lunes, 25 de marzo de 2013

España en crisis, espejo para neoliberales....por Xabier F. Coronado

España en crisis: espejo España en crisis: espejo
para neoliberales para neoliberales

Xabier F. Coronado

A ritmo de cangrejo avanza el porvenir
mirándose al espejo de esta España cañí.

Joaquín Sabina, “Crisis”


En los últimos años las noticias que nos llegan de Europa reflejan un proceso de crisis que ha ido en aumento. Algunos países se han visto inmersos en situaciones financieras sin precedentes: Irlanda, Grecia y Portugal se han declarado prácticamente en bancarrota y tuvieron que solicitar el rescate económico a la Comunidad Europea. Otros países, como España e Italia, están al borde de ese precipicio que supone la intervención de Bruselas en sus finanzas internas. Los préstamos de rescate se vuelven un arma de doble filo y obligan a los países solicitantes a cumplir una serie de ajustes drásticos en sus economías. Las medidas dictadas por sus socios comunitarios no están demostrando, hasta el momento, ser la solución a la crisis que padecen. Por el contrario, producen un deterioro palpable en las condiciones de vida de los ciudadanos y los índices macroeconómicos no se recuperan.
Son muchos los factores que llevaron a esta situación y la fórmula para resolver la crisis –ya demasiado larga y desgastante–, se resiste a los expertos que rigen la otrora floreciente economía europea. La búsqueda de esa solución hace de los países con problemas un campo de pruebas para economistas empeñados en salvar un sistema que parece haber llegado a su límite. Los gobiernos de turno se ven obligados a ser meros ejecutores de las directrices marcadas por Alemania, el socio más poderoso de la comunidad europea.
Por una cuestión de cercanía histórica trataremos de analizar la evolución de esta crisis en España. El país ibérico ha pasado de una aparente bonanza económica a meterse de lleno en un túnel que, a pesar del tiempo transcurrido y las medidas tomadas para salir de él, parece no tener luz al otro lado. Las evidencias constatan que no se trata de un túnel sino de un hoyo, ya que los ajustes económicos dictaminados ahondan todavía más los problemas existentes.
De la cultura del pelotazo a la burbuja inmobiliaria
¿Cómo se fue cayendo en ese agujero del que cuesta tanto salir? Al abordar cualquier tema es imprescindible hacer una recapitulación de hechos. Las crisis no son consecuencia de una calamidad repentina: tienen causas que evolucionan hasta hacerlas realidad; por eso mismo pueden ser previsibles.
La actual situación española es producto de casi medio siglo de errores. En pocos años se pasó del franquismo al europeísmo, tras una transición a la democracia, ponderada por todos, que fue un cierre en falso de la ominosa etapa anterior. Hay temas que aún están pendientes e impiden sanar definitivamente las heridas.

