(APe).- Las
antiguas voces todavía nos dicen que somos hijos de la tierra y que la
madre no se vende ni se alquila. Esas voces porfiadamente vivas nos
anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo,
el aire y el alma.
Esas voces de las que hablaba Eduardo
Galeano miran estos suelos hoy con ojos extraños. Cómo entender que esa
huella diminuta del piecito wichi, de la manita guaraní, del árbol
dibujado con un palito sobre el barro se eternizan hoy en tierra
extranjera.
Extranjera de origen. Extranjera de historia. Extranjera de realidades. Extranjera de clase.
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El
Registro Nacional de Tierras Rurales dio a conocer un informe que
arroja que “al menos 2,3 millones de hectáreas se encuentran en manos de
extranjeros”. Según esas primeras estimaciones, los estadounidenses
encabezan el ranking, con 461.353 hectáreas, mientras que los italianos
han declarado formalmente 455.322 hectáreas.
La Federación
Agraria Argentina estima que el total es muy superior y que puede
oscilar entre los 20 y los 25 millones de hectáreas.
Lagos, reservas naturales, pueblos enteros incluso, van sumando a las arcas de empresarios.
Avisos clasificados convocan a ganar territorio. Pasen y vean, qué lindas tolderías,
cantaría Les Luthiers. “Está ubicado en un paraíso fiscal, con
beneficios estables y grandes ganancias”, subrayaba el aviso que
malvendía hectáreas en Río Grande.
¿Cuántos sueños caben en un
sueño? ¿Cuántos países caben en las tierras en manos de grandes
empresarios extranjeros (de nacionalidad)?
El país tiene 279
millones de hectáreas en su parte continental. Pero las tierras
cultivadas llegan apenas a los 31 millones de hectáreas.
Según el
Registro Nacional de Tierras Rurales, en manos de empresarios
extranjeros está la superficie entera de un país como El Salvador. O la
quinta parte de países como Honduras o Cuba. Según la Federación Agraria
Argentina, en manos de empresarios extranjeros está la superficie
entera de un país como Ecuador; de dos Nicaragua; la suma de Nicaragua y
Honduras o una vez y media el territorio entero de Uruguay.
Para
el Registro de Tierras, representan el 0,8 por ciento de la superficie
total. Para la Federación Agraria, entre el 7 y el 9 por ciento.
Fue
el gobierno de Farrell-Perón el que con el decreto-ley 15.385/44
declaró que es de “conveniencia nacional que los bienes ubicados en
zonas de seguridad pertenezcan a ciudadanos nativos” y expropió gran
cantidad de propiedades extranjeras.
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Hay
otro concepto de propiedad extranjera muy lejano al de la nacionalidad.
No nace de fronteras que demarcan límites políticos. Arranca en la
médula de un sistema que endiosa los capitales y olvida a los
desarrapados y expoliados de la historia.
En “Tierras S.A.:
Crónicas de un país rematado", los periodistas Andrés Klipphan y Daniel
Enz hablan del proceso de extranjerización de la tierra acompañado de la
“fiebre verde” u “oro verde”: el cultivo de la soja. Un proceso que es
posible en un país en el que la concentración de tierras es el abono
perfecto para el negocio.
Si restan dudas, hoy –revela
Ecoportal.net- “la patria grande sojera está conformada por Brasil,
Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Los cinco países cuentan con 47
millones de hectáreas con soja transgénica”. En Argentina, puntualmente,
abarca el 59 % de toda la tierra cultivada. En 1970 alcanzaba apenas el
1 %.
El Censo Agropecuario 2001 –cuentan Klipphan y Enz- desnuda
que los 936 terratenientes más poderosos tienen 35.515.000 hectáreas, y
en el otro extremo, 137.021 agricultores poseen solamente 2.288.000.
El
proceso de extranjerización de la tierra nace para esos números de otro
concepto, el de las fronteras ideológicas que marca el dios dinero.
¿Acaso para los pueblos originarios de la Patagonia hay diferencias reales si lo desalojan la familia Benetton o Manu Ginobili?
Para
entender: los Benetton enjuiciaron por desalojo a la comunidad mapuche
Santa Rosa Leleque de las tierras que compraron en la Patagonia.
El
jugador de básquet Emanuel Ginóbili, estrella de la selección nacional y
de la liga estadounidense NBA devenido héroe y modelo a imitar,
enjuició a la comunidad mapuche Paichil Antriao, de la zona de Villa la
Angostura.
No siempre esa extranjería la plantean las fronteras políticas. La mayoría de las veces las imponen las fronteras bancarias.
Conceptos
de extranjería que ubican socialmente mucho más ajenos a los Qom que a
Ted Turner. A los mapuches que al italianísimo Benetton. Hay espejos en
los que resulta impensable reflejarse.
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“En
este año glorioso, una serie de acontecimientos felices comenzaron y
terminaron la gran obra que ha dado los siguientes resultados: la
pacificación de los desiertos que se extienden al sur de la República;
la conquista de 20.000 leguas de tierras fértiles entregadas a la
civilización; la sumisión y la regeneración de poblaciones salvajes…”,
escribía Manuel J. Olascoaga en 1881.
Los grandes estancieros
concentraron entonces en sus manos la gran propiedad privada. Y
terratenientes ilustres espejaron el deseo europeizante. “Más rico que
Anchorena”, se escuchaba en la Argentina de inicios del siglo XX. “Rico
como argentino”, se decía en la París de esos mismos días.
Anchorena,
Blaquier, Martínez de Hoz, Benetton, Tompkins o los anglo-malayos de
Walbrook no plantean las diferencias. Después de todo, a Cristian
Ferreyra no lo mandó a matar un inglés propietario de cientos de miles
de hectáreas. Lo asesinó un matón que obedecía al empresario rural al
que se enfrentaba la comunidad indígena lule-vilela de San Antonio, en
Santiago. La misma provincia en que murió Sandra Juárez un año antes, de
un paro cardíaco, mientras trataba de frenar las topadoras que
destruirían sus sueños. Ni tampoco fue un megaempresario norteamericano
el que mandó matar a Javier Chocobar, comunero diaguita de la comunidad
Chuschagasta, un año antes o a Roberto López, de la comunidad qom Potae
Napocna Navogoh, de Formosa.
¿A quién temerá más el líder qom
Félix Díaz? ¿A la policía de Gildo Insfrán o a la seguridad privada de
Douglas Tompkins, Ted Turner o Ward Lay? Es simple cuestión de ubicación
territorial. No mucho más. En nombre del Estado o en nombre de los
socios del Estado.
Hay distintos niveles de extranjería en un
mundo que se empeña en envenenar los suelos, el aire, el agua y seguir
hundiendo en la pobreza a 189 millones de latinoamericanos.
Y desde el fondo de la tierra siguen pertinaces las voces antiguas. Esas que en versos de Jorge Enrique Adoum recordaron: Todo
lo que tienes a mí me estás quitando: porque sembré y no fue mía la
cosecha, porque cuidé tu viña y no gotearon en mis manos los racimos,
tampoco tuve el agua y la tierra conquistadas… Pero sé del suelo la
dimensión exacta que será reconquistada a tu violencia. ¿No es mío acaso
el sitio donde me han matado tanto?
Vía,fuente:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7358:los-verdaderos-duenos-de-la-tierra&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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