Viñeta de ayer en
Recuerdo que, cuando era un crío, y no hace precisamente dos días,
tenía absolutamente idealizada la figura de determinados profesionales,
como supongo la tenía el resto de los niños que aún lo eran, pero para
mi eran superhéroes, grandes ejemplos. Los admiraba.No podía imaginar a un bombero incendiando bosques, a un médico matando heridos o a un policía tratando con violencia a un adolescente.
Tras los sucesos de Valencia me he vuelto a sentir como aquel día en que dejé de ser niño y la percepción de grandeza de la mayoría de aquellos gloriosos valientes se había desmoronado…
No encuentro explicación que justifique actuaciones violentas cuando, sea quién sea, ejerce su derecho de reunión pacífica, que se supone protegido por el artículo 21 de esa novela que es la Constitución.
Se puede retorcer el discurso, presentarlo más crudo, pero no hace falta buscar motivos para radicalizarlo, porque ese es el argumento que esgrimen enseguida los defensores de este tipo de intervenciones, el victimismo del que se dice insultado, atacado.
Policías obsesionados por una idea del “orden” distinta a la que entiende el resto de la sociecad, a los que les jode que se les hable de su corporativismo ciego, autómatas de la aplicación relativizada del procedimiento.
Trabajadores que no cuelgan nunca el uniforme para hacer un poco de sana y necesaria autocrítica. Pequeños jueces de aplicación de sentencias rápidas en modo gomazo, hostia o patada.
Esa es la imagen que dejan estas actuaciones, por mucho que intenten minimizarlas con discursos distorsionados sobre “el orden” .
Para que su violencia parezca menos “mala” apelan a otros actos heróicos del colectivo, como si aquellos sacrificios pasados hubieran otorgado autorizaciones naturales para los errores presentes.
El orden como expresión ambigua para ejercer la violencia es siempre el comodín perfecto, cuando se dice que alguien altera el orden, enseguida se intenta escenificar y describir un clima de caos irreal y si a eso se le añade que se está impidiendo “la libre circulación de ciudadanos” ya parecerá, a ojos de algunos, que el colapso es absoluto.
Ahora entiendo de dónde nació aquel recuerdo infantil con el que me vendieron la imagen del policía templado, experto negociador, con mucho mundo y recursos pacíficos para el que el palo era siempre la última opción. Personas de honor.
Esos solo salían en los tebeos y las pelis.
Vìa,fuente:
http://www.jrmora.com/blog/
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