MÉXICO, D.F. (apro).- En la historia política del país ningún
candidato presidencial como Enrique Peña Nieto ha tenido tantas
expresiones de rechazo social como las que se han expresado en su contra
desde la campaña y aun después de ésta.
A muchos simpatizantes
del PRI y otros acomodaticios que ya buscan amoldarse al cambio de
gobierno, les parecen exageradas las expresiones que ha habido en contra
de Peña Nieto en los últimos meses, desde aquellas en las que no pudo
citar tres libros que marcaran su vida y la necesidad de tener un
teleprompter para hablar en televisión, hasta las multitudinarias
marchas que han organizado diversos sectores que ven su victoria como un
acto de imposición.
Desde mayo a la fecha, ha habido alrededor
de 300 manifestaciones – entre marchas y mítines dentro y fuera del
país– en contra del PRI y de Peña Nieto. En todas ellas, el común
denominador de los participantes es un rechazo absoluto a la corrupción y
al autoritarismo que el candidato priista representa desde que era
gobernador del Estado de México.
Contrariamente, en estos meses
no ha habido una sola expresión popular de apoyo al priista; nadie ha
salido a la calle a resaltar su figura ni a defenderlo, mucho menos a su
partido. Cuando se dio el acto de apoyo en el estadio Azteca la mayor
parte fueron acarreados desde el Estado de México, pagados para asistir,
pero muchos abandonaron antes de que terminara el evento realizado en
el monumento propiedad de Televisa.
Sólo en los programas de
Televisa, Milenio, TV Azteca y en las páginas de El Universal,
Excélsior, y El Sol de México, entre otros periódicos, así como en
algunas programas de radio, es donde han salido sus defensores.
Es ahí donde se ve dónde radica el apoyo a Peña Nieto: en los medios
convertidos en grupos de interés o en grupos de poder y no en las plazas
públicas.
Si el tribunal electoral le otorga la constancia de
triunfo al priista, sin tomar en cuenta las graves faltas expuestas en
los recursos de inconformidad que se han presentado denunciando la
compra y coacción del voto, lavado de dinero para hacerse de recursos
económicos, y falta de equidad en los medios, como todos nos dimos
cuenta, Peña Nieto llegará al poder no por el apoyo legítimo de la
sociedad, sino por los grupos de poder.
Una situación muy
parecida ocurrió con Carlos Salinas de Gortari en 1988, y con Felipe
Calderón, en el 2006, cuando llegaron a la Presidencia carentes de
legitimidad, mediante el fraude. Los dos quisieron ganarse la voluntad
por medio de acciones de fuerza y de gran impacto mediático: El primero
metiendo a la cárcel a sus opositores y vendiendo la idea de que el
neoliberalismo era la puerta de entrada al primer mundo. El segundo,
sacando al Ejército a la calle para combatir al crimen organizado que
abrió una herida de 60 mil muertos y 10 mil desparecidos.
Sin
embargo, ninguno de los dos logró la legitimidad social. Salinas y
Calderón son dos de los presidentes más rechazados de las últimas
décadas.
Ahora la tentación del autoritarismo existe en Peña Nieto; ya lo hizo en Atenco, podría ejercerlo desde Los Pinos.
Hasta el momento el PRI ha desdeñado las manifestaciones que se han
replicado, incluso fuera del país. Seguramente le apuesta a que con el
paso del tiempo perderán fuerza y los inconformes quedarán aislados del
resto de la población que de manera pasiva ha aceptado los resultados de
una elección manchada por el fraude. Así lo hizo cuando estaba en el
poder: dejar que las manifestaciones se autoconsumieran.
Pero también aplicó la mano dura cuando las inconformidades empezaban a convertirse en un movimiento social.
Lo que no están considerando el PRI y Peña Nieto es que una buena parte
de la sociedad mexicana ha cambiado, sobre todo los jóvenes que por
primera vez votaron y que están enojados por el timo de elecciones
arregladas.
Desde principios de mayo los estudiantes de la
Universidad Iberoamericana expresaron su malestar por el trato de
“intolerantes” que les dio el presidente nacional del PRI, Pedro Joaquín
Coldwell, poniéndolos bajo la sospecha de ser infiltrados del PRD. A
partir de ahí surgió el movimiento social llamado “#YoSoy132” que ya ha
convocado hasta ahora a tres megamarchas en México y el extranjero
contra la imposición del priista Peña Nieto como presidente, en las que
han participado miles de mexicanos que ya no están dispuestos al engaño,
al autoritarismo ni a ser sojuzgados.
Seguramente Peña será
impuesto, pero es también casi seguro que enfrentará estas expresiones
de grupos sociales que no lo reconocerán como presidente. Es por ello
que, probablemente, administrará el país desde una burbuja, protegido
por cientos de soldados y policías, alejado de la gente, de la
ciudadanía, como les pasó a Salinas y a Calderón, que nunca dejaron ese
cerco de protección y gobernaron bajo la lobreguez de la ilegitimidad
impregnada en la banda tricolor que les colocaron por la fuerza.
Vía:
http://www.youtube.com/watch?v=2ej1t9IHfVs&feature=g-all-u
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