Jesús González Schmal
La resolución, validando las elecciones del pasado 1º de julio,
inicialmente provoca ira, coraje, enojo al ver a siete jueces burlarse
de la ciudadanía al decir que no se les probaron las iniquidades
denunciadas de amplísimo conocimiento público. Después del disgusto lo
que se experimenta es una profunda sensación de incertidumbre. Esta
emoción se da porque de veras, cuesta trabajo visualizar un futuro
nacional sobre la base de una transa de tal magnitud, cuando la patria
está urgida de un cambio de fondo que los magistrados pudieron haber
logrado, simplemente con no darle la razón al abuso, a la trampa, a la
corrupción; ni tampoco a ningún otro candidato sino, sencillamente,
invalidando el proceso para repetirlo con dignidad y en condiciones
ahora sí, apegadas a la Constitución.
La intensa duda que supera la indignación, se da cuando se piensa
como hará el magistrado presidente del Trife, Alejandro Luna Ramos, para
conciliar el sueño después de su descarnada deslealtad a la justicia.
¡Sí!, sí lo podrá hacer, me comenta alguien con quien comparto esta
duda, claro que podrá dormir plácidamente me contesta, si ya lo hace
sabiendo lo que hizo su hijo Jorge Belisario Luna Fandiño quien defraudó
a la pintora sudafricana Colette Wall a quien compró sus obras, las
revendió con ganancias y no le pagó la cantidad pactada. Es cierto
agregué, también se supone que puede dormir porque no le importa enlodar
el apellido de tantos Luna Ramos del Poder Judicial federal, empezando
por la ministra Margarita, su hermano magistrado Carlos Hugo y muchos
más que laboran en la función judicial federal.
Alejandro Luna Ramos tiene más responsabilidad que el resto de los
magistrados porque abrió el mal ejemplo cuando desde concluida la
elección, la calificó de exitosa y denostó a sus críticos. Pero, porque
además, ejerce no sólo formalmente la presidencia del órgano, sino es
una especie de “jefe oficial” al que siguen los demás magistrados
precisamente, porque saben de sus palancas para llegar sin méritos a
donde está, y que le pueden valer para avanzar hasta un ministerio en la
Corte como lo hizo su hermana que, a través de Diego Fernández de
Cevallos, logró concitar el patrocinio de priístas y panistas para el
efecto.
Luna Ramos fue recusado como juez electoral al haberse pronunciado
públicamente antes del juicio a favor de su validez. Declaración que
jamás rectificó. A pesar de esta advertencia, el magistrado persistió
hasta el final. Será, de entre muchos otros hechos parecidos, los que
servirán de base para el caso que se vaya a una instancia internacional,
la obligada defensa de los derechos humanos políticos de los mexicanos.
La pregunta inevitable es la de qué tanto alcanzarán los beneficios
que obtendrán los magistrados para acallar la voz interior que los
acechará. Pueden ser grandes cantidades de dinero y/o buenos cargos en
el gabinete presidencial o en el Poder Judicial. Las cantidades que
fueran o los cargos ofrecidos, no les compensarán nunca, en lo íntimo de
su conciencia, la contraprestación entregada por ello. La realidad se
impondrá rápido y el daño inferido a la patria les provocará insomnios.
No dudo que el arrepentimiento los llevará, como a Judas, a aventar las
monedas de oro después de darse cuenta de la dimensión de la traición a
las futuras generaciones de mexicanos.
Se autoengañan quienes piensan que, pese a los procedimientos
utilizados para alcanzar el poder, se podrán purgar las atrocidades
cometidas contra la libertad y autenticidad de las elecciones. La
violencia y el derramamiento de sangre que se extiende en el país, tiene
su origen precisamente en la política de simulación y engaño que
impregna nuestra moral pública prostituyéndola de modo que, hasta los
jueces, le ponen precio a sus sentencias.
La violencia se inicia por la mentira institucional u oficial que se
va acumulando en círculos viciosos que se revientan esparciéndola en
todas las áreas de la convivencia social. Fue por demás elocuente y
ejemplar la pancarta que una estudiante de #YoSoy132 desplegó ante el
Tribunal Electoral, evocando a Cicerón consignaba: “¡Me dueles México!
Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso
que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.
Por eso, con acierto Ricardo Monreal describió al Tribunal Electoral
como: “farsantes de toga”. Ésta será la denominación histórica para este
conjunto de magistrados que pudieron salvar a México y que, en cambio,
amenazan a someternos otros seis años de gobierno ilegítimo, que tiene
postrada a la nación y a su futuro.
Vía:
http://apiavirtual.net/2012/09/24/farsantes-de-toga/#more-52234
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