Incluso una sola noche en la cárcel es
suficiente para tener una idea de lo que significa estar bajo el control
total de alguna fuerza externa. Y difícilmente se requiere más de un
día en Gaza para apreciar lo que debe ser tratar de
sobrevivir en la prisión al aire libre más grande del mundo, donde
alrededor de 1,5 millones de personas en una franja de territorio de
aproximadamente 140 millas cuadradas (unos 360 kilómetros cuadrados)
están sometidas al terror y al castigo arbitrario, al azar. Sin más
propósito que humillar y degradar.
Esa crueldad es para asegurarse de que
las esperanzas palestinas de un futuro decente sean destrozadas, y que
el abrumador apoyo mundial para un arreglo diplomático que conceda los
derechos humanos básicos sea nulificado. El liderazgo político israelí
ha ilustrado de manera dramática este empeño en los últimos días,
advirtiendo que enloquecerá si los derechos de los palestinos reciben
incluso un reconocimiento limitado por parte de Naciones Unidas. Esta amenaza de enloquecer (nishtagea)
–es decir, lanzar una dura respuesta– está profundamente arraigada,
remontándose a los gobiernos laboristas de los años 50, junto con el
relacionado complejo de Sansón: Si nos desafían, derribaremos los muros del templo a nuestro alrededor.
Hace 30 años, los líderes políticos israelíes, incluidos algunos notables militaristas, presentaron al primer ministro Menajem Begin un asombroso informe sobre cómo los colonos en Cisjordania
regularmente cometían actos terroristas contra los árabes ahí, con
total impunidad. Disgustado, el prominente analista político-militar Yoram Peri
escribió que la tarea del ejército israelí, al parecer, no era defender
al Estado, sino demoler los derechos de personas inocentes sólo porque
son araboushim (un duro epíteto racial) que viven en territorios que Dios nos prometió.
Los gazatíes han sufrido un castigo particularmente cruel. Hace 30 años, en su biografía The third way, el abogado Raja Shehadeh
describió la desesperada tarea de tratar de proteger los derechos
humanos fundamentales dentro de un sistema legal diseñado para
garantizar el fracaso, y su experiencia personal como samid, un
inquebrantable, que vio su casa convertida en prisión por obra de
ocupantes brutales y no pudo hacer nada, sino soportarlo de algún modo.
Desde entonces, la situación ha empeorado mucho.
Los Acuerdos de Oslo, celebrados con mucha pompa en 1993, determinaron que Gaza y Cisjordania son una sola entidad territorial. Para ese entonces, Estados Unidos e Israel
ya habían iniciado su programa para separar a Gaza y Cisjordania, así
como para bloquear la solución diplomática y castigar a los araboushim en ambos territorios. El castigo para los gazatíes
se volvió incluso más severo en enero de 2006, cuando cometieron un
crimen importante: Votaron de la manera equivocada en la primera
elección libre en el mundo árabe, eligiendo a Hamas.
Mostrando su anhelo de democracia, Estados Unidos e Israel, respaldados por la tímida Unión Europea,
inmediatamente impusieron un estado de sitio brutal, junto con ataques
militares. Estados Unidos recurrió de inmediato a su procedimiento
operativo estándar cuando una población desobediente elige al gobierno
equivocado: preparar un golpe de Estado militar para restablecer el
orden. Los gazatíes cometieron un crimen aún mayor un año
después al bloquear el intento de golpe de Estado, lo que condujo a una
intensificación del estado de sitio y los ataques. Estos culminaron en
el invierno de 2008-09, con la Operación Plomo Fundido, uno de los más
cobardes y viciosos ejercicios de fuerza militar en la historia
reciente: una población civil indefensa, atrapada, fue sometida a un
ataque incesante por parte de uno de los sistemas militares más
avanzados del mundo, dependiente de armas estadunidenses y protegido por
la diplomacia de Washington.
Por supuesto, hubo pretextos; siempre
los hay. El común, sacado a relucir cuando se necesita, es la seguridad:
en este caso, contra cohetes de fabricación casera lanzados desde Gaza.
En 2008, se estableció una tregua entre Israel y Hamas. Ni un solo
cohete de Hamas fue disparado hasta que Israel rompió la tregua bajo la
cubierta de la elección estadunidense el 4 de noviembre, invadiendo Gaza
sin una buena razón y matando a media docena de miembros de Gaza. Sus
más altos funcionarios de espionaje aconsejaron al gobierno israelí que
la tregua podría ser renovada relajando el bloqueo criminal y poniendo
fin a los ataques militares. Pero el gobierno de Ehud Olmert
–él mismo, según se dice, amante de la paz– rechazó estas opciones,
recurriendo a su enorme ventaja en la violencia: la Operación Plomo
Fundido.
El internacionalmente respetado defensor de los derechos humanos gazatíes Raji Sourani
analizó el patrón del ataque bajo la Operación Plomo Fundido. El
bombardeo se concentraba en el norte, haciendo blanco en civiles
indefensos en las áreas más densamente pobladas, sin una posible base
militar. El objetivo, sugiere Sourani, quizá haya sido impulsar a la
población intimidada hacia el sur, cerca de la frontera con Egipto.
