(APe).- Hay números que dicen cosas y otros que sirven para no decir nada o ahogar razones.
El
29 de abril de 2003 las aguas del Salado se tragaron la tercera parte
de la ciudad de Santa Fe, la capital del segundo estado argentino.
Desde entonces hay cifras distintas. Para el estado provincial hubo 23 muertos.
Para los sobrevivientes, 161. Una gran diferencia que se mantiene hasta el presente.
La
Municipalidad de Santa Fe, mientras tanto, prepara una serie de eventos
para los diez años de aquel crimen hídrico como coincidieron dirigentes
sociales, políticos y hasta investigadores de la Universidad Nacional
del Litoral.
El gobernador de entonces, hoy senador nacional,
Carlos Reutemann, jamás tuvo que molestarse en responder a la justicia,
palabra enorme a esa serie de trámites que se realizan en los tribunales
santafesinos donde los integrantes de la Corte Suprema siempre fueron
gentiles, muy gentiles con el poder político de turno.
Sin
embargo los sobrevivientes insisten en su reclamo de justicia y creen
que el ex corredor de Fórmula 1 algún día tendrá que defenderse de la
acusación de no haber avisado que se venía el agua y de tal forma, haber
evitado muchas muertes. Tres funcionarios de poca envergadura fueron
procesados pero están y siempre estuvieron libres.
“A las nueve
de la noche nos subimos a la canoa, éramos veintidós, y por enfrente de
la cancha de Colón se golpeó contra un palo y se rompió. Me desesperé
porque mi hijo Elvio, de cinco años, gritaba: “¡Mamá!”. Y se lo llevaba
la corriente. A mi bebé lo tenía una señora. Se lo pedí y como me
tragaba el agua para adentro de la cancha yo lo solté, lo solté y él
estaba vivo cuando lo solté. Lloraba y todo. Lo único que pedía en ese
momento era que salvaran a mis hijos porque yo me estaba ahogando. Ese
es el último momento en que lo vi a Uriel. Se iba y yo no podía hacer
nada. Estuve doce horas adentro de la cancha, estuve cinco horas
prendida a las columnas que están detrás de la tribuna con el agua hasta
el cuello aguantando la corriente, con bichos que se te prendían y no
se qué más. Yo también veía que eran mis últimos momentos, yo me veía
morir ahí porque nadie me escuchaba”, contó Vanesa Fernández, de
solamente veintitrés años y mamá de tres hijos. El más chico, Uriel, de
doce días, fue arrastrado por la corriente. Cuatro días después del caos
encontraron su cuerpito sin vida, es una de las tantas crónicas
santafesinas diez años después.
-Me pesan los 51 muertos – dijo y
repitió por estos días el titular de la cátedra de Hidrología de la
Universidad Nacional de La Plata, Pablo Romannazzi que en el año 2007
había alertado sobre la necesidad de ampliar conductos y dejar de
pavimentar y levantar edificios. “No se hizo nada o casi nada”, remarcó
en estos tiempos donde la ciudad de las diagonales soportó una lluvia de
casi 400 milímetros en menos de seis horas y que generó la cifra
oficial de 51 víctimas y 350 mil afectados en forma directa o indirecta.
Tal
como sucedió en Santa Fe, también en La Plata empiezan a mentir sobre
la cantidad de vidas ausentes. Sin embargo es necesario preguntarse por
qué ahora pondrían atención sobre esos seres humanos que cuando estaban
vivos ya eran invisibles para el poder.
Como en Santa Fe, también
en La Plata comienza a hablarse de juicio contra el intendente, Pablo
Bruera, tal como sucedió con Marcelo Alvarez.
Y de igual manera a
lo verificado en la ciudad a la vera del Salado, en la capital de la
provincia de Buenos Aires los más castigados, como siempre, fueron los
castigados permanentes del sistema, los empobrecidos, aquellos que en
los últimos treinta años dieron vuelta la demografía de la ciudad e
hicieron que el 65 por ciento de la población esté ahora en esos barrios
periféricos donde el agua se tragó todo.
Diez años después, La
Plata repite la matriz del desprecio: inversiones no hechas, obras
inconclusas, advertencias desoídas, boom inmobiliario para pocos,
mezquindades y corrupciones políticas varias y muertes todavía no
denunciadas.
Todavía falta el pico de la crecida: el estrago
psicológico, aquello que explotó en Santa Fe a los dos meses de la
irrupción del Salado.
Cuando la fenomenal solidaridad de
distintos sectores de la Argentina deje un espacio para reflexionar
aparecerá con nitidez la contundencia de la peor de las tormentas,
aquélla que no tiene nada que ver con la naturaleza, sino con la
naturaleza indiferente de una política siempre al servicio de pocos. Esa
tormenta parece que continúa.
Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7702:santa-fe-la-plata-diez-anos-despues&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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