Viñeta de junio de 2011 que se niega a caducar.
Siguiendo la promesa que me hice en su día de dejar macerar los temas
hasta poder tener una opinión menos deformada, he ido dejando pasar la
polvareda que ha levantado La Razón.No toda ella, una sola hoja, la de delante, que es lo que lee la mayoría hoy gracias, o por desgracia, a la existencia de Twitter, y que por su culpita estoy rompiendo la promesa de contención.
Existe un mundo imaginario, el que recrea este tipo de publicaciones. Aquello que llamaban ”la crispación”, que parecía terreno de políticos ahora convertida en piromanía editorial por sistema que puede salpicar a cualquiera.
Y es un mundo imaginario porque en el día a día somos un ejemplo de convivencia. Sí, lo somos, más aún teniendo en cuenta la presión de la situación social.
Observo mi barrio, mi ciudad. Mis vecinos son gente que piensa distinto, igual, parecido, o simplemente pasan de aquello y de lo otro y no nos lo reprochamos a gritos.
Cada cual lidia con sus prioridades según le parece, nadie se escupe cuando se cruza.
Nadie va marcando fachadas de edificios con carteles que señalan a sus habitantes por su ideología, “Aquí vive un marxista al que le huele el sobaco”, su saldo bancario, “Cuidado, rico avaricioso”, ni por su religión o falta de ella, ni por acostarse (o intentarlo) con dos, ni por ser fanático de un club del deporte que proceda.
Esto tenía que pasar, si por la noche envuelves tres sardinas en una portada de La Razón, por la mañana tienes un comando de ETA o una columna de sanguinarios comunistas.
Sí aún eres joven o nunca te los habías cruzado, basta mirar su colección de cromos para saber quienes son y cómo piensan, pero sobretodo a quién desprecian que es a lo que dedican más esfuerzo, al pogromo.
Son más viejos que lo rancio, están convencidos de que el producto debe ser la trinchera, escriben, recortan, pegan y colorean con el rencor a flor de Paint.
Viven en un sinvivir, recreando una amenaza constante, en la agonía del discurso único, adornándolo todo con un tono autoritario y despectivo, con ese tufo de superioridad moral, intelectual y académica. Orgullosos de sembrar cabreos y rebotados por las ironías y las risas.
Y el odio siempre en primera.
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Vìa:
http://www.jrmora.com/blog/
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