Oaxaca, México. A pesar
de las críticas de organizaciones indígenas y los gobiernos de Bolivia,
Ecuador y Uruguay a la economía verde -por considerarla una forma de
mercantilización y colonialismo contra los países del sur y la
naturaleza-, la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre Desarrollo
Sostenible (Rio+20) la retomó como un nuevo modelo para “erradicar la
pobreza y contribuir al crecimiento sostenible, manteniendo el
funcionamiento saludable de los ecosistemas y de la Tierra”.
En un acercamiento a la Sierra Norte de
Oaxaca, en México, encontramos que las comunidades de esta región hacen
eco de las voces que ven a la economía verde como un modelo que margina
las iniciativas tomadas principalmente por países y pueblos indígenas y
quienes no creen en el desarrollo, desde el punto de vista del
crecimiento económico exponencial, como una solución real a la crisis
ambiental y ecológica.
Jaime Martínez Luna, indígena zapoteco
de Guelatao, presidente de la asociación civil Comunalidad y autor del
libro “Eso que llaman comunalidad”, establece que “estamos en contra del
desarrollo porque es lineal y ascendente. Nosotros somos circulares, no
somos el centro, no somos dueños de la naturaleza, ella es dueña de
nosotros. La comunalidad, más que un concepto, es una forma de vida que
se fundamenta en la asamblea, los cargos de representación, las
festividades, el tequio y la colectividad. Es un conocimiento desde
dentro, que nace de la observación de lo que hacemos cotidianamente”.
Las Naciones Unidas y los promotores de
una nueva economía más limpia han trabajado en muchas propuestas como
alternativa al fin de la era del modelo económico que aún tiene como
base los hidrocarburos. Esto implica una reconfiguración de los nuevos
espacios y tiempos de un nuevo mercado, que busca sustituir los
hidrocarburos por nuevas tecnologías que funcionen mediante
carbohidratos y bioenergéticos con la finalidad de reducir las emisiones
de dióxido de carbono y poder mantener el crecimiento económico.
Existen diferentes intereses en torno a
este nuevo tipo de economía. Por una parte, están los inversionistas del
capital transnacional que han invertido millones de dólares en la
reconversión energética, el monopolio de las llamadas tecnologías
limpias y el redituable mercado de los bonos de carbono –permisos de
contaminación-. En ese mismo sentido se encuentran los ambientalistas
que han ejecutado las políticas verdes emanadas de estos organismos
internacionales.
Por otro lado se encuentran las
comunidades indígenas asentadas en los diez países que concentran la
mayor biodiversidad en el mundo, quienes se identifican como parte de
la madre tierra y su diversidad. Por lo tanto, más que conservar sus
recursos, trabajan por la preservación de sus formas de relaciones
sociales y de sus saberes locales, pues existe una cosmovisión práctica
que se ha ido perdiendo por la influencia del pensamiento
occidentalista, que les ha enseñado a verse como individuos y pensar de
forma lineal y homogénea.
El territorio de estas comunidades
indígenas representa la plataforma para el mercado de Bonos Carbono por
medio de la creación de Parques Nacionales, Áreas Nacionales Protegidas,
Patrimonio de la Humanidad, Áreas de Conservación Transfronterizas,
Parques Transnacionales – también llamados Parques para la Paz-,
Corredores Ecológicos o Biológicos y las redes de Áreas Protegidas.
México es el tercer país dentro esta
jerarquía de los países más ricos en cuanto a diversidad biológica; el
estado de Oaxaca – mayoritariamente indígena – representa el número uno
dentro de este país y forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano.
Por más de dos décadas han hecho acto de
presencia en este lugar organismos como el Fondo Mundial para la
Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), Conservación Internacional
(CI) y The Nature Conservancy (TNC), y empresas como Televisa, Gamesa,
Coca-Cola, Novartis, entre otras más, quienes han ejecutado sus
proyectos muchas veces sin el consentimiento o sin la información
necesaria para las comunidades nativas.
En entrevista, autoridades de bienes
comunales de la Sierra Mixe y la Sierra Juárez consideran respeto a la
economía verde que: “ellos ponen el precio y es un mínimo apoyo para la
autoridad. La gente está molesta porque se les está expropiando parte
del territorio para venta de carbono y preguntan de qué van a comer”,
expone Melitón Jiménez, presidente de vigilancia en Tlahuitoltepec.
