo es inmensamente más dañina).
Con el actual estado simplista de colocar a unos grupos en el bando de los buenos y satanizar a los otros, lo único que estamos logrando es crear la combinación perfecta para una revolución injusta. Existen muchos que ven una revolución armada o violenta algo inconcebible; pero es que la violencia no solo se ejerce a punta de bayoneta, la violencia también se reproduce con leyes discriminatorias y con la ayuda de las “autoridades”.  Los terribles eventos de la revolución francesa no deberían jamás de ser olvidados, como una causa justa y necesaria desato una barbarie sin comparación.
Actualmente en Costa Rica estamos viendo como el abuso de poder y el continuo crecimiento de la corrupción están creando una brecha más grande y más difícil de cerrar que la inequidad económica; y es ese continuo malestar y resentimiento lo que convertirá al país más feliz del mundo en un campo de batalla social donde podrán más los sentimientos que la razón a la hora de reformar lo que nos queda de país; necesitamos despertar y reconocer que no hay clase social mala, sino individuos sin principios y reconocer que todos tenemos un papel que cumplir dentro de este país, la única diferencia es que los que tienen más, pueden hacerse oírse de manera más fuerte.

Vía:

http://revista-amauta.org/2013/04/que-malos-que-son-los-ricos-que-buenos-que-son-los-pobres/


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