La Primera, 30 de julio, 2012.- Está sometida a debate la propuesta del Presidente Ollanta Humala de introducir en la Constitución una reforma que reconozca el derecho universal al agua y garantice el acceso a ésta de los sectores más pobres.
La idea es buena y está en consonancia con un movimiento surgido en las Naciones Unidas. Pero, ¿es viable en un país donde el Estado fomenta el surgimiento de un neolatifundismo que convierte en enana la antigua gran propiedad de los gamonales?
José Carlos Mariátegui y, antes, Manuel González Prada habían arribado a la conclusión de que el problema del indio era el problema de la tierra. Ahora vemos que el problema del campesino es el problema de la tierra y el agua.
Mariátegui se había percatado, temprano, del vínculo estrecho entre el problema de la tierra y la cuestión del agua. En “El problema de la tierra” de 7 ensayos expresó:
“En la sierra no existe el problema del
agua. Las lluvias abundantes permiten, al latifundista como al comunero,
los mismos cultivos. Sin embargo, también en la sierra se constata el
fenómeno de concentración de la propiedad agraria. Este hecho prueba el
carácter esencialmente político-social de la cuestión”.
En los años 30 del siglo XX empezó a verse cuán grave era el problema
del agua, como parte del conflicto agrario. José María Arguedas captó
el drama y lo pintó en su primer libro, de título expresivo: Agua
(1935). Sobre ese relato escribí en mi ensayo El contenido antifeudal de
la obra de Arguedas lo siguiente:
“Este libro es toda una pieza acusatoria
en el proceso del latifundismo peruano. El reclamo del agua, el anhelo
de que también a los “endios” se les dé k’ocha, agua, muestra en acción a
las fuerzas reaccionarias del campo: el amo que monopoliza el líquido
fecundador y que abalea a quien protesta. Y también aparece el esbozo de
un rebelde. Pantacha, un indio que ha estado en la Costa y que ha
comprendido que la lucha y la unión son lo único que puede hacer
respetar los derechos del campesino. Sin embargo, la acción es demasiado
individual, la actitud de las masas demasiado pasiva, como para imponer
condiciones, y Pantacha muere gritando “¡Carago! ¡Sua! (ladrón)” frente
a las balas del gamonal.”
Mi trabajo fue originalmente publicado en la revista Tareas del poeta Alejandro Romualdo Valle (Nº. 1, enero-febrero de 1960).En el agro andino, así como en la Amazonía, avanza hoy una amenaza económica y social, la creación de enormes haciendas, sobre todo en irrigaciones costeadas por el Estado, es decir por nuestros bolsillos. Las tierras se entregan, a precio de ocasión, a terratenientes nacionales y extranjeros. El agricultor pequeño o mediano a muy poco puede aspirar ahí. Alan García postuló en “El síndrome del perro del hortelano” las grandes concesiones en la selva, sin contemplaciones para el morador del bosque.
Vía,fuente:
http://servindi.org/actualidad/69142
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