Hemos asistido a una grotesca escena surrealista: el presidente Piñera,
uno de los hombres más ricos de la región, ha anunciado a todos los
chilenos que la pobreza entre nosotros ha disminuido, mientras uno de
sus ministros nos aclara que esto “no es casualidad” sino que se lo
debemos a las políticas públicas implementadas por su gobierno. Como
todas las buenas noticias, se trata una verdad a medias, pues si bien
los indigentes han disminuido, la pobreza considerada en su totalidad
tiende a aumentar. El país sigue estancado en una desigualdad que
vivimos cotidianamente.
La triste realidad que no alcanza a ser
opacada por la demagogia del actual gobierno de derechas es que mientras
las Isapres y otras grandes empresas sacan sus cuentas en millones de
dólares, en el parlamento se discute si aumentar o no el sueldo mínimo
en algunos centavos y se rechaza cualquier medida que fiscalice el lucro
en la educación chilena. La triste realidad es que los trabajadores,
hombres y mujeres, pagan con sus bajos salarios el enriquecimiento de
una minoría que los despoja de toda dignidad.
Habría que replicarle al señor ministro
que, en efecto, el lamentable estado de cosas actual, no es, en
absoluto, una casualidad. Se trata de una política discriminatoria y
clasista, anclada en una institucionalidad heredada de una dictadura
militar y plasmada en la actual constitución. La desigualdad estructural
en el Chile de hoy, es parte del diseño fraguado en
los ochenta y, por tanto, constituye el meollo de cualquier
consideración política democrática.
La actual constitución sancionada por
mano militar y que fue redactada entre cuatro paredes usurpa la
soberanía popular, prolongando el diseño dictatorial en una democracia a
medias. Cualquiera sea su modalidad, los chilenos debemos darnos un
marco jurídico e institucional verdaderamente democrático en que se
revise todo lo relativo a cuestiones tan sensibles como el sistema
binominal, la legislación tributaria, la gratuidad de la educación, la
salud y la previsión social.
No es aceptable que la mayoría de la
clase política siga administrando un modelo tan injusto para la mayoría.
No es aceptable que los partidos políticos sigan desoyendo las
protestas protagonizadas por los movimientos sociales. Las demandas
ciudadanas reclaman cambios de fondo y no meras medidas cosméticas. Las
nuevas generaciones de trabajadores, hombres y mujeres, así como los
estudiantes, están planteando el justo anhelo de otro Chile en el que sí
sea posible desterrar la pobreza.
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis
Vía:
http://www.elciudadano.cl/2012/08/01/55568/chile-pobreza-y-demagogia/
http://www.elciudadano.cl/2012/08/01/55568/chile-pobreza-y-demagogia/
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