SANTIAGO (apro).- Días antes de la conmemoración del 11 de
septiembre, el gobierno debió explicar por qué Gendarmería había
otorgado “beneficios” carcelarios a dos de los condenados a cadena
perpetua en el “caso Degollados”.
Según el ministro de Justicia, Teodoro Ribera, “es una decisión técnica y hay que respetar la institucionalidad”.
El hecho fue calificado como un escándalo por agrupaciones de derechos humanos, familiares de víctimas y dirigentes políticos.
Los
“beneficiados” son el coronel en retiro Guillermo González Betancourt y
el sargento retirado José Fuentes, exmiembros de la Dirección de
Comunicaciones de Carabineros (Dicomcar), condenados por el ministro
Milton Juica, en 1992 por los asesinatos de tres profesionistas de
filiación comunista: Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago
Nattino, además de los secuestros de otras seis personas.
El
expediente acreditó que entre la noche del 29 y la madrugada del 30 de
marzo de 1985, los tres profesionistas fueron secuestrados y subidos a
un Chevrolet Opala manejado por el cabo Claudio Salazar, donde iban
también el cabo primero Alejandro Sáez y el sargento segundo José
Fuentes. Un segundo auto, un Chevy Chevette, era conducido por el
coronel González Betancourt, y le acompañaban el civil Miguel Estay,
alias el Fanta –exagente del Comando Conjunto– y el capitán Patricio
Zamora. Todos eran de la Dicomcar.
En Quilicura, cerca del
aeropuerto de Santiago, se estacionaron en el acotamiento del camino.
Guerrero fue bajado primero, vendado, esposado y de rodillas. El
sargento Fuentes lo degolló con un corvo (cuchillo curvado). Con la
misma arma, el cabo Sáez degolló a Nattino. Unos metros más allá, el
cabo Salazar tomó el corvo y le dio una punzada en el abdomen a Parada.
Otro agente bajó del vehículo y lo degolló. Tras retirarles las vendas y
esposas, los asesinos se trasladaron a su cuartel en calle 18, en pleno
centro de Santiago.
América Guerrero recuerda el asesinato de su
padre: “Escuché llantos en el living, como niña de ocho años no podía
sacar mucha información. Entró mi mamá, abrazándome me dio la noticia de
que a mi papá lo habían asesinado. Supe que era terrible lo que esta
estaba sucediendo y que ya no había vuelta atrás”, dice.
El Premio
Nacional de Periodismo, Juan Pablo Cárdenas, agrega: “Fue uno de los
hechos terroristas más severos de la dictadura, un acto repugnante, un
homicidio de tres militantes comunistas, que fueron detenidos,
torturados y degollados brutalmente, en el ánimo de no sólo eliminarlos
sino causar terror”.
Las estaciones de radio Cooperativa y Chilena
informaban lo que la dictadura insistía en negar. El secuestro causó
profunda conmoción. En el Instituto Médico Legal, familiares y amigos
esperaban la confirmación de sus identidades.
Estela Ortiz, esposa
de José Manuel, testimonió en directo, al borde del llanto: “Hace ocho
años detuvieron a mi padre, que está desaparecido. Hoy día me mataron mi
marido. Me dejan con cuatro niños. Con Javiera, con Camilo que tiene 8
años, Juan José que tiene 6 años, y Antonio que tiene 1 año 8 meses. Se
llevaron a mi padre y han matado a mi marido. Sepan bien cada uno de
ellos que van a pagar cada uno estos crímenes, no les quepa duda… Hasta
que me quede la última gota de sangre los voy a vengar. No quiero que
más gente sufra lo que yo he sufrido. Esto es demasiado terrible.
¡Tenemos que cambiar este país de una vez por todas! ¡Hasta cuándo
siguen dialogando con los asesinos! ¡Hasta cuándo siguen matando a
nuestro pueblo! ¡Hasta cuándo permitimos tanta, tanta matanza, tanto
crimen, tanta tortura en este país! ¡Hasta cuándo! ¡Chileno, compañero,
compatriota, por favor, levántate, no aguantes que nos sigan matando a
nuestra gente! ¡Por favor, por favor, exijamos justicia de una vez por
todas!”
El general director de Carabineros y miembro de la Junta
Militar, César Mendoza, insistió que su institución no era culpable.
