Oaxaca, México.
Las agresiones y constantes provocaciones contra el pueblo ikoot
(huave) de San Dionisio del Mar, Oaxaca, por su oposición a la
construcción del parque eólico de la empresa española Mareña Renovables,
fueron el preludio de una caravana de solidaridad en la que
participaron más de veinte organizaciones indígenas, campesinas y
populares.
El
punto de encuentro sería San Dionisio, lugar donde existe un fuerte
conflicto con las empresas eólicas. Sin embargo, al llegar a la entrada
de la comunidad, los 13 vehículos que transportaban alimento para los
pobladores ikoot que se encuentran en resistencia, se toparon con grupos
de golpeadores y policías que les impidieron el paso. Lo ocurrido,
dijeron los organizadores de la caravana, es una clara muestra de que la
empresa Mareña Renovables quiere imponer este proyecto con violencia.
Hace
treinta años descubrieron el potencial del viento del Istmo de
Tehuantepec. Desde entonces la clase política oaxaqueña y los medios de
comunicación subordinados al poder repiten el mismo mensaje: “El istmo tiene un gran potencial en el terreno eólico”.
Para reforzar este hecho, sugieren que, de cualquier modo, los
territorios istmeños están constituidos por tierras vírgenes e
inhabitadas.
Durante
la inauguración de un nuevo parque eólico en marzo de 2010, el director
de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) declaró: “El istmo pasó de
ser un paisaje estéril a ser una selva de energía”. Con una frase borró
a miles de pequeños ganaderos, agricultores y pescadores, de la misma
forma en que lo hizo el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo, al
afirmar recientemente que era muy factible instalar eólicas en la barra
Santa Teresa porque “allí sólo crece salicor”. Sin embargo, esta área
aloja varios lugares sagrados de los pescadores ikoot.
Los 14
y 15 de septiembre pasados, cientos de personas se reunieron en San
Dionisio del Mar, Oaxaca, para apoyar la resistencia local al
megaproyecto eólico. El 25 de septiembre, mientras los comuneros del
pueblo ikoot
bloqueaban el acceso a la barra San Teresa para impedir el inicio de
las obras, Gabino Cué Monteagudo presidió el Segundo Foro Internacional
de Energías Renovables 2012, a donde asistieron expertos estadunidenses,
europeos, latinoamericanos y asiáticos. Sobre los proyectos pendientes
en el istmo, Cué habló de “acciones que se desarrollan en el marco de la
legalidad y con estricto respeto de los ecosistemas y de las decisiones
de las comunidades”. Sin embargo, las empresas eólicas y sus aliados
del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a veces del Partido
Revolucionario Democrático (PRD) ya han envenenado la atmósfera istmeña;
mediante sistemáticas prácticas corruptas y falsas promesas han causado
graves divisiones dentro de las comunidades y no han vacilado en usar
la violencia en contra de quienes se muestran recalcitrantes a los
proyectos, los cual cuales, además, son causa de despojos territoriales y
daños ecológicos.
La
primera vez que fui a San Dionisio, en enero de 2011, una verdadera
capa de plomo había caído sobre el pueblo. Nadie quería hablar del
problema de las eólicas. No era un tema de plática y era imposible
conocer la opinión de la gente. Poco tiempo antes, una comisión que
difundía información sobre los daños ecológicos provocados por los
parques eólicos fue expulsada por la fuerza por el presidente municipal
priista, Miguel López Castellanos. De acuerdo con él, la asamblea de
comuneros había votado ya a favor del proyecto. En realidad, después del
rechazo de dos asambleas comunales, el presidente municipal convocó a
una tercera asamblea, a la que invitó, de los mil comuneros que habitan
en el pueblo, a tan solo cien de ellos, que gozaron –de una manera u
otra– de los favores del presidente municipal.
San
Dionisio parecía la ilustración de la “dictadura perfecta” pero,
durante el verano de 2011, los habitantes de Pueblo Viejo, informados
por víctimas del proyecto eólico, se rebelaron en contra del proyecto y
se dirigieron a San Dionisio. En enero de 2012 el presidente municipal
que había firmado el cambio de uso del suelo en la barra Santa Teresa
sin consultar al pueblo, fue literalmente expulsado del palacio
municipal por una pequeña insurrección. Había cambiado el estatus del
“terreno agrícola” por “terreno industrial” con una sola firma; algo que
seguramente sería muy rentable.
