Guatemala. Y para el
mediano y el largo plazo, vuelven las gentes, las organizadas
comunitariamente, a sostener los pilares del apoyo solidario para
levantar lo caído.
El departamento de San Marcos y su
ciudad emblema, San Pedro Sacatepéquez, así como San Cristóbal Cucho,
entre otros, fueron golpeados por la acción terrenal. Como si no
tuvieran suficiente ya con la destrucción de sus montañas por la acción
de la mina Marlin, San Marcos, la tierra del Valle de la Esmeralda,
pierde hijos e hijas soterradas por el temblor. Quetzaltenango,
Totonicapán, Sololá, Sacatepéquez, Quiché y Guatemala, son los otros
departamentos a los que tocó el terremoto, donde también vuelve a
anidarse la tristeza.
A estas horas, probablemente ya estén en
funcionamiento las redes de apoyo. Es lo natural y normal cuando una
tragedia golpea en Guatemala. Fueron las gentes quienes en 1976, ante el
espasmo oficial, iniciaron con las tareas de socorro. De atención en la
emergencia pasaron a las de sostenibilidad en la reconstrucción y
asumieron la gigantesca tarea de hacernos levantar.
Esta vez, según se entiende por la
publicación de los medios, la respuesta oficial ha sido pronta en el
rescate. Como siempre, los cuerpos de bomberos voluntarios y
municipales, han sido el pilar esencial en la emergencia. Desde otros
departamentos menos golpeados, han corrido con el ulular de las sirenas
en la ruta, para auxiliar a sus colegas y a las gentes en San Marcos y
Quezaltenango.
Son cuerpos de socorro a los cuales el
sistema político les niega, permanentemente, los recursos para su labor.
Hombres y mujeres con casco rojo o negro, con emblemas bomberiles y con
alcancías, suelen ser la bienvenida a ciudades de provincia. Es la
forma de agenciarse de recursos para la supervivencia de sus estaciones,
porque no hay presupuesto oficial que cubra sus necesidades y con las
de ellos, las de la población que se beneficia de su labor. De mano en
mano va la ayuda para esos cuerpos que luego ayuda a canalizar la de
urgencia en estas tragedias. De mano en mano va el apoyo para quienes
necesitan de auxilio a corto plazo.
Y para el mediano y el largo plazo,
vuelven las gentes, las organizadas comunitariamente, a sostener los
pilares del apoyo solidario para levantar lo caído. En los albergues se
encuentra el auxilio inmediato y en eso se ha ido alcanzando una
especialidad logística y funcional, relativamente ágil y efectiva. Pero
luego viene la reincorporación que no siempre es atendida oficialmente.
Entonces, las gentes, salen a cumplir solidariamente, hermanadamente, la
labor que el entramado oficial no es capaz de resolver.
Allí es donde se volverá a necesitar del
apoyo sostenido, como lo hubo en 1976. Allí hará falta el cariño social
de la comunidad y el trabajo individual sumado colectivamente. Allí
hará falta la organización de base, esa a la que tanto temen las
autoridades pero que en definitiva es la que se mantiene y nos hace
levantarnos. Allí hará falta el liderazgo local, el de verdad, no el que
se adorna con billetes para llegar al Congreso. Allí, sin carteles ni
consignas, con la natural autoridad otorgada por el servicio, se
levantará el rostro de la fraternidad, multicultural y multilingüe.
Con esa ayuda sostenida, la de la fila
de hormigas en la comunidad, desde la ciudad hasta la provincia, con la
organización del panal o el hormiguero, podremos salir adelante y
levantarnos. Sobre los hombros de la organización comunitaria y social
del terremoto anterior, del Mitch, del Agatha, del Stan, de tantos
nombres que adornan los fenómenos naturales que desnudan nuestras
desgracias sociales, nos levantaremos, pues.
Periódico Plaza Pública
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