El periodista mexicano radicado en Estado Unidos, uno de los de mayor influencia de habla hispana en Norteamérica, aborda el papel de que deben de jugar sus compañero y los insta a romper el silencio y alzar la voz y ponerse de lado de la democracia, no de lado de López Obrador.
He aquí integro el texto de Ramos:
Minimizar o negar lo que nos pasa es una característica muy mexicana.
Ya lo decía Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad”: “Máscara el
rostro, máscara la sonrisa”. Minimizar o negar que hubo abusos y
trampas, antes y durante la elección presidencial, es la típica
respuesta mexicana a nuestros problemas. Pero ya es momento de romper
ese esquema centenario. Y la manera de hacerlo es, primero, reconociendo
que las votaciones no fueron limpias ni transparentes.
Sé que suena a obsesión. Pero, sencillamente, no nos podemos quedar
callados si Enrique Peña Nieto, el candidato del PRI, llegó a la
Presidencia de México comprando miles o millones de votos y usando el
presupuesto del Estado de México para promover su candidatura por
televisión. Eso viola la Constitución que exige votaciones libres. No
debemos dejar para el próximo sexenio lo que podemos denunciar hoy. Ante
las trampas es preciso exigir que se haga algo significativo, ejemplar,
para que nunca más se repita este tipo de fraude. Nunca más.
Oigo por muchos lados -Twitter, Facebook, radio…- a mexicanos que
dicen que todos los partidos políticos compran votos, que es preferible
que Peña Nieto tome posesión y que la vida siga igual. O sea, que lo
mejor es no hacer olas. Pero aquí hay que tomar partido y, con esto, no
me refiero a apoyar a Andrés Manuel López Obrador, el candidato del PRD.
Hay que tomar partido con la democracia. Punto. Si López Obrador o
Josefina Vázquez Mota, del PAN, hubieran ganado con trampas la
Presidencia, mi crítica sería exactamente la misma. Pero el que ganó con
trampas fue Peña Nieto del PRI -un partido que durante 71 años se
impuso a dedazo limpio en las elecciones presidenciales- y por lo tanto
nos corresponde como periodistas cuestionarlo a él. No es una cuestión
partidista. Es una cuestión ética.
Elie Wiesel, el Premio Nobel y sobreviviente del holocausto, nos
recuerda en su libro “Noche” que: “Debemos tomar partido. La neutralidad
ayuda al opresor, nunca a la víctima”. En su caso, denuncia a los que
no se atrevieron a confrontar a Hitler. En el caso mexicano, podemos
aplicar el mismo principio y tomar partido con la democracia, no con los
que abusaron de sus recursos económicos para comprar votos y llegar al
poder.
Como periodistas no podemos -no debemos- apoyar a ningún candidato.
Mientras más distancia mejor. Nada de regalos, comidas o inversiones en
publicidad de políticos. Nuestra principal función social como
periodistas (lo he dicho antes) es evitar el abuso de los que tienen el
poder. Y en México esto significa, en estos momentos, denunciar las
trampas electorales, identificar a los culpables, las cuentas y los
montos que pagaron, e insistir en que el Gobierno federal inicie una
investigación independiente y que las autoridades electorales castiguen
fuertemente a los tramposos. Con todas las pruebas presentadas no es
posible concluir que Peña Nieto ganó limpia y legalmente.
El experimento mexicano con la democracia apenas lleva tres
elecciones presidenciales. Ésta y la del 2006 quedaron embarradas de
dudas. Sólo la del 2000 estuvo libre de cuestionamientos graves. Nos
falta mucho por aprender. Sigo pensando que en Suiza o en Suecia, por
poner dos ejemplos, algo parecido a lo que ocurre en México ya habría
llevado a la anulación de las elecciones, a la descalificación del
candidato que supuestamente ganó y a un montón de gente en la cárcel. En
México no pasa nada.
La compra de votos en un país tan pobre como México tiene su base en
una inocultable cultura de corrupción. México está entre los países más
corruptos del mundo según Transparencia Internacional; el año pasado
ocupó el lugar 100 entre 183 naciones. Su calificación fue de 3.0
puntos, en una escala donde cero es lo más corrupto y 10 lo menos
corrupto.
Pero es un error el justificar el triunfo de Peña Nieto diciendo que
lo normal en México es que haya corrupción y que se compren votos para
ganar una elección presidencial. Es tan absurdo como decir que lo normal
en México es que haya 60 mil muertos en un sexenio de lucha contra el
narcotráfico.
Para que el experimento mexicano salga adelante hay que cuestionar y
rechazar, antes que nada, lo que parece normal: las trampas, los
muertos, la pobreza, la concentración de poder, de información y de
dinero en pocas manos.
Creo en el experimento mexicano. Creo que México llegará a ser un
país verdaderamente democrático. Creo que México tiene grandes
periodistas -sobre todo mujeres: Elena Poniatowska, Carmen Aristegui,
Alma Guillermoprieto, Adela Navarro (del semanario Zeta), Lydia Cacho,
Anabel Hernández, Sanjuana Martínez, Guadalupe Loaeza, Cristina Pacheco,
Denise Dresser y Denise Maerker, entre muchas otras- que informan con
valentía y que no van a dejar que nos mientan.
Creo en los 131 jóvenes que despertaron un vigoroso, contestatario y
necesario movimiento estudiantil. Creo en la lucha por los inmigrantes
del Padre Alejandro Solalinde y en la búsqueda de la paz del poeta
Javier Sicilia.
Creo que millones de mexicanos ya no quieren más de lo mismo. Creo en un México nuevo y posible.
Pero lo viejo no acaba de morir en México. Y es ese olor a rancio y podrido lo que no me deja en paz.
http://apiavirtual.net/2012/07/20/no-nos-podemos-quedar-callados-ante-el-fraude-de-pena/#more-50821
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