Un día los políticos chilenos
que dicen ser de izquierda tendrán que construir en una de las plazas
de Santiago un nuevo monumento. El monumento del actual presidente del
país Sebastián Piñera.
Chile. Aunque el año
pasado fue de mucho desgaste para los estudiantes chilenos, la
organización de su movimiento no ha dejado de crecer: se incorporaron a
su lucha quienes nunca antes habían tenido participación social y este
año se están consolidando este tipo de experiencias, dijo en entrevista
con Desinformémonos Javiera Toro, dirigente estudiantil y
militante de Izquierda Autónoma, quien asegura que: “Este movimiento se
está recomponiendo. Todavía se ven muchas diferencias, pero muy
lentamente estamos avanzando”.
En las últimas décadas de una
interminable “transición” de la dictadura a la “democracia” las dos
derechas chilenas, la fascistoide de la Alianza por Chile y la
“democrática” de la Concertación de los Partidos por la Democracia,
terminaron por confundir los conceptos y los ismos y lograron a generar entre los jóvenes chilenos un rechazo generalizado a toda la clase política.
Los pocos partidos y movimientos de
izquierda, sobrevivientes de la dictadura militar, no han logrado
sobreponerse después de los 40 años de su derrota, y quedaron atrás sin
poder superar el muro de sus nostalgias y eternas luchas personales por
los improbables liderazgos del futuro.
La gente cada vez más confundida
respecto a qué significa ser de izquierda, de a poco estuvo olvidando
qué significa la derecha. El presidente Piñera, en tiempo record,
recordó y demostró a los chilenos qué significa la derecha en el poder, y
con esta práctica unió al pueblo más que cualquier discurso de los que
dicen ser de izquierda. También reveló una vez más, y tal vez con más
claridad que nunca, que el pudoroso nombre de “centroizquierda” con que
se autodenominaban los anteriores gobiernos era no más que un disfraz
para la fiesta neoliberal que ninguno de ellos pensaba parar.
Los más perjudicados por el modelo son
los jóvenes chilenos, y fueron los primeros en hacer tambalear a este
gobierno, por primera vez, haciendo pensar a muchos de nosotros en la
dialéctica generacional más que en la lucha de clases.
La primavera estudiantil chilena empezó
en el otoño austral, hace ya casi un año y medio. En pocos meses llegó a
ser un movimiento claramente anticapitalista, masivo y el que ha tenido
más apoyo ciudadano desde la recuperación de la democracia hace ya un
cuarto de siglo.
Las autoridades educacionales y
policiales de Chile se negaron a discutir con los estudiantes los temas
de fondo, y comenzaron las represiones y los generosos ofrecimientos
monetarios. Los jóvenes respondieron con madurez, paciencia y cada vez
mayor grado de organización. La apuesta definitiva del gobierno fue al
desgaste natural del movimiento.
El 25 de abril, durante la primera
marcha estudiantil de este año, una columna de 80 mil jóvenes llenó el
corazón de Santiago. El gobierno quería desórdenes y desmanes
callejeros. Miles de efectivos de las fuerzas especiales de carabineros
estaban apostados por todo el centro con el fin de reprimir, como casi
todas las semanas del año pasado. Quizás la principal particularidad de
esta marcha fue su carácter extremadamente ordenado y pacífico. Al
gobierno no le quedó otra opción que reconocer que los “incidentes”
fueron “aislados” y no representaron el ánimo de los manifestantes.
El año pasado, cuando el conflicto
educacional llegó a su máximo apogeo, con un enorme apoyo ciudadano y
una creciente impotencia del gobierno, los partidos políticos de la
“oposición”, o sea, una de las dos derechas rivales, entendieron bien
que les será imposible ganar las próximas elecciones presidenciales si
no logran el apoyo de este movimiento. Y para lograrlo, ellos tendrán
que hacer suyas las demandas de estudiantes. Pero son justamente ellos,
los partidos “progresistas”, quienes durante sus gobiernos crearon este
modelo educación, y muchos de sus líderes están directamente
involucrados en el gran negocio de la educación chilena. Alguien cuerdo,
¿volverá una vez más a creer en ellos?
Sería poco novedoso seguir hablando de
la creciente violencia de los carabineros de Chile en la represión de
este movimiento, pero mientras más pacíficas y creativas se ven las
manifestaciones estudiantiles, más brutal y desproporcionada viene la
respuesta. La actuación de las fuerzas de orden recuerdan cada vez más a
los tiempos de la dictadura de Pinochet. La parte mas dura de esta
represión está dirigida contra los secundarios, y la más cobarde,
contra las secundarias. Hace más de dos décadas que en Chile no se
hablaba de decenas de niñas, muchas de ellas menores de edad, a quienes
en presencia de carabineros obligan a desnudarse en las comisarías,
cumpliendo con los “procedimientos de rigor”; menores manoseadas,
agredidas, fracturadas, esguinzadas en sus extremidades, amenazadas en
su integridad y también en la de sus familiares.