Pero los samidin no se movieron. Un objetivo adicional podría haber
sido empujarlos más allá de la frontera. Desde los primeros días de la
colonización sionista se argumentó que los árabes no tenían razón real
para estar en Palestina: pueden ser igual de felices en
cualquier otra parte, y deberían irse; cortésmente transferidos,
sugirieron los menos militaristas.
Esto seguramente no es de poca importancia para Egipto, y quizá sea una razón por la cual El Cairo
no abre las fronteras libremente a los civiles o incluso a los
suministros desesperadamente necesitados. Sourani y otras fuentes
reconocidas han observado que la disciplina de los samidin
oculta un barril de pólvora que podría explotar en cualquier momento,
inesperadamente, como la primera Intifada en Gaza en 1987, después de
años de represión. Una impresión necesariamente superficial después de
pasar varios días en Gaza es el asombro, no sólo ante la capacidad de
los gazatíes para seguir adelante con su vida, sino también ante la
vitalidad entre los jóvenes, particularmente en la universidad, donde
asistieron a una conferencia internacional.
Pero uno puede detectar signos de que la
presión podría volverse demasiado difícil de soportar. Los reportes
indican que se fermenta la frustración entre los jóvenes; un
reconocimiento de que bajo la ocupación estadunidense-israelí el futuro
no les depara nada. Gaza tiene la apariencia de un país del Tercer
Mundo, con reductos de riqueza rodeados por una horrible pobreza. Sin
embargo, no está poco desarrollada. Más bies está de-desarrollada y muy
sistemáticamente, para tomar prestado el término de Sara Roy, la principal especialista académica sobre Gaza.
La Franja de Gaza pudiera haber llegado a
ser una región mediterránea próspera, con una rica agricultura y una
floreciente industria pesquera, maravillosas playas y, como se descubrió
hace una década, buenas perspectivas de extensos suministros de gas
natural dentro de sus aguas territoriales. Por coincidencia o no, fue
entonces cuando Israel intensificó su bloqueo naval. Las perspectivas
favorables fueron abortadas en 1948, cuando la Franja tuvo que absorber a
una inundación de refugiados palestinos que huían del terror o fueron
expulsados por la fuerza de lo que se convirtió en Israel; en algunos
casos meses después del cese al fuego formal.
Las conquistas de 1967 de Israel y sus
consecuencias asestaron golpes adicionales, y los crímenes terribles
continúan hasta la actualidad. Los signos son fáciles de ver, incluso
durante una breve visita. Sentado en un hotel cercano a la costa, uno
puede oír el fuego de ametralladoras de lanchas cañoneras israelíes que
ahuyentan a los pescadores de las aguas territoriales de Gaza y los
obligan a acercarse a tierra, forzándolos a pescar en aguas que están
fuertemente contaminadas debido a la negativa estadunidense-israelí de
permitir la reconstrucción de los sistemas de drenaje y electricidad que
destruyeron. Los Acuerdos de Oslo incluyeron planes para dos plantas de
desalinización, una necesidad en esta región árida.
Una instalación avanzada fue construida: en Israel. La segunda está en Khan Yunis,
en el sur de Gaza. El ingeniero a cargo en Khan Yunis explicó que esta
planta fue diseñada de manera que no pueda usar agua de mar, sino que
debe depender del líquido subterráneo, un proceso más barato que degrada
más el escaso manto acuífero, garantizando problemas en el futuro. El
suministro de agua sigue estando gravemente limitado. El Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas
(OOPS), que atiende a los refugiados, pero no a otros gazatíes, dio a
conocer recientemente un informe que advierte que el daño al acuífero
pudiera volverse irreversible pronto, y que sin una rápida acción
remedial, Gaza podría dejar de ser un lugar habitable para 2020.
Israel permite que entre concreto para los proyectos del OOPS,
pero no para los gazatíes involucrados en los enormes esfuerzos de
reconstrucción. El limitado equipo pesado permanece en su mayor parte
ocioso, ya que Israel no permite el ingreso de materiales para la
reparación. Todo esto es parte del programa general que Dov Weisglass,
un asesor del primer ministro Olmert, describió después de que los
palestinos no siguieron las órdenes en las elecciones de 2006: “La idea
–dijo– es poner a dieta a los palestinos, pero no hacerlos morir de
hambre”.
Recientemente, después de varios años de
esfuerzos, la organización israelí de derechos humanos Gisha logró
obtener una orden judicial para que el gobierno dé a conocer sus
registros que detallan los planes para la dieta. Jonathan Cook,
un periodista basado en Israel, los resume así: “Funcionarios de salud
ofrecieron cálculos de la cantidad mínima de calorías necesarias para
que el millón y medio de habitantes de Gaza evitaran la desnutrición.