Ésta
hubiera podido ser una historia más de la corrupción “normal” que se
vive en una municipalidad regida por los partidos políticos, pero el
pueblo reaccionó y empezó a resistir. La lucha no pinta fácil: el PRI no
aceptó su derrota y continúa haciendo labores de convencimiento de
puerta en puerta, y distribuyendo propinas para comprar el apoyo de
habitantes de Pueblo Viejo. Miguel López Castellanos, el presidente
municipal caído, sigue siendo considerado por el gobernador de Oaxaca
como el único representante legítimo de San Dionisio y sigue percibiendo
dinero del Estado, además del que recibe de la empresa Mareña
Renovables, multinacional a cargo del proyecto eólico en la comunidad.
Se
profirieron amenazas y mucha gente en San Dionisio sigue sin
manifestarse: el medio no ha desaparecido. Lo que al menos aparece ahora
con claridad, es que la llamada “energía limpia” se impone de una
manera particularmente sucia.
“Energía
eólica, fuente de inversión y empleo” fue el lema principal de Gabino
Cué el 25 de septiembre durante el foro de propaganda eólica. Hoy, en
todo el mundo, se justifica casi cualquier cosa con el argumento de la
creación de empleos, pero se deja de lado el hecho de que los empleos
calificados y bien pagados serán ocupados por técnicos españoles y que
la gente del Istmo tendrá que contentarse con empleos precarios como de
bracero y barrendero. Todo en un esquema digno de los tiempos coloniales
en los que la familia de Gabino Cué se enriquece gracias al negocio de
café y el turismo.
El
objetivo del gobierno estatal es atraer las inversiones a Oaxaca. El
gobierno federal, para quien la rentabilidad potencial del territorio es
el único criterio aceptable y quien autorizó una lógica de depredación a
todos los niveles, concuerda con ese objetivo. Así pues, los proyectos
se multiplicaron en el estado de Oaxaca: minas a cielo abierto, presas
hidroeléctricas, autopistas, acondicionamiento turístico y, por
supuesto, también parques eólicos.
El
hecho de que existen en estos territorios auténticas formas de vida
representa un problema “técnico” para los responsables, quienes piensan
que todo se debe solucionar “sencillamente” con dinero.
En
el Segundo Foro Internacional de Energías Renovables, Jonathan David
Arzac, dirigente del fondo de infraestructura Macquarie, uno de los
inversionistas de Mareña Renovables, reconoció que esta última “no logró
comunicarse con los indígenas ikoots”.
En el lenguaje de la dominación, en el que se invierte el sentido de
las palabras, se le llama “comunicación” a las peores formas de
manipulación. El empresario añadió que –de acuerdo con la larga
tradición de la ideología liberal en la que el interés privado de cada
uno va haciendo la felicidad de todos– se trata de “un proyecto
extraordinario de gran beneficio en el que nadie perderá, sino que todos
ganarán”.
Sin
embargo, hasta ahora los únicos ganadores son los priistas. Ángel Rojas
Rivera, secretario general de la Confederación de Trabajadores de
México (CTM) convocó el 22 de septiembre, unos días antes del foro, a
una junta con Mareña Renovables para exigir la liberación del acceso a
la barra Santa Teresa “por la fuerza o de cualquier otra manera
posible”. La CTM es el organismo que fue contratada por las empresas
eólicas para proveer de trabajadores a las obras del istmo. Esto es un
claro ejemplo de lo que será la “creación de empleos” del gobernador de
Oaxaca: una distribución de pequeños trabajos subalternos otorgados como
recompensa a los afiliados del PRI. En esta misma reunión, el 22 de
septiembre, el antropólogo Gerardo Garfia, delegado del gobierno
oaxaqueño, y el priista Jorge Castillo afirmaron que las obras empezarán
de todos modos, “aunque haya derramamiento de sangre”. En la misma
reunión, Teodulo Gallegos, agente municipal de Pueblo Viejo, se arriesgó
a prometer que su gente protegerá la obra eólica.
