En Venezuela se
enfrentan en las elecciones de este 7 de octubre dos concepciones
políticas y bloques de fuerzas diametralmente opuestos. Por un lado, el
Gran Polo Patriótico, coalición de movimientos sociales vertebrados en
torno a la relección del presidente Hugo Chávez Frías, postulado por el
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Su postura es claramente
antineoliberal, patriótica, antimperialista, favorable a la unidad e
integración de América Latina y el Caribe y a un escenario mundial
pluripolar donde se respete la soberanía de los pueblos y se preserve la
paz. Contiene una fuerte corriente favorable al socialismo. Mientras
mayor la victoria que conquiste el próximo domingo, más contribuirá a la
consolidación de la revolución bolivariana en lo interno, así como del
frente de gobiernos progresistas y revolucionarios y fuerzas populares
de nuestra región.
En la acera de enfrente, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que
agrupa a la mayoría de los partidos de oposición en torno a la
candidatura del empresario golpista Henrique Capriles Radonsky,
promovida por la oligarquía nativa y el imperialismo. Integrada por
viejos y nuevos políticos nostálgicos de la Venezuela subordinada a
Estados Unidos, racista, de gobiernos corruptos y represivos en extremo.
La táctica de Capriles ha sido enmascarar en lo posible con un discurso
pragmático y camaleónico su programa neoliberal de desmantelamiento de
las misiones sociales y ruptura con la solidaridad latinocaribeña. Pese a
que Lula da Silva dio su firme y fraterna adhesión a la candidatura de
Chávez, no tiene escrúpulo en reiterar que el brasileño es su modelo.Y es que a la par de los extraordinarios logros del chavismo en la reconquista de la independencia, la socialización de la renta petrolera y la integración de nuestra América, la conciencia política de izquierda se ha profundizado y radicalizado a tal grado en la sociedad venezolana, que a la MUD no le ha quedado más alternativa que correrse retóricamente hacia ese lado para preservar y ganar adeptos. Además, ha cargado contra la real o supuesta gestión ineficiente del Estado y aprovechado para sumar votantes el disgusto popular con casos notorios de corrupción o gestión insensible e ineficiente de cuadros locales o nacionales del PSUV o sus aliados. Son hechos que reditúan votos y no escapan en su complejidad a la aguda sensibilidad de Chávez que en su programa político argumenta la necesidad de
pulverizarel Estado burgués actual para poder avanzar al socialismo.
Por supuesto, la victoria del líder bolivariano no está en duda. Pero como adelanté en mi artículo anterior, ganar no basta para consolidar lo logrado por la revolución bolivariana y continuar radicalizándola. Lo que se necesita es atestar las urnas de sufragios a favor de Chávez. No dejarse llevar por el triunfalismo al extremo de no concurrir a votar. Ni mucho menos ejercer el voto de castigo por problemas irresueltos de la vida cotidiana. En esta votación está en juego el destino de la revolución bolivariana pues una victoria por estrecho margen favorecería a la contrarrevolución y al imperialismo. Sabido es que lo suyo no es la democracia, que se proponen desconocer el resultado electoral, cantar un supuesto fraude y fomentar el caos y la desestabilización. El plan de Estados Unidos –que es lo mismo que decir la contrarrevolución local– para Venezuela es, con sus variantes, el mismo que ha aplicado en Libia y Siria y aplicaría en Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, por supuesto en Cuba, si pudiera. Lo que no le perdonan a estos países es ser independientes. Menos, si como Venezuela poseen un mar de petróleo.
Twitter: aguerraguerra
Vía:
http://www.jornada.unam.mx/2012/10/04/opinion/027a1mun
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