(APe).-
Entre enero y febrero cumplió 35. El/ella no lo sabe aún. Y quizás
nunca lo sepa. A lo mejor está dando vueltas por ahí, ayudando a
expulsar el agua amarronada que irrumpió huracanada en las casas de su
barrio. Probablemente está enfurecido o enfurecida con los hados que
desataron la muerte que llegó como cascadas sobre la ciudad y
desguarneció la vida. A lo mejor abrió la puerta de su casa y ayudó a un
par de vecinos a subir al primer piso o al techo a esperar que la
cólera del clima pase. Que el agua se escurra.
Probablemente
cubrió a su propio chiquito. Lo alzó y lo trepó sobre sus hombros. O
intentó que se durmiera para no saber que hay monstruos líquidos que le
llevaron los juguetes. Que arrebataron el peluche que abraza a la hora
de dibujar los sueños. Entonces mientras le cantaba entre acordes de
arcoiris y ternura le contó que hay monstruos niños que necesitan
juguetes para jugar.
Creció tan ajeno/a a la historia de Lucila
que aún a los 82 seguía buscando. Que todavía revolvía desesperadamente
escombros de tragedia en este país devorador. Sin olvidar nunca aquel 3
de noviembre de 1977 en que le talaron la sonrisa y le dejaron huecos
baldíos en el alma. Su Daniel tenía 25 años. Noemí, la compañera de
Daniel, tenía escasos 22 y un vientre pletórico de soles y utopía. A
Daniel lo vieron alguna vez en el Club Atlético, en el Hospital Militar y
en Campo de Mayo. Noemí, a quien la arrebataron a la libertad, tres
días más tarde, respiró sangre y muerte también en el club Atlético.
Lucila
contó los días. Sumó lunas y soles. Restó madrugadas. Y ubicó
exactamente entre enero y febrero de 1978 el día en que el vientre de
Noemí se hizo grito y pujó hasta que su nueva semilla berreó desmedida.
Año tras año festejó su cumpleaños casi como restando distancia al
abrazo.
Hoy está ahí. En la larga lista de más de 50. Lucila
Ahumada, 82, dice fríamente. Hundida en el metro 70 de agua que le entró
a la casita en calle 29, entre 36 y 37.
El/ella nunca la pudo abrazar. Era su abuela Lucila.
La misma agua los rozó a los dos sin que lo supieran.
Agua amarronada y fría como luciérnagas apagadas en el medio de la oscuridad.
Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7697:lucila&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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