Un complicado panorama en materia económica y de caída en el consumo interno se advierte en diciembre, que tradicionalmente es el mes de mayor derrama monetaria del año. En noviembre pasado, en el denominado Buen Fin, miles de mexicanos erogaron aguinaldos por anticipado y millones comprometieron su futuro con créditos bancarios, lo que, frente a una ausente política económica efectiva, ahondará en la depresión que azota a México, en víspera de la crisis mundial en puerta, alertan expertos
De nada sirvió el paliativo a la economía de los mexicanos que la
administración de Felipe Calderón dio mediante el llamado Buen Fin. La
iniciativa de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y
Departamentales, AC, y las cámaras empresariales con la que, de acuerdo
con Calderón, ganaría la economía nacional “porque se estimula el
mercado interno y se fortalece la confianza del consumidor”, arrojó
millones de familias endeudadas por los próximos meses en un escenario
de recesión mundial.
Con la intención de que al final del año las cifras del crecimiento
de la economía no fueran tan desfavorables –ya que el crecimiento real
será mucho menor al estimado–, el gobierno federal abrazó la
propuesta de la iniciativa privada de reactivar (en unas horas) el
consumo, a costa de las deudas que adquirieron millones de consumidores,
explica María Teresa Aguirre Covarrubias, profesora e investigadora de
la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Se creó una demanda ficticia, es decir que no existe en términos
reales por la estructura económica, para inducir al consumo a crédito,
lo que a mediano plazo será muy grave, con una recesión mundial en puerta que no solamente golpeará a los europeos, sino arrastrará la economía de Estados Unidos y por supuesto a la mexicana”.
Con más mercadotecnia que oportunidades reales para los
consumidores, del 18 al 21 de noviembre pasados, 220 mil empresas de
todos niveles participaron en El Buen Fin.
El modelo es una copia del Black Friday que una vez al año,
desde hace décadas, organizan las tiendas y centros comerciales de
Estados Unidos, que en menos de 24 horas congrega a millones de
consumidores dispuestos a liarse a golpes por obtener la última pieza de
un lote de remate.
Al Buen Fin se le dio un marcado sesgo político cuando oficialmente
se intentó proyectar la imagen de millones de mexicanos cargados de
paquetes y la sonrisa de satisfacción natural del consumismo.
La imagen fugaz de una aparente bonanza que se advierte inexistente
en un país con 52 millones de mexicanos –casi la mitad de la población–
en la pobreza extrema, y otros 40 millones en pobreza moderada, más los
pueblos enteros en la región fronteriza, abandonados a su suerte, en
los que la fuga de capital se ha generalizando, producto de la
violencia.
Buen fin… para bancos
En las áreas urbanas, incentivados por una intensa campaña de
publicidad, particularmente en los medios de comunicación electrónicos
que hicieron eco de la iniciativa presidencial, la gente se volcó a las
tiendas en búsqueda de megaofertas que no encontraron. En cambio, fueron
parte de esa imagen de aparente prosperidad a cambio de deudas a largo
plazo.
En promedio las ventas se incrementaron 35 por ciento, reportó la
Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo,
pero en su mayoría fueron con tarjeta de crédito (en algunas tiendas
hasta en un 80 por ciento), y además, compras que regularmente la gente
hace en diciembre, por lo que en las próximas semanas se evidenciará la
baja de consumo respecto a otros diciembres, y una “cuesta de enero” más
prolongada.
Hay otro factor que abonará a la baja en ventas: la mayoría de los
consumidores compró bienes duraderos: electrónicos, electrodomésticos,
cómputo, por lo que las compras se limitarán a productos perecederos.
En materia económica, el aceleramiento del consumo interno, como
oficialmente propuso el Buen Fin, podría considerarse una buena medida
ante el estancamiento que enfrenta la economía nacional, sin embargo, la
realidad mexicana puede convertir este tipo de medidas más en un
problema que un acierto. La docente Aguirre Covarrubias de la Facultad
de Posgrado de la UNAM explica que “dada la inestabilidad laboral, la
contracción del poder económico y en general, el estancamiento de la
economía donde el consumidor no tiene un poder de compra real”.
En consecuencia, para este mes comenzará a verse una cuesta de
enero adelantada. Aguirre Covarrubias añade que “aunque quizá no sea tan
visible, porque para las fiestas de diciembre de nuevo se recurrirá al
crédito o a los préstamos, pero será una cuesta que ante la insolvencia
exponencial de los mexicanos, se prolongará una buena parte de 2012”.
“El adelanto del aguinaldo a los trabajadores que laboran en el
sector público va a generar menores ingresos reales en diciembre, porque
se indujo a que la gente comprara a crédito y difiera el consumo a lo
largo del próximo año, lo que significa que el consumo va a caer durante
todo ese año”.
A 12, 18 y hasta 24 meses se ofertaron los artículos a los
consumidores, con el gancho de algunos de meses sin intereses (no
aplicable si el consumidor se atrasa un sólo día). Ante los entes
reguladores, las quejas fueron de que algunas tiendas inflaron los precios para aparentar descuentos.
Aún así la gente adquirió en su mayoría artículos que las tiendas
departamentales tenía relegados en sus inventarios, que al empresariado
le dejaron ganancias por 106 mil millones de pesos, explica Jorge Salas,
consultor y especialista en marketing y publicidad.
Pasados los días de jubilosas compras, lo que se avista para 2012
es una depresión económica más grave y un mayor desempleo en el marco de
la crisis mundial.
