Confieso que, siendo un gran admirador del Presidente Chávez, me están
cansando un poquito los homenajes “de cuerpo presente” que todavía no
culminan en Venezuela. Hay que ubicar sus restos, que nadie duda que son
gloriosos, en algún lugar, llámese Panteón, Academia de Guerra, Cuartel
de la Montaña o mausoleo ad hoc o familiar, pero ¡ya basta, chico, que
no estamos en época de faraones! Lo que Chávez deja trasciende mucho más
allá de lo que hagan con su humanidad sus seguidores o los gusanitos,
por lo que concentrémonos en esas “grandes alamedas” que hay que seguir
abriendo en su país y en Latinoamérica, y que las iniciara este gran
líder venezolano.
Hecha esta salvedad que quizás no gustará a sus desconsolados deudos,
quiero referirme a ciertas frases históricas de este campeón de la
certera ironía que fue Chávez y con las que primero desconcertó, luego
irritó, pero que finalmente hizo rendirse a su ingenio, a más de algún
momificado político de cualquier signo en nuestra América y en el mundo.
Usted, querido lector, que siendo o no “chavista” gustaba o detestaba
el histrionismo directo de este gran hombre, pero que no lo dejaba
indiferente, recordará, por ejemplo, las veces que lo escuchó
interrumpir algún sesudo discurso para cantar un bolero, y recordará
también algunos puntos cúlmenes de su agudeza como en la ONU donde
inició sus palabras con la célebre frase: “Ayer aquí, en este mismo
estrado, estuvo el diablo” aludiendo al presidente de EE.UU. Luego de
arriscar la nariz señalando el intenso olor a azufre que impregnaba
todavía la sala, procedió a persignarse como buen cristiano que detecta
al Malulo.
La frase, reconózcalo usted, fue simplemente genial, sobre todo para
nosotros los chilenos, campeones del remilgo y la hipocresía acartonada a
la hora de decir verdades. Basta con que se imagine usted si alguno de
nuestros desprestigiados políticos, desde la izquierda al extremo de la
derecha, se habría atrevido a calificar así al dueño del imperio sin
temor de perder las migajas que, de manera directa o indirecta, reciben
desde el norte.
Si de pendejos se trata.
Bueno, pero dejemos esa “salida de madre” de Chávez que ortigó muchas
epidermis, incluso aquellas con un delgado barniz izquierdizante, para
recordar algo que inevitablemente vuelve a la memoria a propósito del
homenaje que hace un par de días hiciera la OEA al Presidente fallecido.
Hubo variados discursos aunque todos coincidentes en elogiar la obra
formidable de Chávez, tanto en su país a favor de los desposeídos como
en el continente para revivir el sueño de Bolívar. Sin embargo, uno de
aquellos panegíricos llamó especialmente la atención por provenir de un
individuo que, como muchos de sus correligionarios del socialismo
criollo en Chile, quemó hace mucho tiempo lo que tanto adorara en
tiempos de Allende.
Se trata ni más ni menos que del señor presidente de la OEA, don José
Miguel, el “Insulso” como lo calificó el mismo Chávez. La política
clásica en cualquier lugar del mundo, pero sobre todo en Chile, es
simplemente vomitiva y el señor Insulza, con sus ahora embelesados
elogios a la figura y obra del líder latinoamericano fallecido, es uno
de los mejores ejemplos. Para ser un buen espécimen de la política de
estos tiempos hay que tener una memoria de alzhéimer y un rostro del más
duro de los granitos. Es la “cualidad” que caracteriza a todos estos
“socialistas renovados”, todos antibolivarianos, es decir todos
paradojalmente en contra de la experiencia socialista más exitosa y más
esperanzadora para los pueblos del continente y que inaugurara el
Presidente Hugo Chávez.
El “Pendejo” Insulza es uno de ellos. En Chile, para que usted lo
sepa, querido lector de otras tierras, la expresión “pendejo” durante
muchos años fue una grosería de grueso calibre, motivo de sonrojo y
censura hacia quién osara aludir de esta o de cualquier otra forma, al
humilde vello del pubis. En otros países no lo es tanto, y por esos
milagros de la omnipresente televisión que trasciende mares y
continentes, se fue adoptando también aquí como sinónimo de infancia, y
decir, por ejemplo, “en ese tiempo yo era un pendejito” no ofende a
nadie si se entiende que se está aludiendo a la niñez. Sin embargo, y
ahora sí que me dirijo a usted, lector de mi país, en otras latitudes
que incluyen a Venezuela, la expresión “pendejo” tiene otra acepción que
le calza como anillo al dedo al deslucido señor presidente de una no
menos deslucida OEA.
"Vaya que es bien pendejo, desde la p hasta la o. El doctor Insulza da pena".
Fue la respuesta del Presidente Chávez a los ataques que el
“socialista” chileno le dirigiera en el año 2007, obedeciendo las
instrucciones del representante de EE.UU. en la OEA. El Comandante
bolivariano no estaba calificando de “niñito” al señor Insulza, aunque
mentalmente pareciera que don José Miguel se estancó ahí, sin ofender a
los niños. La definición académica, si nos ponemos cursis, del modesto
“pectiniculus” utilizado como adjetivo, es de alguien “incapaz de
defender sus ideas” y de “falto de inteligencia o entendimiento”, es
decir, otro acierto más de los muchos que tuvo el líder latinoamericano
para estigmatizar a la variedad de “pendejos” que pueblan el pubis de
Latinoamérica.
En Chile, paulatinamente, las calles y plazas de pueblos y ciudades
se han ido llenando con el nombre de Salvador Allende, otro de los
grandes hombres que cada cierto tiempo produce nuestro atribulado
continente. Ha ocurrido antes, como fue con Balmaceda, vilipendiado y
odiado por una oligarquía que lo condujo a la muerte por querer rescatar
para Chile la riqueza del salitre, entregado a manos del capital
inglés. Con el Presidente Chávez está ocurriendo de manera aún más
acelerada, si no que lo diga el señor presidente de la OEA con su
hipócrita discurso. Ellos, los grandes líderes, perduran no sólo en el
recuerdo de los pueblos, sino que —y es lo más importante— se convierten
en ejemplo e impulso para el avance de las ideas progresistas, como lo
son hoy las del socialismo bolivariano.
Los otros, “los “pendejos” como el señor Insulza y todos los
“pectiniculus” que se apoderaron hace tiempo de la izquierda chilena,
habrá que extirparlos con la más definitiva de las depilaciones, y no
sólo con un transitorio “rebaje”. Usted me entiende, ¿verdad señora?
Vía,fuente:
http://www.piensachile.com/index.php?option=com_content&view=article&id=11065:de-pendejos-demonios-y-otra-yerbas&catid=1:opinion&Itemid=2
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