Cisjordania ocupada.
¿Qué va a pasar si muere uno de los presos en huelga de hambre? ¿Cuál
será la gota que desborde el vaso? ¿Estamos en la víspera de una nueva
intifada? Esas preguntas están en boca de mucha gente estos días en
Palestina, aun sabiendo que son imposibles de responder, porque ningún
alzamiento se pudo prever antes: todos surgieron de manera espontánea,
cuando en un momento dado la gente sintió que ya no podía ni quería
aguantar más.
Las últimas semanas parecen haber sido
uno de esos momentos. Cada día, uno se pregunta qué más hace falta para
que los palestinos y palestinas exploten. Y es que cada nueva acción de
protesta o resistencia pacífica es respondida por Israel con más balas,
más gas lacrimógeno, más cañones de agua pestilente, más y más
arrestos, e incluso con la muerte. Cuando los palestinos se hartan del
muro, del robo incesante de tierras, de las demoliciones de sus casas,
de los arrestos y allanamientos nocturnos, de la violencia impune de los
colonos fanáticos asentados en sus tierras robadas, de la represión
sistemática y brutal a sus marchas pacíficas, de los presos torturados
hasta la muerte, reaccionan lanzando piedras que son respondidas con un
derroche absurdo de violencia bélica, y donde los muertos los ponen
siempre ellos.
Estas semanas asistimos a una nueva
escalada de violencia por parte de Israel; es la típica respuesta (y la
única que conocen y practican las fuerzas de ocupación) a un incremento
en la movilización de la sociedad palestina reclamando por los
prisioneros en huelga de hambre, que se encuentran bajo detención
administrativa (sin cargo ni juicio, indefinidamente), aislados de los
demás prisioneros y sin recibir visita de sus familiares.
Los cuatro que se encontraban en huelga
de hambre de varios meses fueron recientemente hospitalizados al
agravarse su frágil condición de salud: Samer Isawwi, Ayman Sharawrna,
Jafar Ezzedine y Tareq Qaadan. Estos dos últimos anunciaron que
levantaban la huelga después de una audiencia que determinó su
liberación para mayo. Muna Qaadan, hermana del último, se sumó
recientemente a la huelga de hambre, al igual que otros presos. Ella
había sido liberada en el intercambio de prisioneros de octubre de 2011,
pero es una de los catorce que fueron nuevamente arrestados desde
entonces, al igual que Isawwi y Sharawrna, que están en peligro de
muerte inminente, según fuentes médicas. Ambos fueron detenidos
nuevamente sólo bajo la acusación de “violar la libertad condicional” en
cuanto a las restricciones de movimiento.
Los presos políticos, el hilo más sensible de la resistencia palestina
A quienes hemos vivido bajo regímenes
autoritarios no tienen que explicarnos lo que es la cárcel política;
sabemos que cuando no existe Estado de Derecho (y los palestinos no
tienen absolutamente ningún derecho bajo la ocupación israelí) la gente
es arrestada simplemente por organizarse para expresar su oposición o
para resistir al régimen. Sabemos también que bajo el sistema de
“justicia militar” (y la misma expresión es un oxímoron) las personas
detenidas y juzgadas por motivos políticos carecen de las garantías del
debido proceso en todas sus etapas: la detención, el acceso a defensa
legal, la independencia del tribunal, el respeto de los plazos y
procedimientos, las formas de obtención de testimonios de acusación, y
por supuesto la condena. Y las y los palestinos son ‘expertos’ en esto,
porque hace seis décadas y media que soportan un régimen brutal de
colonización y ocupación militar.
Es bueno hacer explícito que la inmensa
mayoría de los más de 4 mil 500 presos políticos palestinos jamás en su
vida usó un arma; están presos por resistir pacíficamente a la ocupación
y al robo permanente de su tierra, su agua, sus recursos, su cultura y
su libertad. Escribía estos días Gideon Levy [1], el gran periodista israelí en el diario Haaretz:
“Ochocientas mil. Ese es el número de
personas palestinas detenidas y encarceladas en las prisiones israelíes
desde el comienzo de la ocupación, de acuerdo con The New York Times.
Casi un millón de personas. Esta estimación podría ser un poco alta;
algunos dicen que es “sólo” 600 mil. Después de todo, no hay un número
exacto. Pero el cuadro general es claro y escalofriante: cuando la gente
dice que Israel encarcela al pueblo palestino, esto es lo que quieren
decir: el encarcelamiento concreto, físico, el hacinamiento y la tortura
de personas en la cárcel. No son sólo los puestos de control, el muro
de separación y las barreras psicológicas, sino también las reales.
