No odio a Alan Gabriel, lo quiero más bien, pero en la cárcel común y
no en una dorada como colega de Fujimori. Tal como se hace, por
doquier, con los ciudadanos de a pie cuando delinquen. Los que asaltan
bancos y roban y aquellos que los fundan para lo mismo merecen igual
reprobación penal. La no discriminación es un precepto constitucional.
El odio tiene que ver con la persona, su índole perversa, su obesidad
con inmensa tripa, cualquier rasgo suyo, todos no punibles; mientras
que mi Derecho Penal de Acto apunta a sus hechos ilícitos, a su conducta
venenosa desde el poder. No tengo Derecho Penal de Autor. No me place
la carcelería, ello es atávico; me indigna la impunidad porque es
criminogenética; pienso y reclamo, aunque no sea escuchado, en una
punición ejemplar contra Alan por lo que hizo, y en previsión de su
recidiva el 2016.
Quienes defendemos lo moral, ético, lícito y lo justo, nos abandonó
el odio rastrero y visceral; nos asiste el convencimiento lógico y
humano del reproche de conductas ilícitas como las de Alan, como
desiderátum social.
Para los desmemoriados o desinformados que me juzgan gratuita y
prejuiciadamente sin siquiera haberme visto, leído en mis obras y
artículos, ni oído cuando defiendo, informo verazmente lo que sigue.
Denuncié desde el Congreso a Enrique Elías Larosa por el caso GUVARTE
el año 1983; taché a Alex Kouri por zamarro y salió de la contienda
electoral municipal capitalina; escribí variados artículos contra Luis
Castañeda Lossio por lo de COMUNICORE y otras lindezas de trasiego;
acusé contratado por el Congreso a 4 vocales supremos que absolvieron al
narcotraficante Perciles Sánchez Paredes; denuncié a Keiko Fujimori,
entonces primera dama, por gestionar libertad de 2 procesadas por
narcotráfico; también taché a PPK porque siendo norteamericano le está
negada la presidencia del Perú; e indagué, con el desaparecido senador
Carlos Malpica, lo del Banco Ambrosiano Lima por $ 1,200’000.000.00
dólares USA de propiedad del estado Vaticano que jefatura el Papa, entre
muchos otros casos de importancia nacional. En todos ellos formulé
cargos contra personajes descollantes en concreto. Asumí solo los
riesgos que ello me generó.
¿Dónde estaba mi odio, supuestamente enfermizo, en tales casos
famosos, que ahora se me pretende endilgar cuando reseño, analizo y
evalúo los enredos de Alan García, sin ser refutado aún?
Parece, pues, que el sentimiento negativo abominable de odiar,
vengarse o aborrecer, corresponde a los que me reprueban u odian sin
conocerme, sin desprejuicio, a quienes remito el saludo amical y
fraterno de Guillermo Olivera Díaz. ¡Ese, sin ambages, soy yo!
Vía:
http://www.voltairenet.org/Carcel-comun-para-Alan-Garcia
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