Un reciente informe del Banco Mundial presenta con orgullo la reducción global de la pobreza extrema; algunos titulares que recorrieron la prensa internacional fueron: “La pobreza extrema cae a pesar de la recesión global” (New York Times) y “Por primera vez en la historia, la cantidad de gente pobre disminuye por doquier” (The Economist).
El optimismo de estos titulares es un respiro ante la avalancha de malas noticias que colman la prensa desde 2008 cuando Estados Unidos enfrentó la crisis de las hipotecas subprime; expresión que resumía el colapso del sistema de créditos levantado sobre préstamos de alto riesgo de impago.
“Nuevos cálculos revelan una caída de la pobreza extrema entre 2005 y 2010″ es el título del informe de seis páginas celebrado por los analistas económicos; sin embargo, el texto se refiere solamente a “cálculos preliminares” para 2010; así lo recuerdan los investigadores Robin Broad y John Cavanagh, autores del artículo “¿Qué nos dicen realmente las estadísticas del Banco Mundial sobre la pobreza?”.
Los datos reales utilizados van de 1981 a 2008 (justo el año de la explosión de la burbuja inmobiliaria); este corte de la muestra de investigación es capital, subrayan Broad y Carvanagh, ya que los resultados “no pueden decir nada del impacto de una recesión que comenzó en EEUU a finales de ese mismo año”.
Desde luego que hubo una reducción de la pobreza extrema, lo errado es calificar este resultado como una tendencia global. La clave, dicen Broad y Carvanagh, está en China, donde la indigencia se redujo en 662 millones de personas. Mientras tanto, en el resto del mundo, la pobreza extrema alcanzó a 13 millones de personas.
En definitiva, entre 1981 y 2008, 1.100 millones de personas vivían con menos de 1,25 dólares al día. Teniendo en cuenta la distinción entre los avances del país asiático y los retrocesos fuera de sus fronteras, los autores estadounidenses recomiendan en su artículo, no sin ironía, un sumario tentativo para las páginas de economía: “La pobreza bajó en China durante las últimas tres décadas (…) mientras aumentó en el resto del mundo”.
Otra arista que merece atención es el concepto de pobreza extrema y su vínculo con los habitantes de zonas rurales. Sí, en efecto, en esas áreas los trabajadores perciben menos de 1,25 dólares al día, pero “muchos consumen gran parte de lo que producen. También muchos viven en casas construidas por ellos mismos y dependen de medicinas tradicionales”.
En contrapartida, “millones de personas han sido expulsadas de sus tierras hacia suburbios urbanos pobres donde viven en la miseria aunque reciban varios dólares diarios”. La aclaración es necesaria: pobreza extrema y calidad de vida no son sinónimos y esta diferencia también es pasada por alto en el informe del Banco Mundial.
Auge del neoliberalismo y su correlato en la pobreza extrema
Entre 1981 y 2005 no solamente aumentó la pobreza fuera de China, sino que se consolidaron las políticas económicas que tienen como bandera: proteger a las corporaciones y favorecer la “libre” actuación del mercado.En 2008, la situación cambia para los empobrecidos países del sur (foco de la pobreza extrema global): el incremento de los precios de la materia prima y de los productos básicos deja una balanza comercial positiva para los gobiernos y las míticas deudas contraídas con el Fondo Monetario Internacional y el propio Banco Mundial se cancelan.
Pagar las deudas fue más que un logro económico; también significó poner punto y final a las políticas económicas que condicionaban los “rescates” de las instituciones financieras internacionales. Si a partir de 2005 disminuye la pobreza extrema fuera de China es, precisamente, porque los pueblos del sur ponen un alto a las “recomendaciones” del Banco Mundial.
AVN
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