"Juegan al Gran Bonete, repartiéndose las culpas"
(AW) Los vecinos de Buenos Aires y La
Plata aún están padeciendo las trágicas consecuencias del temporal que
se desató esta semana. Miguel Bonasso reflexiona acerca de la ausencia
del Estado en la planificación urbana y la total incapacidad de los
funcionarios para hacer frente a las catástrofes cuando se presentan. A
continuación, su artículo completo.
Por Miguel Bonasso
La furia popular trasciende las internas del oficialismo y las
broncas con gobernantes opositores: en La Plata los inundados putearon
ecuménicamente a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a su
cuñada, la ministra Alicia Kirchner y al gobernador bonaerense Daniel
Scioli. En la ciudad de Buenos Aires, el viajero Mauricio Macri y sus
aláteres del PRO también cosecharon el odio de los vecinos. Odio popular
contra la clase política más que justificado: seis muertos en la CABA,
dos en el Gran Buenos Aires y 51 en La Plata. (Aunque algunas fuentes
sostienen que hubo más de 100 víctimas fatales que se estarían
escamoteando porque entre ellas habría niños y aún bebés).
Incluso si fueran 51 (curiosamente la misma cifra que la masacre de
Once) ya sería una de las peores tragedias "naturales" sufridas por los
platenses. Pero ¿es natural? ¿Es meramente climática, como dijo Mauricio
Macri mientras defendía su derecho a vacacionar en Brasil?
Sólo alguien con muy mala fe podría negar la incidencia en estos
eventos -cada vez más frecuentes y catastróficos- del cambio climático,
que al cabo no es "natural" sino "ambiental", es decir producto de un
sistema que se llama capitalismo. El desplome de 400 milímetros de agua
en apenas cuatro horas, (que bate todos los récords históricos), parece
inscribirse claramente en esta aterradora fenomenología que supimos
conseguir.
Pero los políticos aludidos y otros aún más cínicos o cobardes, como
el alcalde de La Plata Pablo Bruera, no fueron interpelados por una
situación meteorológica global, sino por su negligencia criminal ante
los desafíos concretos del territorio que deben administrar y su
insensibilidad mineral ante el sufrimiento de sus conciudadanos.
Sus dichos los desnudan: "Hay algunos que no son vecinos sino
agitadores y violentos que no quieren ayuda", dijo Alicia Kirchner con
el lenguaje policial que se le pegó de sus tiempos como funcionaria de
la dictadura militar.
"La lluvia no es radical ni peronista, es lluvia", sermoneó su cuñada
la Presidenta a los vecinos de Tolosa (su barrio natal en La Plata)
cuando se quejaban porque nadie los había ayudado en las horas del
terror, cuando eran arrastrados por la correntada o morían ahogados
dentro de sus coches y sus casas.
Mientras los ciudadanos enterraban a sus muertos y se despedían de lo
que tanto les había costado, los dirigentes políticos jugaban al Gran
Bonete, repartiéndose las culpas. Según Macri, las obras en los arroyos
Vega y Medrano no se han ejecutado todavía porque la administración
nacional no le otorgó al gobierno metropolitano los avales necesarios
para obtener financiación externa; según los voceros oficialistas porque
el alcalde porteño es un vago y priorizó otras obras como el Metrobus.
Una polémica estéril, entre ellos, que no les va a servir para ocultar
ante la sociedad civil lo que desnudaron estas inundaciones: la ausencia
total del estado y el desastre como consecuencia inevitable de la falta
de planificación. Tanto Buenos Aires como La Plata son ciudades que se
desarrollaron a partir de las fuerzas ciegas del mercado, con la renta
inmobiliaria como patrón para la ocupación del espacio urbano, con el
cemento suprimiendo espacios verdes que filtraban el agua. La codicia
inmobiliaria alza sus torres gigantescas, sin importarle que sus enormes
cimientos opongan barreras subterráneas al drenaje.
La miseria, la marginalidad, los negocios sucios, convierten la
ciudad capital en un basurero que recuerda las páginas más sórdidas de
Víctor Hugo, con esas bolsas negras "de consorcio" que taponan las
coladeras y flotan después, junto a los autos, en esos rápidos temibles
en que se han convertido aquellas calles que Borges prefería
enternecidas de sombra.
Y esto ha ocurrido y sigue ocurriendo a pesar de las advertencias de expertos y académicos.