La observadora de derechos humanos Javiera Campos, en el diario digital Visión del Maule,
cuenta de los casos que denomina “desapariciones express”: “Hay menores
que, siendo detenidos, son negados sistemáticamente en distintas
comisarías sin que sus familiares ni sus compañeros puedan tener
conocimiento de su paradero durante largas horas”.
Si durante el año pasado el gobierno
-tomado por sorpresa y desorientado- optó por esperar la Navidad y
vacaciones de verano, apostando por el cansancio y agotamiento natural
de esta explosión juvenil “espontánea, emocional y poco preparada
políticamente”, este año el actuar de las autoridades es mucho más
calculado y agresivo.
Por una parte, el gobierno planteó una
serie de iniciativas legislativas, que aunque por su forma parecen ser
dirigidas hacia la solución de muchos problemas, en el fondo significan
sólo fortalecer y profundizar el modelo existente, basado en su visión
de la educación como un bien de consumo.
Los medios de comunicación chilenos, en
su gran mayoría, pertenecen a los mismos grupos económicos y se
alinearon con el gobierno, sin cuestionar ni revelar la gran trampa
legislativa detrás de las “generosas ofertas” de autoridades. Todas las
propuestas del gobierno han sido prácticamente contrarias a las
exigencias de los estudiantes.
Por otro lado, evitando tocar temas de
fondo que tienen que ver con el modelo de la educación, los voceros del
gobierno se dedicaron a deslegitimar a los dirigentes del movimiento.
Hace unos días, el ministro de Educación, Harald Beyer, dijo que “los
estudiantes ya no están siguiendo a sus dirigentes”. De inmediato, la
vocera de la convocante Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios
(ACES), Eloísa González, a través de su cuenta de twitter [1]
respondió: “Beyer tiene razón, las bases no siguen a los dirigentes,
los dirigentes siguen a sus bases”. Dentro de la misma lógica, el
presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile
(FECH), Gabriel Boric, también vía twitter [2] replicó que el ministro Beyer “no entiende” que los dirigentes “no somos profetas, sino representantes de nuestros compañeros”.
El año 2012 se ve muy diferente del
anterior. A diferencia del año pasado, en las calles de Santiago no se
ven multitudinarias marchas y “cacerolazos” por la educación. En vez de
grandes concentraciones en las principales avenidas y plazas de
Santiago, ahora se optó por descentralizar y replicar las mini marchas
por las comunas periféricas, lejanas del centro, haciéndose de esta
manera más presente el movimiento en toda la ciudad.
El jueves 23 de agosto la vocera de los
secundarios, Eloísa González, confirmó este cambio en una entrevista a
la Radio Universidad de Chile, diciendo que “el día de hoy marca una
nueva estrategia por parte del movimiento estudiantil, secundario en
particular, que tiene que ver con ampliarse a las comunas y distintos
sectores, espacios que no habían estado participando”. Ese día de
inusual frío y lluvia se caracterizó por 14 marchas comunales,
realizadas con un orden y puntualidad también poco usuales.
Los grandes medios de comunicación
siguen moralizando sobre la violencia en las tomas, los acuerdos
extrajudiciales entre los grandes consorcios mineros y las futuras
candidaturas presidenciales. La televisión sigue reproduciendo la gran
burbuja del poder en millones de burbujitas de jabón en las pantallas de
cada hogar chileno. Parece que ningún personaje público y mediático se
atreve a hablar de lo más importante y urgente: que las exigencias de la
educación digna, apoyadas desde hace un año y medio por la enorme
mayoría de los chilenos, no sólo esta sin cumplir, sino también sin
responder.
Está claro que, desde el año pasado, los
tiempos han cambiado. El país parece avanzar y retroceder a la vez. Los
múltiples diagnósticos y largas interpretaciones de los connotados
políticos y sociólogos no sirven. Hay cosas importantes de este
movimiento que simplemente desconocemos, cosas invisibles a través de la
televisión y la prensa. Por supuesto hay mucho más preguntas que
respuestas.
Para tratar de aclarar estos temas, Desinformémonos conversó con la dirigente estudiantil y militante de Izquierda Autónoma, Javiera Toro.
Sobre las principales diferencias del movimiento este año
El año pasado fue de amplificación del
movimiento. Se sumaron organizaciones que nunca habían participado
juntas y fue un año de discusiones muy largas. Por eso también hubo
mucho desgaste. Ésta es la herencia que recibimos este año. El año
pasado no se tomó ninguna decisión final: ni de replegarse ni de avanzar
de algún modo concreto. Las tomas han sido muy largas, improvisadas y
sin mayor coordinación de acciones conjuntas a futuro. Por eso hubo un
desgaste.