Durante
las elecciones en la Cámara de Diputados, el candidato priista en el
Istmo, Samuel Gurrión, dueño de una cadena de tiendas de materiales de
construcción, incluyó como segundo punto de su programa el desarrollo de
la industria eólica en el Istmo. Más allá de la percepción de la
realidad en términos de inversiones y beneficios financieros de un
empresario como Gurrión, está claro que los proyectos eólicos ofrecen a
los representantes del PRI una oportunidad inesperada de fortalecer su
poder. La distribución de empleos en las obras eólicas permite reforzar
el control de los grupos priistas sobre una parte de la población. A
esto hay que añadir el dinero que reparten las compañías eólicas a los
intermediarios que tienen la difícil tarea de convencer a los comuneros
de ceder sus terrenos, con violencia si es necesario. Así sucedió en
Unión Hidalgo, donde el palmar, tierra de uso común que los comuneros
habían logrado rescatar de la codicia de las empresas eólicas, fue
incendiado intencionalmente dos veces con la idea de que una vez
convertido en un terreno calcinado, los comuneros acabarían cediendo ese
terreno.
Desde
la apertura del primer parque hace diez años, han sido instalados y
están en funcionamiento 685 aerogeneradores en el Istmo, en los
territorios de La Venta, La Ventosa, Ingenio Santo Domingo, Unión
Hidalgo y Juchitán, en una superficie total de 8 mil hectáreas y con una
producción total de 938 mega watts a través de 11 centrales explotadas
por siete empresas. La inversión ha sido de mil 900 millones de dólares,
y las cifras de las ganancias no se han hecho públicas.
En
el Istmo hay ya regiones enteras dedicadas a la mono industria eólica,
kilómetros de tubos de acero que han sido levantados cierran la vista.
El horizonte istmeño se reconocía por sus palmeras, ahora se reconoce
por sus molinos de acero. Otras cuatro centrales están en construcción
en la misma zona. Comenzarán a operar en el 2013 para recoger la energía
de 339 aerogeneradores suplementarios que ocuparán 3 mil hectáreas más,
con una capacidad de 462 mega watts, lo cual requerirá una inversión de
864 millones de pesos.
Varios
observadores consideraban, en el momento de la inauguración del Parque
Eurus, en 2009, que los proyectos eólicos habían provocado la
privatización de 15 mil hectáreas de tierras comunales y ejidales en el
Istmo, a tal punto que se habló de una verdadera contrarreforma agraria.
Así, las mil cien hectáreas del Parque Eurus, inaugurado en La Venta,
han dejado de ser explotadas como tierras agrícolas y se han perdido de
11 a 12 mil toneladas anuales de sorgo, maíz y caña de azúcar en una
región que padece por la falta de recursos alimenticios. Todo el sistema
de flujo de agua que, desde las partes altas del Istmo, irrigaba los
campos y alimentaba a las lagunas, ya no existe, ha sido destruido.
Durante
la temporada de lluvias, charcos de aceite de los parques eólicos
contaminan la laguna superior. El campo magnético liberado por las
centenas de aerogeneradores disminuyó de mitad la reproducción del
ganado y los habitantes de La Venta deben dormir con los oídos tapados
por el incesante ruido de los eólicos. A esto, se suma la muerte de
miles de aves migratorias y murciélagos, miles de árboles arrancados,
miles de toneladas de cemento inyectadas en el suelo y la desaparición
de gran parte de la fauna salvaje.
Para
el proyecto de San Dionisio, se prevé la instalación de 132
aerogeneradores que formarán una línea a lo largo de la barra Santa
Teresa. Cada aerogenerador medirá 80 metros de altura y producirá tres
mega watts. Este parque producirá en total 396 mega watts que serán
transportados primero a través de un cable de transmisión instalado en
el fondo de la laguna superior (la fauna acuática podrá sentir las
vibraciones) y luego por una línea de 52 kilómetros hasta la subestación
de Ixtepec, de la cual será redirigida a la red nacional de la Compañía
Federal de Electricidad. Esta electricidad será destinada a la cadena
de tiendas Oxxo, Coca-Cola, Heineken y Moctezuma. Además, Mareña
Renovables pretende construir no menos de cinco malecones de hormigón en
la barra, para que los barcos cargueros de material de construcción y
de mantenimiento puedan atracar. Así desaparecerán importantes zonas de
manglares, que cumplen un papel decisivo en la reproducción de las
especies acuáticas, las cuales deberán, además, soportar el campo
magnético inducido por el parque eólico.