El intendente de La Plata, Pablo Bruera, no sólo es culpable de haber
mentido en el tweet diciendo que estaba junto a los inundados, cuando
se asoleaba en Brasil (de donde regresó recién el miércoles 3 de abril
por la mañana), sino también de haberse pasado por la entrepierna un
informe del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de
la Universidad de La Plata que, en 2007, cuando el alcalde asumía sus
funciones, le advirtió que había problemas de desagüe en la cuenca del
arroyo El Gato. Precisamente el arroyo que atraviesa San Carlos,
Ringuelet y Tolosa, los barrios más castigados por la última inundación.
Según un imprescindible trabajo del Centro Cultural Alejandro Olmos,
"en los últimos diez años la construcción creció como nunca antes en La
Plata" (...) Los números que maneja el Colegio de Arquitectos de La
Plata son elocuentes: tras la parálisis de 2001, entre 2003 y 2008 se
construyeron 800 mil metros cuadrados. Y esa misma cifra se levantó en
los últimos dos años".
A la ausencia del estado en la planificación urbana hay que sumarle
la total incapacidad para prever catástrofes y hacerles frente cuando se
presentan. La queja generalizada de los ciudadanos -tanto en Buenos
Aires como en La Plata- fue la inexistencia de una verdadera Defensa
Civil que evacuara a los vecinos en peligro o los auxiliara de manera
rápida y eficaz cuando todas las previsiones resultaron desbordadas.
"Nos dejaron solos" fue la queja más escuchada. Un grito de terror en
la noche del miércoles, que sólo fue percibido muchas horas después,
cuando algunos funcionarios se acercaron a las víctimas y se
sorprendieron por las puteadas.
Los dirigentes políticos argentinos son -salvo escasas y honrosas
excepciones- tan soberbios como ignorantes. Por esa razón, es poco
probable que reflexionen sobre el efecto profundo y deletéreo que suelen
tener las calamidades "naturales" sobre los procesos sociales y
políticos. Es poco probable que sepan, por ejemplo, que el terremoto de
Nicaragua en 1972, acrecentó de manera decisiva la furia popular en
contra de la dictadura de Anastasio Somoza, favoreciendo el triunfo
sandinista, que ocurrió apenas siete años después.
Tampoco deben haber meditado sobre el revulsivo que significó el gran
temblor de 1985 en la sociedad mexicana. La ausencia del estado, la
participación siniestra de los propios efectivos policiales en actos de
saqueo (en los barrios más pobres) y la consecuente organización
solidaria de los propios vecinos, llevó -en apenas tres años- a la
derrota electoral del PRI (Partido Revolucionario Institucional) el
partido único que gobernaba desde 1929. Esa derrota fue ocultada con una
supuesta "caída del sistema" electoral y ascendió al poder de forma
espuria Carlos Salinas de Gortari. Pero el pueblo mexicano sabía la
verdad: en realidad había ganado un nuevo líder popular, Cuauhtemoc
Cárdenas, hijo del legendario presidente Lázaro Cárdenas.
A pesar del fraude, la hegemonía priista estaba resquebrajada y en el
2000 tuvieron que dejar la Presidencia que habían ocupado durante
setenta años.
Es verdad que se trata de distintas realidades nacionales, de
distintas culturas políticas y de diferencias enormes entre catástrofe y
catástrofe, ya que el sismo mexicano del 85 produjo miles de muertos,
pero no cabe duda que la inoperancia estatal frente a la trágica
inundación ha colocado a la clase política argentina en la mira de la
sociedad civil.
Seguramente la inmensa mayoría de los ciudadanos ignora que en la
década 2003-2013, los esposos Néstor y Cristina Kirchner, dispusieron de
una caja gigantesca de 500 mil millones de dólares, que hubieran podido
servir para reindustrializar el país y reconstruir y ampliar una
infraestructura decimonónica y prefirieron -en cambio- alimentar una
política asistencialista. Visible, como las remeras de La Cámpora, pero
superficial y de corto plazo.
Muchos no conocen la contundencia de las cifras, pero intuyen que los
recursos fueron despilfarrados. Y en algún momento harán notar -de eso
estoy seguro- que ese dinero no pertenece a una facción sino al conjunto
del pueblo argentino.
Buenos Aires, 5 de abril de 2013
Fuente: Blog de Miguel Bonasso
Enlace: http://bonasso-elmal.blogspot.com.ar/2013/04/tragedia-climatica-y-farsa-politica.html
Vía:
http://www.agenciawalsh.org/aw/index.php?option=com_content&view=article&id=10417:bonasso-tragedia-climatica-y-farsa-politica&catid=100:politica-nacional&Itemid=181
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