Incluso dijo “es una purga entre comunistas”. Pero el juez José Cánovas,
a los pocos días, encargó reos y sometió a proceso a los pilotos del
helicóptero policial que sobrevoló el colegio donde Parada y Guerrero
fueron secuestrados, y dictó arraigo para 12 funcionarios policiales,
entre ellos el coronel Luis Fontaine, jefe de Dicomcar.
Pinochet
citó una reunión de urgencia en La Moneda. Se dirigió a Mendoza y le
dijo: “Bueno, César, dime qué hago ahora. Antes dije que Carabineros no
tenía nada que ver. Y mira cómo estamos.”
Posteriormente, la Junta
le diría a Mendoza que si no podía demostrar la inocencia de
Carabineros, debía renunciar. El 2 de agosto, Mendoza renunció “porque
se me antojó, no más… Se está desgranando el choclo”, dijo.
Juica
–que remplazó al juez Cánovas– sentenció por secuestro, homicidio y
asociación ilícita terrorista a todos los miembros del comando. Y
propuso procesar por incumplimiento de deberes militares y entorpecer la
justicia a varios generales. El único en funciones, Rodolfo Stange, era
entonces director de Carabineros. A mediados de 1994, se reveló una
grabación en la que Stange instaba a los procesados a “no colaborar con
la justicia”. El entonces presidente Eduardo Frei no tenía facultades
para removerlo y pasó voluntariamente a retiro en 1995.
Según
testimonios judiciales, después de cometido el crimen, el coronel
Fontaine –acribillado luego por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez
(FPMR) en 1990— planeaba coartadas para frustrar la acción de la
justicia. En las reuniones participaba el entonces teniente de
Carabineros, Iván Andrusco, y todos los procesados por Juica. Andrusco
fue designado por Piñera como jefe de Gendarmería, aunque sólo duró 19
días en el cargo y renunció por el escándalo. Muchos piensan que su
designación pretendía conseguir beneficios para sus excamaradas.
Owana
Madera, viuda de Guerrero, dice en entrevista con Apro: “Sabíamos que
tarde o temprano esto sucedería, sus asesinos comenzarían a recibir
beneficios carcelarios y a gozar de ‘libertad’. Son tantos los
violadores de los derechos humanos que gozan de impunidad. Ahora se
suman éstos. Es una más de las consecuencia de la ‘democracia pactada’,
de la ‘justicia en la medida de lo posible’. De la falta de compromiso,
de voluntad y valentía de los gobiernos de la Concertación que no fueron
capaces de revertir todo esto.”
Por su parte, Estela Ortiz, viuda
de Parada, agrega: “La justicia que alcanzamos en el caso degollados
era un poco de justicia, y hoy nos pisotean el cuerpo, los vuelven a
matar. No hay palabras, no hay espacio para entender la razón de la
sinrazón. ¿Hasta cuándo? Son crímenes lesa humanidad, terrorismo de
Estado y tienen beneficios. Sólo en Chile esto es posible. Qué
vergüenza, qué rabia, qué asco.”
El publicista Nattino fue
secuestrado el 28 de marzo. Al día siguiente, al profesor Guerrero y al
sociólogo Parada les secuestraron a las puertas del Colegio
Latinoamericano de Integración. Los agentes balearon, en presencia de
apoderados y niños, al educador Leopoldo Muñoz. Parada era jefe del
Departamento de Análisis de la Vicaría de la Solidaridad, creada por el
cardenal Silva Henríquez para proteger a las víctimas de la dictadura.
La noche anterior y con el país en Estado de sitio, agentes habían
asaltado la sede de la Asociación Gremial de Educadores de la que
Guerrero era dirigente. Allí secuestraron a cuatro profesores. Durante
el secuestro de Parada y Guerrero un helicóptero policial hacía un vuelo
rasante sobre el colegio y el tránsito era desviado por una patrulla
policial. Sólo la alarma pública hizo posible la designación de un
ministro en Visita.
