Por: Alvaro Montero Mejía
Foto: lafraguacr.org
El Sr. Rodrigo Arias Sánchez es doblemente culpable. Es culpable, en
primer lugar, por haber gastado alegremente, en una clásica maniobra
politiquera de favorecimiento personal y tráfico de influencias, varios
millones de dólares cuyo único y exclusivo propietario era el Estado
costarricense y es, en segundo lugar, culpable por haber utilizado el
subterfugio de mantener esos fondos en la caja del donante, el BCIE, a
fin de poder cometer alegremente, el ilícito de gastar esos dineros como
si fueran propios. Podríamos agregar, en tercer lugar, que nadie puede
gastar dinero en Costa Rica por cuenta del Estado costarricense, salvo
el Estado mismo, aunque un juez o una jueza, da lo mismo, ignorante y
complaciente, llegue al extremo de exonerar o declarar inocente a un
Ministro de Estado porque un organismo internacional alcahueta, le
sirviera de tapadera para que gastara el dinero, propiedad del Estado,
como si fuera suyo.
De modo que igualmente cómplice son los funcionarios del BCIE que
permitieron las maniobras de encubrimiento y llegaron al extremo de
pagarles directamente a los beneficiados con las generosas
contrataciones de don Rodrigo Arias.
Además ¿Se produjo o no una donación de fondos del BCIE al gobierno
de Costa Rica? Claro que sí. En las actas de ese banco debe constar este
hecho incontrovertible. De modo que es irrelevante quién lo gastara o
cómo se gastara. Por eso declaramos que hemos solicitado copia de esa
acta a la gerencia del BCIE, la que con seguridad consignará lo que
hemos dicho. Sólo esperamos que los cómplices del señor Arias no la
hayan traspapelado en alguna gaveta.
Agregamos ¿En qué cabeza cabe que los donantes de fondos para el
Estado costarricense, puedan ser al mismo tiempo los administradores de
esos fondos? ¿No está implícita en la fórmula inventada por Rodrigo
Arias y su compadre del BCIE, una nueva modalidad de corrupción y
coloniaje en la que Costa Rica le otorga a un organismo internacional, o
a un Estado extranjero, la capacidad de decidir en qué se gastan los
fondos donados, a quién se le paga, cuánto se le paga y para qué se le
paga, sólo para encubrir las decisiones directas y las responsabilidades
implícitas de un funcionario local?
¿No sería lo mismo que para encubrir maniobras y acciones similares,
la Señora Presidenta, Doña Laura Chinchilla, le encargara al gobierno de
China, que les entregara poco a poco, directamente y según sus propias
instrucciones, a cada Municipalidad, a cada Ministerio o Institución
pública, a cada funcionario contratado o a cada consultor beneficiado,
una parte de los fondos que le fueron donados, con el propósito de
eludir los mecanismos legales de fiscalización interna, incluidas las
acciones de la Contraloría?
Por supuesto que doña Laura no hará eso. Porque una donación al
Estado o al Gobierno, no es el relleno de una piñata, empleado para
repartir alegremente y sin control ninguno, fondos que no son de ninguna
manera, propiedad del funcionario en cuyas manos quedaron. Con toda
seguridad, Doña Laura someterá la donación de fondos del gobierno de
China, a los rigurosos controles que imponen las leyes.
Ha llegado la hora, después de todas las amargas experiencias
vividas, que en Costa Rica los políticos responsables de actos
bochornosos, dejen de ampararse en los fallos judiciales, generalmente
obtenidos a base de presiones o influencias, para exhibir los
sobreseimientos como muestra de no haber cometido ningún delito. Dicho
en otras palabras, cuando un político o un funcionario público es
llevado a los estrados judiciales a fin de que sea sancionado con una
pena en virtud de un acto impropio o de un delito puro y simple, marchan
por un lado las responsabilidades judiciales y penales y por el otro,
las responsabilidades éticas y políticas.
Se trata de responsabilidades y culpas de distinta naturaleza. La
responsabilidad penal se deriva de la comisión de un acto expresamente
sancionado por la ley. La responsabilidad política proviene de la
obligación, general y particular, que tienen los políticos y los
funcionarios públicos de actuar con honradez y apego a los intereses
colectivos, de actuar como servidores de los principios de la ética y la
moral, aunque esos actos no sean sancionados penalmente.
El error frecuente, proviene de confundir un perdón judicial con un
perdón político, ético y moral. Un político puede obtener un
sobreseimiento definitivo y sin embargo, haber actuado al amparo del
poder y cometido innumerables actos inmorales. En realidad, la mayor
parte de los delitos políticos no están claramente tipificados en los
códigos, aún cuando sean más graves que muchos delitos penales. La mayor
parte de los delitos políticos se realizan al amparo de un instrumento
social que los ampara o los encubre por completo: el Poder. Éste
instrumento social permite, directamente o indirectamente favorecer los
hechos más vergonzosos, las violaciones más graves, las acciones más
ilegítimas y violatorias contra la ciudadanía, tales como el
favorecimiento de grandes intereses, como facilitar negocios, estafas o
contrataciones amañadas, como permitir el rápido y oscuro
enriquecimiento de amigos, familiares o allegados, cómo facilitar el
nombramiento de jueces corruptos, dispuestos a obedecer sin rechistar,
las órdenes que provengan de Casa Presidencial etcétera y todo esto,
realizado en el mayor sigilo y la más absoluta impunidad.
Por esta razón, los pueblos deben ser extremadamente vigilantes y
severos a la hora de decidir a quién o a quiénes se les delega el manejo
del aparato del Estado.
Fuente,vía:
http://revista-amauta.org/2012/09/un-perdon-judicial-no-es-un-perdon-politico-ni-moral-ni-etico/
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