Con España ya oficialmente en recesión, un paro galopante rondando el 23% y una reforma laboral que limita el derecho de los trabajadores, la huelga general de este jueves es el termómetro perfecto para medir el descontento social de una sociedad española que encara con cierto pesimismo el futuro.
Méndez y Toxo sostienen que hay más motivos que nunca para ir a la huelga y denuncian que en España “se está abusando de la propaganda para adormecer a la sociedad”. Lo dicen porque han tenido que bregar con la dura campaña emprendida por la patronal y el Gobierno, que les acusan de dejar “la imagen de España” por los suelos y de convertir al país en una nueva Grecia.
Los dos líderes sindicales son conscientes de que muy probablemente el Gobierno del Partido Popular (PP) no rectificará, pero sí creen que el 29-M puede marcar un punto de inflexión en la respuesta de la calle a la política del Gobierno.
Algunos analistas consideran que la huelga puede reavivar el descontento ciudadano por los duros ajustes económicos que se barruntan en los Presupuestos Generales del Estado que serán presentado este viernes, al día siguiente de la huelga. De hecho, los resultados electorales cosechados por el PP en Andalucía y en Asturias —muy por debajo de sus expetactivas— otorgan al 29-M una trascendencia mayor de la prevista. Apenas cien días después de su llegada al poder, Mariano Rajoy ya sabe que, aunque disponga de una mayoría absoluta en el Congreso, sus drásticas medidas de ajuste no le van a salir gratis. En ese sentido, el 29-M es un buen recordatorio.
“Los resultados electorales del domingo son una llamada de atención. La gente no acepta las reformas con esta orientación y posiblemente sean el comienzo de un nuevo ciclo. La ciudadanía que puede empezar a posicionarse de forma más activa frente a las políticas que se han venido implementando en los últimos años, y en particular en estos últimos meses”, declara a Reuters Xavier Vence, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela.
La desmovilización
Pero la principal dificultad a la que se enfrentan los sindicatos, más allá de las críticas de la derecha y de la patronal, es la desmovilización. Una gran parte de los ciudadanos está en contra de los recortes y de la reforma laboral, pero bien por miedo, por presión de los empresarios —tal y como denuncian los sindicatos— o porque dudan de que el 29-M pueda servir para algo, se muestran renuentes a participar activamente en el paro general.“Estamos viviendo una situación difícil en la sociedad española, con una enorme cantidad de trabajo precario y temporal, y por lo tanto cuesta mucho que los trabajadores, por mucha simpatía que tengan a una convocatoria como ésta, se puedan incorporar libremente”, explica Juan Torres López, catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, que, no obstante, cree que la huelga no será un fracaso. “Creo quepesar de todas las dificultades, la huelga va a ser muy seguida”.
Otros analistas, en cambio, sí vaticinan un fracaso de la convocatoria. Achacan a los sindicatos motivaciones sectoriales alejadas del interés general. “Va a ser un fracaso de seguimiento pese al intento de los sindicatos, que no tienen ninguna justificación para convocarla más allá de su necesidad de sobrevivir a la reforma laboral, es decir, a la reducción de la negociación colectiva”, augura Juan Iranzo, vicepresidente del Instituto de Estudios Económicos (IEE). Para este ejecutivo la huelga puede significar “casi el principio del fin de los sindicatos actuales”.
Jorge Otero / Público
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