Esas cifras fueron luego traducidas a los cargamentos de alimentos que
Israel permitiría que ingresaran cada día, un promedio de apenas 67
camiones –mucho menos de la mitad del mínimo requerido– entraría en Gaza
diariamente. Esto comparado con más de 400 camiones antes de que
empezara el bloqueo”.
El resultado de imponer la dieta, observa el experto en Medio Oriente Juan Cole,
es que “alrededor de 10 por ciento de los niños palestinos en Gaza
menores de cinco años han visto afectado su crecimiento por la
desnutrición.
Además, la anemia está extendida,
afectando a dos terceras partes de los infantes, a 58,6 por ciento de
los niños en edad escolar, y a más de un tercio de las madres
embarazadas”.
Sourani, el defensor de los derechos
humanos, observa que lo que se debe tener en mente es que la ocupación y
el cierre absoluto son un ataque constante contra la dignidad humana
del pueblo de Gaza, en particular, y de todos los palestinos, en
general. Son la degradación, humillación, aislamiento y fragmentación
sistemáticas del pueblo palestino. Esta conclusión ha sido confirmada
por muchas otras fuentes. En The Lancet, una importante publicación médica, Rajaie Batniji, un médico de Stanford
visitante, describe a Gaza como una especie de laboratorio para
observar la ausencia de dignidad, una condición que tienen efectos
devastadores en el bienestar físico, mental y social. La vigilancia
constante desde el cielo, el castigo colectivo a través del bloqueo y el
aislamiento, la intrusión en las casas y las comunicaciones, así como
las restricciones sobre quienes tratan de viajar, casarse o trabajar
dificultan vivir una vida digna en Gaza, escribe Batniji.
Los araboushim deben ser enseñados a no levantar la cabeza. Había esperanzas de que el nuevo gobierno de Mohammed Morsi en Egipto, que es menos servil con Israel que la dictadura de Hosni Mubarak respaldada por Occidente, pudiera abrir el Cruce de Rafah,
el único acceso de Gaza hacia el exterior que no está sujeto al control
israelí directo. Ha habido una ligera apertura, pero no mucha. La
periodista Laila el-Haddad escribe que la reapertura bajo el gobierno de Mosri “es simplemente un regreso al statu quo
del pasado: sólo los palestinos que porten tarjetas de identificación
de Gaza aprobadas por Israel pueden usar el Cruce de Rafah”!
Esto excluye a muchísimos palestinos,
incluida la propia familia de El-Haddad, donde sólo un cónyuge tiene una
tarjeta. Además, continúa, el cruce no conduce a Cisjordania, ni
permite el paso de bienes, el cual está restringido a los cruces bajo
control israelí y sujeto a prohibiciones sobre los materiales de
construcción y las exportaciones. El restringido Cruce de Rafah no
cambia el hecho de que Gaza sigue bajo hermético estado de sitio
marítimo y aéreo, y continúa estando cerrado a las capitales culturales,
económicas y académicas en el resto (de los territorios ocupados por
Israel), en violación de las obligaciones israelí-estadunidenses según
los Acuerdos de Oslo.
Los efectos son dolorosamente evidentes.
El director del hospital de Khan Yunis, que también es jefe de cirugía,
describe con enojo y pasión cómo incluso faltan las medicinas, lo cual
deja a los médicos impotentes y a los pacientes en agonía. Una joven
habla sobre la enfermedad de su difunto padre. Aunque él hubiera estado
orgulloso de que ella fuera la primera mujer en el campamento de
refugiados en obtener un título avanzado, dice, “murió después de seis
meses de combatir el cáncer, a los 60 años. “La ocupación israelí le
negó un permiso para ir a hospitales israelíes en busca de tratamiento.
Yo tuve que suspender mis estudios, mi trabajo y mi vida para ir a
sentarme al lado de su cama. Todos nos sentamos, incluido mi hermano el
médico y mi hermana la farmacéutica, impotentes e inútiles, observando
su sufrimiento. Murió durante el inhumano bloqueo de Gaza en el verano
de 2006 con muy poco acceso a servicios de salud.
Pienso que sentirse impotente e inútil
es el sentimiento más aniquilador que puede tener un ser humano. Mata el
espíritu y rompe el corazón. Se puede combatir la ocupación, pero no se
puede combatir tu propia sensación de ser impotente. Ni siquiera se
puede disolver ese sentimiento.
Un visitante en Gaza no puede evitar
sentir disgusto ante la obscenidad de la ocupación, agravado por la
culpa, porque está a nuestro alcance poner fin al sufrimiento y permitir
que los samidin disfruten de las vidas de paz y dignidad que merecen.
Por Noam Chomsky
La más reciente colección de columnas de Noam Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions, Empire and Resistance. Es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Cambridge, Massachusetts
11 de noviembre de 2012
Publicado en www.cubasi.cu
Vía,fuente:
http://www.elciudadano.cl/2012/11/12/60007/gaza-la-prision-al-aire-libre-mas-grande-del-mundo/
http://www.elciudadano.cl/2012/11/12/60007/gaza-la-prision-al-aire-libre-mas-grande-del-mundo/
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