El
ecosistema único en el cual las comunidades de pescadores ikoots y
zapotecos han vivido en armonía durante siglos se convertirá en un
sistema de explotación industrial, para que empresas puedan envenenar
aún más a los mexicanos con comida y bebida chatarra.
La
verdad que hay detrás de la industria eólica es la transformación total
del campo en una zona industrial. Y como esta energía industrial está
destinada a las metrópolis industriales, los proyectos eólicos
significan la subordinación total y definitiva del campo a las
metrópolis. Ningún espacio puede de ahora en adelante escapar al dominio
totalitario que ejerce la metrópoli capitalista. Ésta ha suprimido de
la misma manera la ciudad y el campo. Lo que fue en otro tiempo la
ciudad se ha convertido en una aglomeración suburbana que se expande sin
frenos ni límites, como suceden en la zona del Istmo entre Salina Cruz,
Tehuantepec y Juchitán; la misma lógica devora el campo, reducido a una
sucesión de zonas industriales encargadas de abastecer a la metrópoli:
campos dedicados a la producción agrícola industrial, destinada a las
poblaciones suburbanas, parque naturales protegidos para explotación
turística, y parques eólicos para proveer a las empresas ubicadas en las
grandes metrópolis. En otros términos, la metrópoli capitalista niega
cualquier autonomía del mundo campesino.
“La
pesca, es la forma de vida no solamente para nosotros los ikoots sino
también para un gran número de comunidades zapotecas y si nos quitan
nuestra fuente de vida, nos quitan la vida” declaró uno de los
opositores al proyecto de San Dionisio. No habló de “fuente de ingreso”
sino de “forma de vida”. Para los indígenas del Istmo, es su mundo el
que está siendo atacado por el megaproyecto eólico. Es una relación con
la tierra, el agua, el aire, que no se reduce a la explotación fría y
utilitarista, sino que tiene que ver con lo sagrado. Para defender esto,
los indígenas están listos para llegar “hasta las últimas”, como ya lo
dijeron en la gran manifestación de los pescadores istmeños en Juchitán,
el 5 de mayo pasado.
San
Dionisio está en el centro del conflicto. Hasta ahora, los parques
eólicos no habían llegado a las lagunas. La barra Santa Teresa, que
pertenece a San Dionisio y separa las dos lagunas, define los
territorios de pesca comunes a todos los indígenas que viven alrededor,
ikoots y zapotecos. San Dionisio no debe ser abandonado al aislamiento.
Con la solidaridad activa de todos. San Dionisio puede vencer. El
ejemplo del proyecto eólico cancelado en Cozumel, Quintana Roo, teniendo
en cuenta la preservación de los manglares, es esperanzador. Ya la
comunidad ikoot de San Mateo, que siempre se ha declarado en contra de
cualquier proyecto eólico y que ha mandado varios delegados al encuentro
del 14 y 15 de septiembre, se ha solidarizado con la de San Dionisio,
al igual que lo hicieron habitantes de San Francisco del Mar, de
Huamuxil, de Unión Hidalgo y de Juchitán.
El
30 de septiembre un opositor al proyecto eólico fue asesinado en el
pueblo de Santo Domingo Ingenio, unos kilómetros al este de La Venta. Se
oponía al proyecto de la compañía eléctrica francesa EDF, apoyado por
el presidente municipal del PRI. Existen muchas amenazas explícitamente
formuladas en contra de los que, en San Dionisio, se niegan a agacharse
ante las mafias priistas, prestas a liquidar los territorios indígenas
mientras les enriquece y conforta su poder. La lucha de San Dionisio
debería ser ejemplar para todos los jóvenes mexicanos que rechazan la
imposición de Peña Nieto. Se requiere apoyar activamente a este pueblo
que se ha levantado frente al sistema del PRI; su caso, debería ser una
prioridad.
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