Marcha contra los desahucios Foto: desmotivar.com
La fiebre europeísta contagió a todos los partidos políticos. En 1982, la socialdemocracia llega al poder y se engendra la cultura del pelotazo: “España es el país donde es más fácil enriquecerse en menor tiempo”, frase histórica de Carlos Solchaga, ministro de Economía. En esta etapa también surgió el terrorismo de estado (gal): “No existen pruebas ni existirán”, declaró Felipe González, presidente del gobierno; se consumó el engaño de la otan: “De entrada: No”, rezaba la consigna de campaña; y se realizó el desmantelamiento industrial.
Con el ingreso a la Comunidad Europea en 1985 llegaron años de bonanza a base de fondos de desarrollo europeo (feder). Fue el comienzo del espejismo y sus reflejos más deslumbrantes fueron los fastos del ‘92: el v Centenario del Descubrimiento de América –que pretendía conmemorar la barbarie–; la Exposición Universal de Sevilla –dos décadas después el abandono es patente en gran parte del recinto–; y la Olimpiada de Barcelona.
En el período de 1984 a 1996 se realizaron en España unas setenta operaciones de venta de participaciones públicas. En términos monetarios, el Estado ingresó más de 13 mil millones de euros por concepto de privatizaciones. Durante estos años se creó la burbuja inmobiliaria gracias a una dinámica especulativa en el mercado de bienes inmuebles.
En 1997, con el regreso de la derecha al poder, comienza la era de Aznar, un dirigente que, gracias a la foto de las Azores, pasó a la historia como comparsa del terrorismo bélico occidental. En el plano económico continuaron las privatizaciones, se incrementó la burbuja y se propició un neoimperialismo empresarial en Latinoamérica.
Otra de las causas de la crisis actual fue la implantación del euro (2002). En la práctica, se devaluó la moneda un sesenta por ciento porque se redondearon los precios al alza y lo que antes costaba veinte duros (100 pesetas) pasó a costar un euro (160 pesetas). Se imponía el artificio pero nadie decía nada, porque funcionaba la máquina de hacer dinero y se concedían créditos indiscriminadamente.
En 2004, los atentados del 11-M propiciaron el gobierno continuista de Zapatero, que no supo ver el problema que se avecinaba: “España está totalmente a salvo de la crisis financiera” (21/08/07), y fue incapaz de reconocer su gravedad: “Los efectos de la crisis hipotecaria estadunidense tendrán un impacto relativamente pequeño en la economía española”, dijo Pedro Solbes, ministro de Economía. Después comienza la disminución del flujo monetario de los feder; desde 1987, España es el país comunitario que más fondos recibe, recursos que siempre han sido gestionados con opacidad.
A partir de 2008, la denominada “crisis de los países desarrollados” dejó en evidencia la realidad del sistema económico neoliberal. Como consecuencia, en España explota la burbuja inmobiliaria. Paul Krugman, Nobel de Economía, declaró: “Las perspectivas económicas de España son aterradoras” (16/03/09).
El momento actual: la cruda realidad
“¿Estás en el paro?” es la pregunta que sustituye al “¿estudias o trabajas?” que durante años se usó para entablar conversación con la desconocida pareja de baile en fiestas y guateques. Ahora la mayoría ni estudian ni trabajan: forman parte de ese grupo social, cada vez menos joven, de los llamados ninis. La cima del paro juvenil –más del 50%–, el abismo del desempleo generalizado –más de 6 millones–, el torrente de las pensiones –dos cotizantes por cada pensionista– y las ciénagas de la corrupción institucional, son accidentes geográficos que forman parte del mapa actualizado de la realidad española.

Pancarta contra la crisis en España
Se esfumó el espejismo y lo real son los desahucios y el paro incontenible. Hay más de dos millones de pisos sin vender o sin terminar y proliferan los negocios cerrados o los traspasos. Queda la sensación de que todo fue mentira, que todo era construir en el aire con el aval irresponsable del sector bancario.
Al visitar España, resulta evidente que hay una crisis social de múltiples consecuencias: se incrementó la pobreza –hay largas filas en los comedores sociales–, bajó el poder adquisitivo de los trabajadores y la depresión además de económica es psicológica; hay suicidios por desalojo o por desesperación y es una causa creciente de muerte.
La cultura también resulta afectada: cine, literatura y cualquier producto cultural están sometidos a un impuesto específico, el más alto de Europa. Son horas bajas para la creación y el arte; se cayeron los presupuestos culturales –cero euros para libros en bibliotecas públicas en 2013–, disminuyeron los apoyos y se retiraron las subvenciones.
Al final, es más que evidente que todo aquel boato era ficticio. La cruda realidad se hizo presente al desaparecer los parámetros del pelotazo y la burbuja. La losa que amenazaba con caer sobre la economía familiar es una certeza. Muy pocos salen a divertirse, no hay ambiente en las calles porque no sobra dinero para gastar, la gente se reúne en casa, a la europea. Las consecuencias: más locales cerrados y más desempleo.
Hay crisis de valores y la corrupción institucionalizada es un virus que afecta a la monarquía, la Iglesia, los partidos políticos y a todos los poderes fácticos. La foto del elefante “cazado” por el rey es una ilustración más de ese cuento de príncipes e infantas escrito para adultos nacidos bajo una dictadura. La corrupción es el siguiente capítulo de esta fábula que tendrá final con moraleja. En el debate sobre la cuestión monárquica ya no va a pesar tanto el oscuro aval del 23-F o el bochornoso aplauso general del “¡por qué no te callas!”. La crisis evidencia la categoría real de los personajes. La depresión es nacional porque no hay motivos para la alegría o la celebración; por mucho que se intente desde el poder, no alcanza con el deporte ni con la orgullosa “Marca España”.
Otra de las consecuencias es la nueva corriente de emigración económica, sobre todo hacia América. Hasta el 70% de los menores de treinta años admiten esa posibilidad como una salida a su precaria situación. A México está llegando otra oleada de personas procedente de la madre patria. Ya no vienen, como en los últimos años, al “zapatour” o a colaborar en una ONG o a tumbarse en Cancún: buscan trabajo en esta inagotable Nueva España.
La situación actual, con un gobierno conservador sin brújula que rescata bancos con dinero público y está totalmente sometido a las directrices marcadas por sus socios comunitarios, es grave. Las previsiones de Paul Krugman lo dejan claro: “El camino de salida de la crisis para España será extremadamente doloroso.”