País del desempleo
El nivel de desempleo es uno de los indicadores de la depresión
económica. En el sexenio del autollamado “presidente del empleo”,
irónicamente, el desempleo y subempleo han alcanzado niveles récord.
La tasa de desempleo se ha mantenido por arriba del 6 por ciento de
la Población Económicamente Activa (PEA), aunque 19 entidades registran
niveles por encima de la media. Los estados del Norte son los de más
desempleo, asociado al éxodo de capitales por causa de la violencia,
otro saldo de la guerra oficial de Felipe Calderón.
Tamaulipas es el caso más elocuente: 8.81 por ciento de la PEA
quedó desempleada, después Chihuahua y el Estado de México, con 7 por
ciento, de acuerdo con cifras oficiales del Instituto Nacional de
Estadística y Geografía.
A nivel nacional, este año, casi 3 millones de personas –de la PEA–
no encontraron empleo, aunque lo buscaron activamente. El 73 por ciento
son profesionistas, el otro 27 por ciento con niveles de escolaridad
primaria y secundaria.
En sus cuentas alegres el gobierno federal presumió la
creación de 600 mil nuevos empleos en 2011. Pero, en su mayoría son
subempleos, con montos salariales muy bajos y ninguna prestación. En
condición de subempleados está el 9.3 por ciento de la PEA.
En menor escalafón le siguen los mexicanos que se emplean en el
sector informal: 13 millones 800 mil personas, sólo 1 millón menos que
los 15 que tienen un empleo formal.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico,
(organismo que encabeza José Ángel Gurría), ha destacado que el
crecimiento que registra el empleo informal refleja las limitadas
“medidas de apoyo a las personas que pierden su empleo en México”.
Estacionalmente el desempleo tiende a disminuir durante diciembre
por el mayor consumo interno en las festividades, pero este año, al
parecer el escenario será diferente.
Los economistas prevén que difícilmente se verá el flujo de
efectivo sin freno en tiendas departamentales, si acaso, los primeros
deambulares de padres de familia empeñando joyas, electrodomésticos, o
todo lo empeñable, primeros síntomas de una cuesta más prolongada.
Crisis de nuevo
Por la tendencia mundial que avista una grave crisis económica en
Europa, y Estados Unidos, el principal socio comercial de México, los
efectos se resentirán en el país con la salida de más capitales y el
quiebre de empresas que agudizarán el nivel de desempleo, explica el
economista Raúl Vargas Juárez, catedrático de la Universidad Autónoma
Metropolitana.
Dicha crisis, explica, tomará al país sin las previsiones para
enfrentarla. Muchos mexicanos que han adquirido créditos por muy
pequeños que parezcan, “enfrentarán severos problemas para liquidar sus
deudas”.
La crisis europea y la que se prevé para Estados Unidos no son
problemáticas ajenas a la situación económica de México. De hecho, en su
reciente visita al país, en noviembre, Christine Lagarde titular del
Fondo Monetario Internacional, refirió que México debía aplicar medidas y
estar muy alerta.
En cambio, lo único oficial fue El Buen Fin, programa en el que se
incentivó a la gente a comprar aunque fuera a crédito. En este sentido,
María Teresa Aguirre destaca lo erróneo y grave de dicha medida: “El
riesgo de este tipo de eventos como El Buen Fin es que endeudan a la
gente como si los salarios estuvieran creciendo para incentivar la
economía, cuando no es así. En las tiendas departamentales hasta a las
amas de casa se les está induciendo a tener crédito presentando sólo su
identificación, pero esas tarjetas son las que cobran la tasa de interés
más alto, por eso se han convertido en una de las fuentes de ganancia
financiera más altas. De manera que lo que vamos a tener a mediano plazo
son muchas familias que no podrán pagar y caerán en cartera vencida. Su
deuda se irá incrementando poco a poco cada día, pero ante una recesión
grave como la que se espera para el próximo año las deudas serán
impagables”.
La imagen de la supuesta bonanza que intentó reflejar El Buen Fin,
se difuminó con las cifras que el 29 de noviembre la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (Cepal) dio sobre el crecimiento
exponencial de la pobreza e indigencia en el país: entre 2008 y 2010, el
porcentaje de población en pobreza creció de 34.8 a 36.3 por ciento; y
el de indigencia, de 11.2 a 13.3 por ciento. El resto de los países de
la región, a excepción de Honduras, lograron aminorar el flagelo.
En el resto de la región, la pobreza disminuyó principalmente
debido al incremento en los ingresos laborales y las transferencias
públicas monetarias, mientras que México y Honduras “fueron los únicos
países con incrementos relevantes en sus porcentajes de pobreza (1.7 y
1.5 puntos porcentuales, respectivamente)”.
La fórmula fue aumentar los ingresos laborales y las transferencias
públicas hacia los sectores más vulnerables. Los gobiernos destinaron
más recursos a la seguridad y asistencia social, con lo que
privilegiaron a la población más vulnerable, lo hicieron en su país
todos los presidentes de la región, excepto Felipe Calderón y Porfirio
Lobo (en Honduras).
El Cepal asocia el incremento de la indigencia al alza de los alimentos y
la pérdida del poder adquisitivo. Y es que en México, el salario mínimo
ha tenido incrementos minúsculos frente a una exponencial inflación,
por lo que el poder adquisitivo se ha contraído dramáticamente en los
últimos años, de acuerdo con los estudios que la UNAM ha realizado al
respecto.
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