“Cientos de miles de palestinos que
viven bajo la ocupación han sufrido esa experiencia, aunque sólo sea una
vez en sus vidas. Entre los aproximadamente cuatro millones de
habitantes de Cisjordania y Gaza, centenares de miles de personas llevan
cicatrices físicas y emocionales, y cargan con el recuerdo de su
encarcelamiento. Lo mismo ocurre con otros varios millones de personas:
los miembros de sus familias. Cerca de 4 mil500 palestinos están
encarcelados en la actualidad. Casi todos los hogares tienen un familiar
que fue detenido. Cada familia tiene un preso, o uno que fue puesto en
libertad.”
En todos los casos, los arrestos no se
ejecutan en el contexto de enfrentamientos violentos (de nuevo: lo más
violento que los palestinos hacen es tirar piedras), sino mediante
incursiones nocturnas donde los soldados irrumpen en las casas con gran
violencia, sacan a los niños u hombres jóvenes de la cama, los maltratan
delante de sus hijos, esposa, padre o madre, y se los llevan con los
ojos vendados y las manos atadas. La acusación es siempre la misma:
arrojar piedras al ejército de ocupación.
En mayo de 2012 las autoridades
israelíes lograron desactivar una verdadera intifada que se estaba
gestando en las cárceles. En el acuerdo que puso fin a una huelga masiva
de más de un mes, Israel se comprometía a mejorar las condiciones de
detención y, sobre todo, poner fin a dos prácticas abominables: la
detención administrativa y el aislamiento de ciertos prisioneros. Menos
de un año después, Israel demuestra una vez más que es experto en romper
acuerdos con los palestinos. Issa Qaraqee, el ministro palestino para
los prisioneros, informó que hay un incremento alarmante en la
aplicación del aislamiento prolongado a unos 30 presos, y más de 200
están bajo detención administrativa (incluidos los que están en huelga
de hambre).
Esta semana, en medio de las protestas
generalizadas en las calles palestinas, algunos de los presos en huelga
de hambre prolongada comparecieron en audiencias ante los tribunales
militares que, con absoluta indiferencia por la gravedad de su estado de
salud, se limitaron a aplazar la detención administrativa por varias
semanas más sin tomar resolución alguna, sabiendo que dicho plazo no es
otra cosa que una sentencia de muerte.
Torturado hasta la muerte
La gota que estuvo a punto de desbordar
el vaso fue la muerte por torturas de Arafat Jaradat, el 23 de febrero,
en la prisión israelí de Megiddo. Este hombre de 30 años, padre de una
niña de cuatro, un niño de dos, y a la espera de su tercer hijo, había
sido arrestado seis días antes bajo la única acusación de haber
supuestamente tirado piedras en un incidente donde un israelí fue
herido, en noviembre de 2012. La autopsia –que las autoridades israelíes
se vieron obligadas a realizar debido a las presiones internas y
externas- reveló que la causa de la muerte fue las múltiples y graves
torturas a que fue sometido, y no un paro cardíaco, como se había
informado. Arafat tenía seis huesos rotos por golpes severos en la
columna, brazos y piernas, y contusiones graves en el pecho y el rostro.
Según la organización de derechos de los presos Addameer,
desde 1967 más de 200 prisioneros murieron en cautiverio; 72 fue por
por tortura y 53 por negligencia médica. Recientemente hubo un alarmante
aumento de los presos que mueren poco después de ser liberados en
delicado estado de salud. Menos de un mes antes de la muerte de Jaradat,
Ashraf Abu Dhra entró en coma y murió diez días después de ser
liberado; había estado detenido por seis años y medio.
La impunidad del Shin Bet (el servicio
secreto israelí, conocido como GSS) está largamente probada. Entre 2001 y
2011, los presos palestinos presentaron 700 denuncias ante el
procurador del Estado, pero ni una sola ha sido investigada. Bana
Shoughry-Badarne, abogada y directora legal del Comité Público contra la
Tortura en Israel, afirmó en un informe de 2012: “La impunidad del GSS
es absoluta”.
La Suprema Corte de Israel ha respaldado
reiteradamente al Shin Bet en su negativa a rendir cuentas de sus
acciones en conformidad con el derecho internacional. En 2012, la Corte
rechazó la solicitud presentada por tres organizaciones de derechos
humanos israelíes para que el Procurador General llevara a cabo una
investigación sobre las denuncias de torturas por parte del GGS. Y este
mes, dos semanas antes del asesinato de Jaradat, la Suprema Corte
rechazó otra solicitud para que el GGS grabara y filmara los
interrogatorios, a fin de cumplir con las exigencias de la Convención
Internacional contra la Tortura, ratificada por Israel.