“Creemos que de todos modos necesitamos los árboles y cuidar nuestro
medio ambiente. No conocemos bien los bonos de carbono para exigir que
paguen lo que debe de ser, pensamos que nos dan lo que puedan”.
Ulises Díaz, suplente del secretario de
bienes comunales, señala que “desde 1985 decidimos tener más cuidado de
nuestro medio ambiente. En el 2002, Servicios Ambientales de Oaxaca
(SAO) y Pronatura llegaron a complementar nuestro trabajo y por medio de
estas ONG (Organización No Gubernamental) vendemos el oxígeno a
Chinoin, Fundación Televisa y Gamesa. Es compromiso de todos, pero más
de los países que contaminan en una mayor medida, deben de ser
responsables y tener conciencia y todos debemos de aportar, no sólo los
que tenemos bosques”.
Wilfred Mendoza Jiménez, también de
Tlahuitoltepec, explica el problema de dar patentes a una comunidad y no
a otra. “Desde los años noventa ha habido presencia de organizaciones
de las Naciones Unidas. Novartis, en conjunto con el gobierno estatal y
federal, ha realizado prácticas de bioprospección. Hizo estudios en el
suelo de Calpulalpan y desarrollaron patentes; a cambio les dieron un
laboratorio, pero sabemos que los microorganismos no miden territorios y
también se encuentran en nuestras comunidades, pero ya no nos
pertenecen”.
Las diferentes comunidades de esta
región se ven identificadas en la necesidad de conservar y rescatar el
conocimiento perdido que les han heredado sus ancestros. Sus
alternativas en relación al conservacionismo y lo que representa la
economía verde o el llamado desarrollo, son sus propias formas de vida
tradicional, lo comunal y colectivo.
Algunos han decidido marcar una
distancia entre el conocimiento occidental, que se muestra cerrado a sus
alternativas, y buscan retomar la memoria histórica para poder
identificar cuáles han sido los motivos del rompimiento de los
principios comunales en su esencia.
Martínez Luna comenta: “en la región se
ha dado una gran lucha por detener las concesiones de los bosques y se
ha logrado detener varios proyectos mineros a nivel nacional. Podemos
jactarnos de que en la región existe un elevado índice de conservación
de la naturaleza; el medio ambiente permanece protegido por decisión
comunitaria y no es de nuestra propiedad, porque en nuestras comunidades
no existe la propiedad privada, existe la posesión comunal. Se ha hecho
bioprospección en diferentes niveles, unos permitidos por la comunidad y
otros sin la intervención de la comunidad: hay intereses en conocer lo
que tenemos. Puede venir cualquiera, pero si no se autoriza por la
comunidad, no entran“.
Martínez Luna remarca que es necesario
entender y valorar lo que somos, porque de esta forma valoramos lo que
tenemos; no entrar en la competencia, sino reproducir la compartición, e
impedir la intromisión descarada de los principios individualistas.
De la economía verde a la comunalidad
existen diferentes principios e intereses. En la primera predomina el
crecimiento y el desarrollo sustentable, pero la lógica sigue siendo la
acumulación y la ganancia de capital que beneficia sólo a algunas
personas. En la otra, sobresale lo colectivo, lo comunal y lo diverso.
No es que no quieran mejores condiciones de vida, pero no de la forma
irracional del desarrollo económico que persiste mediante el
subdesarrollo de otros países y regiones.
Hoy día muchos pueblos indígenas de
Latinoamérica hacen eco de sus modos de pensamiento y acción, desde la
comunalidad que se retoma en la sierra Norte de Oaxaca, el Mandar
Obedeciendo y el Nosotros desde el sureste mexicano, hasta el Buen Vivir
de los bolivianos. Son voces que reclaman una deuda ecológica pendiente
de los países del norte para con los del sur, pues lo que ellos conocen
por desarrollo no es más que la medida del saqueo y la destrucción de
los ecosistemas y de los pueblos indígenas.
Este artículo fue publicado originalmente en la página del Programa de las Américas
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2012/07/una-mirada-desde-oaxaca-el-nuevo-colonialismo-contra-la-naturaleza-y-los-pueblos-indigenas/
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