Un niño porta una pancarta en Madrid, durante protesta por los recortes. Foto: www.lahora.com
¿Hay soluciones?
La crisis no sólo afecta a Europa, es generalizada porque ya todo es global en la época de la postglobalización. Muchos temen que lleguen los trancazos, y no se dan cuenta de que empezaron hace tiempo. La violencia es una de las realidades de este mundo, como la injusticia, el sufrimiento, la ignorancia o la miseria. No se sabe bien dónde está el error pero es evidente que existe, se nota que algo no funciona en esta civilización. Mientras que para muchos en su realidad cotidiana se está acabando el mundo, otros esperan el apocalipsis sentados ante una pantalla, sin ser plenamente conscientes de lo que pasa. La vida se les ha convertido en algo virtual.
El hoyo debe tener fondo. Quizá estemos viviendo lo que Gramsci describe como una “crisis orgánica”, que trae la emergencia de fuerzas y ordenaciones sociales nuevas que lleven a una reestructuración de los discursos ideológicos. Tal vez se trate de aguantar el tirón y, después, vuelta a la calma. Un amigo en Asturias decía que la única solución era salir a la calle a facer fogueres en les esquines, para asegurarse de que todo va arder; a veces eso sucede, la historia lo muestra. De momento, no se sabe nada y lo malo es que parece no haber opciones cabales; hasta ahora no surgen.
En estos últimos años, en las plazas de Grecia, Portugal y España, los parias de Europa se manifiestan, se sienten conejillos de indias en el laboratorio de la economía neoliberal, y algunos hacen hogueras como el amigo asturiano, pero no sirve de nada: los reprimen y ellos se cansan de protestar. La acción no es continuada porque no se plantean alternativas claras. A veces, parece que se indignan porque se añora el despilfarro y el consumismo compulsivo de esa “sociedad del bienestar” tan poco solidaria. Quizás sea la rabieta por sentirse engañados ante la evidencia de que ese modelo de sociedad que les vendieron era inviable, estaba pensado para gente que firmaba créditos e hipotecas a pagar en veinticinco años: un mundo previsible y seguro donde la muerte no acampaba. Pero el tiempo es implacable, casi nada se puede prever y la muerte es nuestro único seguro de vida.
Los momentos de crisis siempre traen oportunidades. Tenemos que confiar en nosotros mismos pues, como afirma el sociólogo Richard Sennett en La cultura del nuevo capitalismo: “Lo normal es que la máscara que presentamos a los demás oculte lo fiables que podemos ser en un momento de crisis” (2006). La clave es reconocer la situación para poder solucionarla, aprender de los errores y buscar alternativas. Tener miedo a los cambios lleva al fatal “ni modo”, que es la aceptación de lo malo conocido; como consecuencia, se impone el estancamiento, una sociedad ahogada por la abulia y el totalitarismo.

Foto: Erubicon/Flickr
Hay que actuar primero en nosotros, para superar el miedo y la anuencia individualista, después unirse para levantar algo nuevo, una labor de muchos. No podemos pensar que no hay alternativas pero, si de verdad las hay, deberán plantear soluciones integrales, no reformas o parches que deriven en más de lo mismo. Hay que ser optimistas, aunque ya son muchos a los que sus circunstancias les llevaron a perder lo último que se pierde: la esperanza. 




Vía,fuente:

http://www.jornada.unam.mx/2013/03/24/sem-xabier.html

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