Días de furia
El asesinato de Arafat Jaradat desató
una ola de indignación en todo el territorio palestino. Cientos de miles
de personas enfurecidas asistieron al funeral en su aldea de Sa’ir, en
el norte de Hebrón. Hubo incidentes y choques con las fuerzas de
ocupación en casi todas las ciudades palestinas, incluyendo las que hoy
forman parte del estado de Israel (Haifa, Nazaret, Jaffa). Como
respuesta, las fuerzas de ocupación invadieron hogares y arrestaron a
docenas de jóvenes cuyas edades oscilan entre los 16 y los 22 años en
ciudades y pueblos de los distritos de Jenín, Nablus, Belén, Hebrón y
Jerusalén Este.
El lunes pasado, el mismo día que
Jaradat era enterrado en Hebrón y la gente protestaba en las calles, los
soldados israelíes dispararon con armas de fuego a los niños que
tiraban piedras contra el muro de apartheid que rodea a Belén, pegado al
campo de refugiados de Aida. Mohammed Al-Kurdi, un niño de 13 años de
ese campo, recibió dos disparos y tuvo que ser intervenido en el
hospital de la contigua Beit Jala. Los médicos no pudieron extraer una
de las balas porque estaba demasiado cerca del corazón, pero sí pudieron
comprobar que la munición era de un calibre cuyo uso está prohibido
desde hace años por el propio reglamento del ejército.
El mismo día, otro adolescente fue
gravemente herido por los soldados israelíes en el mismo campo de
refugiados de Aida. Uday Sarhan, de 16 años, recibió disparos
directamente en la cabeza. Sus compañeros aseguraron que Uday fue
arrastrado por los soldados al otro lado del muro, donde de hecho le
dispararon, y luego fue devuelto al lado palestino, donde además
demoraron en permitir que fuera asistido. Ante la gravedad de las
heridas recibidas, fue trasladado al hospital Hadassah en Jerusalén,
donde permanecía –según algunas versiones- con muerte cerebral; otras
fuentes afirmaron que había muerto, pero hasta el momento de escribir
esta nota su cuerpo no había sido devuelto a Belén ni se había
confirmado el deceso.
También el mismo día, en Nablus,
Mohammed Daraghmeh, de 25 años, fue hospitalizado después de que un
soldado israelí disparó una granada de gas lacrimógeno directamente a la
cabeza. Ghassan Hamdan, un jerarca del hospital de Rafidia, en Nablus,
afirmó que el disparo en la cabeza recibido por Daraghmeh fue
intencional. El joven se encuentra en estado reservado.
Los paramédicos palestinos reportaron
que docenas de personas a lo largo y ancho de Cisjordania sufrieron
asfixia y problemas respiratorios debido a la gran cantidad de gas
lacrimógeno disparado por los soldados. El viernes pasado, casi 100
palestinos fueron heridos por el ejército en distintos puntos de
Cisjordania durante las protestas por los presos en huelga de hambre y
bajo detención administrativa; la mayoría por balas de acero forradas de
goma, pero también por munición real. Más de la mitad fueron heridos
frente a la prisión militar de Ofer, cerca de Ramala, donde están presos
varios cientos de palestinos.Allí, el 1 de marzo el periodista
palestino Jihad Al Qady fue gravemente herido y se encuentra en la
unidad de cuidados intensivos del hospital de Ramala, donde fue operado y
se le tuvo que extraer parte de su bazo.
También hubo choques y heridos cuando
los soldados invadieron la explanada de las mezquitas en Jerusalén para
reprimir la protesta en solidaridad con los presos después de la oración
del viernes. En contraste, los medios israelíes informaron que sólo un
soldado fue herido levemente por una piedra lanzada por un niño
palestino cerca de la colonia ilegal Gush Etzion, al sur de Jerusalén.
Violencia uniformada y de la otra
Paralelamente al incremento en la
escalada represiva del ejército israelí, estos días también asistimos a
un aumento exponencial de los ataques de los colonos judíos fanáticos,
que gozan de la misma impunidad que las fuerzas de ocupación. En el
norte de Cisjordania, en la región de Nablus (famosa por la violencia de
sus colonos), en el último mes dos aldeas sufrieron ataques casi
cotidianamente: Qusra y Urif, con un resultado de palestinos heridos y
hospitalizados, autos incendiados, olivos arrancados, cultivos
destruidos y viviendas vandalizadas durante las incursiones de los
colonos en las áreas urbanas.