Pero, pudiendo haber sido mayor el
desmembramiento y la desorganización, esto no sucedió, sino que creció
la organización. Este año ha sido muy lento. A la organización se
incorporaron los que antes nunca han participado, que nunca han sido
organizados; mucha gente que se integró a las marchas nunca había
participado en ningún tipo de orgánica, no tenía experiencia de
participación social de ningún tipo. El año pasado fue su primera
experiencia organizativa. Este año se están consolidando este tipo de
experiencias y se ha hecho un esfuerzo muy grande para unificar las
demandas entre varias organizaciones de estudiantes. Por eso se ha
logrado sacar un documento conjunto. Nos unimos con los estudiantes
secundarios y las nuevas organizaciones de las universidades
particulares se han ido sumando. Ése ha sido el trabajo de este año.
Aunque, claro, avanza todavía muy lento. Durante todo el primer semestre
el principal objetivo era rearmarnos.
Anteriormente, después de las
experiencias parecidas a la de 2011, normalmente hubo mucha
descomposición, desarme, desilusión y ninguna capacidad de oponerse a
las iniciativas legislativas del gobierno dirigidas hacia la
profundización del modelo. Ahora tenemos todos los indicios de que este
movimiento se está recomponiendo. Todavía se ven muchas diferencias.
Muy lentamente, pero estamos avanzando.
Los principales retos
Se hace más difícil la convocatoria. Sin
duda, hay un cansancio y un desgaste; los estudiantes, casi todos,
tuvimos un año académico alterado. Aun así se lograron las convocatorias
grandes, y creo que lo distintivo era la capacidad de unificarnos, de
salir en todas las declaraciones y conferencias todos juntos, unidos. En
todas las movilizaciones de este año tratamos de estar juntos con las
dos organizaciones de secundarios que existen y con los universitarios.
Creo que es algo muy distintivo del año pasado.
La realidad del año pasado desbordó la
capacidad de cualquier organización. Estábamos tratando de ordenarnos y
organizarnos mejor, pero la fuerza y la masividad espontáneos del
movimiento que surgió superaron a toda nuestra capacidad organizativa.
Este año estamos tratando de consolidar y unificar nuestros criterios y
objetivos inmediatos. El año pasado hubo muchos petitorios distintos, en
ningún momento pudimos acordar un petitorio de todos. Y toda la
espontaneidad es una fuerza muy frágil. Por eso el tema de este año es
una mayor consolidación, y creo que en esto avanzamos.
De errores y debilidades
El movimiento, por ser tan grande, tan
espontáneo y tan diverso, no tenía suficiente unidad de criterio.
Cuando el gobierno, asustado, aceptaba dialogar, no lográbamos
prepararnos bien para este diálogo. Todo sucedía demasiado rápido y no
hubo tiempo para una mayor reflexión y para coordinarnos bien entre
tantos y tan diversos integrantes. Sin duda, esto nos perjudicó. Pero
también hubo mucha incapacidad y muchos errores del gobierno, lo que nos
permitió avanzar. A veces avanzábamos más por los errores del gobierno
que por nuestros méritos.
Sin embargo, el gobierno también
aprendió más y ahora se equivoca menos. El actual ministro de educación
tiene más apoyo transversal del gobierno, es más reconocido en el ámbito
de la educación. Y durante todo el último mes ha estado más clara la
nueva táctica del gobierno, que consiste en aislarnos, acusándonos de
ser un grupo minoritario, radical, intransigente y extremista, que no
representa a las grandes mayorías de los estudiantes chilenos y que está
alejado de las aspiraciones de la familia.
Por eso, ahora el gobierno trata de
presentarnos no como una continuidad del movimiento del año pasado, sino
como pequeños grupos causantes de hechos aislados. Y nuestra idea es
demostrar que los problemas que causaron los acontecimientos del año
pasado siguen sin resolver y que nuestro movimiento sigue contando con
el apoyo de los amplios sectores de la sociedad.
Sobre la postura del movimiento y la del gobierno
Primero hay que tener claro que el
objetivo que el movimiento se propone no se va a lograr con este
gobierno. Sin embargo, creo que se ha avanzado, en el mundo estudiantil,
en adquirir la conciencia de lo que se quiere y de instalar en forma
mayoritaria estas ideas en la ciudadanía; esta conciencia no existía
antes. Y hay que entender que no hay ninguna manera de poner el punto
final a este movimiento, ni este año ni el próximo; por eso nos parece
tan importante la consolidación de nuestras fuerzas. Esta lucha es de
muy largo aliento, y esta fuerza no se puede ser jugada toda en un solo
día, en una sólo demanda, en un solo año.