Juan José Parada, hijo del José Manuel,
señala: “Son violadores de los derechos humanos, cometieron crímenes de
lesa humanidad, los más graves de todos. ¿Después de 20 años de cumplir
condena, tienen derecho a acceder a beneficios carcelarios? La ley dice
que sí. Pero la primera condición es que declaren un sincero
arrepentimiento. Dudamos de su sinceridad. ¿Colaboraron en el juicio? No
demasiado. Solamente una vez que estaban acorralados por el ministro
Juica y para echarle la culpa a sus compañeros. ¿Se demoraron en asumir
su participación? Muchos años. Al acometer el brutal asesinato creyeron
que nunca serían juzgados. ¿Han dado antecedentes de cómo era el
contacto entre miembros civiles de la dictadura y fuerzas de Carabineros
para acometer estos crímenes? ¿Han denunciado y dado a conocer los
detalles del operativo de protección a los asesinos y la campaña de
desprestigio, encabezada por Francisco Javier Cuadra, del cual fuimos
víctimas las familias, mi padre degollado y sus compañeros? Puedo
decirles que nunca. Nunca aportaron antecedentes que sirvieran para
condenar a sus jefes o acabar con la impunidad.
“Es insólito y
doloroso. Tengo imágenes de reconstitución de escena de José Fuentes
degollando a mi padre. No las publico por respeto a mis hijas, que no
tienen por qué ver lo que le hicieron a su abuelo. Me rebelo ante la
indolencia de un Estado que beneficia asesinos. Pero no perderé la
cordura ni la ternura, a pesar que la nación chilena hace todo lo
posible para que así ocurra. Seguiré optando por la justicia social y la
movilización social creativa del pueblo chileno, para reconquistar su
libertad plena. Y así haremos justicia a la causa por la cual dio su
vida mi padre y tantos y tantas. A no desfallecer ante la impunidad
canallesca”, escribió en su blog De recuerdos, olvidos y deseos, Manuel
Guerrero hijo –dirigente político y concejal-, apenas se enteró de la
decisión de Gendarmería, que obtuvo el visto bueno del Ministerio de
Justicia.
Muchos piensan que lo ocurrido es un favor de antiguos
“camaradas”. La derecha que propició los asesinatos en dictadura es la
que designa al director de Gendarmería, que otorga los “beneficios”. A
pesar del conflicto de intereses, la prensa elude el tema.
A pesar
que decenas de personas han visto a exagentes y militares condenados
-sin beneficios- en lugares públicos y que deberían estar cumpliendo
condenas, no existen investigaciones concretas. Gendarmería le ha
concedido beneficios a otros exagentes: Otto Trujillo (torturador,
secuestrador y homicida); el mayor retirado del ejército Emilio Neira
(involucrado en la matanza de 12 militantes del FPMR); y César Palma
(torturador).
Manuela Guerrero, hija de Manuel, dice al reportero:
“El domingo pasado, el exsargento de Carabineros, José Fuentes, salió
por primera vez en 20 años a la calle. El pie en la calle puede ser cosa
conocida ya entre un preso y un domingo, pero no este preso y no para
mí. Él fue quien, corvo en mano, degolló a mi padre. No diré que fue
quien lo mató, pues esos fueron varios y pocos los que tuvieron que ver
su sangre. Fuentes sí, lo sostuvo del pelo y llevó a cabo el gesto
último con el que se sellaría su camino entre la vida y la muerte. ¿Qué
se hace cuando esa persona pasa a ser parte de tu ciudad?”
A
principios de agosto, la Agrupación de Familiares de Detenidos
Desaparecidos (AFDD) denunció una operación encubierta que busca
indultar a los militares condenados. El jefe de Estado Mayor de la
Armada, Francisco Guzmán, y el director de personal de la institución,
Rafael González, visitaron el penal de Punta Peuco. Según Lorena
Pizarro, presidenta de AFDD, “buscan rebajar penas o simplemente
indultarlos, quieren generar un ambiente que lo permita”.
Similar
análisis hace la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos
(AFEP). Alicia Lira, su presidenta, dice: “Es inconcebible una medida de
este tipo que sólo consagra la impunidad, aunque era esperable de un
gobierno de derecha. A los pocos condenados se les lleva a cárceles
especiales donde no tenemos certeza que estén cumpliendo sus condenas”.
Diputados
opositores han manifestado su indignación. Entre ellos Sergio Ojeda,
integrante de la Comisión de Derechos Humanos: “Es una ofensa para los
familiares de los asesinados y todas las víctimas de la dictadura. Este
crimen, como otros, ha sido calificado como un crimen absolutamente
inamnistiable e imperdonable. Nos cuesta entender cómo se beneficia a
sus asesinos y se entregan premios”.
Según el ministro de Justicia estos condenados “también tienen derechos humanos”.
Vía,fuente:
http://www.proceso.com.mx/?p=321768
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