Unos 15 colonos de los asentamientos
vecinos de Esh Kodesh y Shilo entraron armados en Qusra y atacaron
personas y propiedades. Varias personas resultaron heridas, algunas
viviendas dañadas y seis autos incendiados totalmente. Un adolescente de
16 años recibió un disparo en el rostro que comprometió su ojo
izquierdo, y un joven de 26 fue herido en el pecho. Ambos fueron
hospitalizados en estado delicado.
Por otro lado, en la cercana Nablus,
cientos de colonos ultraortodoxos invadieron el último día de febrero el
barrio palestino de Balata para realizar rituales talmúdicos en la
Tumba de José (un lugar que consideran sagrado). Esto desató
enfrentamientos con los residentes, pues los colonos no tienen permitido
entrar en las ciudades palestinas. Los testigos afirman que los colonos
llegaron por lo menos en diez autobuses, escoltados por un gran número
de soldados, que dispararon gases lacrimógenos y balas de plástico.
Según fuentes médicas, decenas de residentes palestinos tuvieron que ser
hospitalizados por shock e inhalación de gases.
Para quienes vivimos en Cisjordania, y
en particular en zonas como Nablus y Hebrón, estos incidentes son el pan
de cada día. Cuando los palestinos responden organizándose para
defender su tierra y sus propiedades de los ataques de los colonos, el
resultado es siempre el mismo: más violencia y más represión, arrestos y
heridos hospitalizados. La presencia de los soldados invariablemente es
para ‘proteger’ a los colonos y unirse a ellos para agredir a los
palestinos.
¡Y también Gaza!
También esta semana, los medios
occidentales difundieron con gran despliegue la noticia de que la
resistencia palestina había lanzado un cohete desde Gaza hacia
territorio israelí, “rompiendo el alto el fuego” acordado después del
último ataque de Israel (“Pilar de Defensa”) a la Franja. Irónicamente,
apenas un par de días antes el periodista británico Ben White mostraba en una infografía [2]
la cantidad de ataques lanzados por cada una de las partes en estos
tres meses desde el alto el fuego: desde fines de noviembre, las fuerzas
israelíes han realizado casi una agresión diaria a Gaza, a saber: 63
ataques con disparos de las tropas ubicadas a lo largo del muro que
separa a Israel de la Franja; 30 ataques de la armada contra pescadores
en las costas de Gaza; 13 incursiones terrestres del ejército . Como
resultado, 91 palestinos resultaron heridos y cuatro murieron
(incluyendo menores). En contraste, los palestinos en el mismo período
lanzaron dos morteros y cero cohetes, con cero víctimas.
White señalaba que estos datos son
relevantes para ilustrar el silencio de los medios occidentales sobre
las reiteradas agresiones israelíes. El patrón es siempre el mismo: para
ellos los “períodos de calma” se definen por la ausencia de ataques
desde Gaza hacia Israel; los de éste hacia la población palestina no se
cuentan.
Al mismo tiempo, las cifras reflejan la
realidad cotidiana en Palestina y el enorme desequilibrio de poder entre
el ocupante y el ocupado -un pueblo colonizado luchando por sus
derechos básicos. Y también es importante recordar estas cifras,
terminaba Ben White, cuando Israel y sus aliados nuevamente utilicen la
narrativa de los “cohetes” para justificar un nuevo asalto a Gaza: “Entonces
recuerden estos datos y lo que Israel ha estado haciendo mientras –en
palabras del propio cónsul israelí en Los Ángeles- ·durante los últimos
tres meses no ha habido ningún cohete disparado desde Gaza”.
La retórica israelí puede seguir
intentando presentarse ante el mundo como la víctima que necesita
defenderse de la agresión de sus peligrosos vecinos, pero es evidente
que esa narrativa cada día funciona menos. La comunidad internacional
-tanto la opinión pública como los gobiernos- sabe bien quién tiene la
mayor responsabilidad por la violencia actual, y también quién la tendrá
si efectivamente se produce una nueva intifada palestina.
Como dijo al periodista del Palestine Monitor
Hakim, un estudiante de la Universidad Politécnica de Hebrón durante el
entierro de Arafat Jaradat: “Cuando nosotros optamos por la violencia,
es una reacción a la violencia de Israel. Y la nuestra no es nada
comparada con la violencia de ellos. Ellos nos están matando; nuestra
violencia es una reacción normal, porque ellos empezaron”. Y agregó:
“Pero necesitamos nuevos líderes para una nueva intifada”.
Publicado el 4 de marzo de 2013
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2013/03/palestina-pedradas-de-furia/
[1] Escribía estos días Gideon Levy: http://www.haaretz.com/opinion/the-pain-of-almost-a-million-arrests.premium-1.506216
[2] periodista británico Ben White mostraba en una infografía: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/02/2013220152044327694.html
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