Creo también que en algunas pequeñas
cosas podemos avanzar bastante pronto. Primero que nada, con el desgaste
del movimiento del año pasado y con las iniciativas del gobierno, me
refiero a las iniciativas legislativas para fortalecer y profundizar el
modelo actual; podíamos haber retrocedido y esto no sucedió. Con la
correlación de fuerzas y circunstancias desfavorables logramos frenar la
profundización del modelo educacional chileno. No es lo que pasó en el
año 2006, por ejemplo.
¿El modelo neoliberal se
profundizó más con el gobierno de ‘centroizquierda’ de la Concertación
que con el actual gobierno de derecha?
Claro, y sin duda ahora el movimiento
estudiantil está mucho más fuerte. No era fácil para este gobierno. Por
supuesto, esto no es ninguna garantía: de repente llegan las vacaciones y
ese momento se aprovecha para aprobar las leyes. Estamos conscientes de
todos estos riesgos. Pero el hecho es que este año pudimos contener
estas iniciativas del gobierno. Y aunque en este momento ya no, el año
pasado se vieron algunas aperturas en la postura del gobierno por donde
se podía avanzar. Entendemos perfectamente la gran diferencia filosófica
y conceptual entre nosotros y el gobierno, pero la gran legitimidad que
logró el movimiento en la sociedad permitía abrir los espacios en las
conversaciones con él para ciertos avances en algunos puntos
específicos, como por ejemplo en la democratización.
El significado de la democratización
En Chile existe una ley que prohíbe a
los estudiantes la participación en la toma de las decisiones en sus
instituciones. De esto proviene nuestra demanda básica de la
democratización, para que los estudiantes puedan participar en la toma
de las decisiones relevantes de las instituciones educacionales. Sin
embargo, entendemos que esta democratización no se va a lograr porque
nos la conceda el gobierno, ni por decreto o por cambio de una ley: la
democratización llega de a poco junto con la mayor participación
ciudadana.
Hay que quitar ciertas trabas legales.
Todavía hay lugares donde formar centros de estudiantes está prohibido y
hay amedrentamiento de los dirigentes. También hay algunas leyes y
derechos de estudiantes que existen pero no se cumplen por varios
establecimientos educativos, y por parte del gobierno no hay ninguna
fiscalización. El ministerio tiene facultades para fiscalizar, pero
nunca lo ha hecho porque no hay voluntad política. Todavía hay
universidades donde se firman los contratos en que se dice que uno no se
va a organizar. Creo que se puede avanzar en eso; o en el tema del
lucro.
Hoy se habla de reconocer y regular el
lucro en la educación, pero con el apoyo que ha adquirido la demanda del
fin a este lucro, yo creo que existe un campo para hacerlo retroceder.
Con el apoyo de los rectores de las universidades estatales, que ahora
se llaman tradicionales y son las más importantes de Chile, se puede
empezar a aumentar el apoyo estatal a la educación pública
universitaria. Se está discutiendo, y es posible que se apruebe la ley
que prohíbe el lucro con los recursos estatales. Sería un avance
pequeño, pero concreto.
Los partidos políticos y la lucha
Tratamos de estar por arriba de todos.
Los partidos políticos se encuentran discutiendo cosas insignificantes,
segundarias; sin pretender ningún cambio de fondo, proponen puros
ajustes y maquillajes del mismo modelo. Por eso el movimiento de
estudiantes no está de acuerdo con ellos y no se presta a su juego.
Además, los partidos están muy deslegitimados y desordenados
internamente, y ninguno es capaz de decir que está con las demandas
porque no pueden estar con todas nuestras demandas. Para ellos es como
estar contra su propia esencia.
Es una pena; este descrédito de la
política, que es responsabilidad de los partidos actuales, nos hace mal a
todos. Nos da mucha lástima realmente que los partidos políticos
actuales no tengan ninguna vocación para representar a la ciudadanía. Me
cuesta creer cómo un representante de un partido un día dice que sí
esta con los estudiantes, pero el día siguiente, recibiendo
instrucciones de los dirigentes de su partido, vota en contra.
Entonces, tal vez hay que inventar otra forma de organización. Es un
riesgo, sobre todo después de un año como este. Ahora hay tanta
desconfianza hacia las estructuras organizadas que muchos creen que es
mejor seguir por sí mismos. Creo que la organización es muy importante, y
no sé si la forma adecuada sería vía un partido político o no, pero
ojalá existiese una fuerza capaz de organizarse y actuar. Creo que ésta
es la apuesta.
Los partidos ni siquiera son capaces de
darse cuenta que poco representan ahora a las necesidades y los
movimientos de esta sociedad.
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