Hace casi 20 años las comunidades de la zona norte empezaron la
resistencia contra la minería de oro a cielo abierto. Empezaron a
estudiar cómo funciona esa tecnología y lo que ha pasado en otros países
donde se ha aplicado, y los impactos que podía implicar el que se
pusiera en práctica en Crucitas. Empezaron a informarse y organizarse, a
hacer marchas y enviar cartas, a buscar estrategias técnicas, legales y
de movilización para que las montañas y los bosques no se convirtieran
en cráteres y lagunas para que una empresa extranjera saque oro.
En ese tiempo han pasado muchas cosas: festivales, manifestaciones y
marchas en Costa Rica y Nicaragua, una caminata de San José a Crucitas y
otra de Crucitas a San José, un ayuno de 26 días, y pronunciamientos en
contra del proyecto por parte de movimientos sociales y de
instituciones como Municipalidades, iglesias, Universidades Públicas y
la Defensoría de los Habitantes. La SETENA rechazó y después aceptó la
viabilidad ambiental de la mina, la Sala IV anuló la concesión en el
2004, el gobierno de Abel Pacheco estableció una moratoria a la minería a
cielo abierto que sería derogada por Oscar Arias mes y medio después de
“revivir” la concesión. La Sala IV prohibió la tala de almendro
amarillo, y un mes después Oscar Arias declararía ilegalmente el
proyecto “de interés público y conveniencia nacional” para que esa
prohibición de la Sala quedara sin efecto, permitiendo la tala de más de
50 hectáreas de bosque en dos días antes de que la Sala la detuviera
nuevamente. Se presentaron recursos de amparo, la empresa empezó a
demandar a activistas que siguen con juicios abiertos por defender sus
principios, y también se aprobó la Ley 8904, que prohíbe nuevos
proyectos de minería a cielo abierto con mercurio y cianuro en Costa
Rica.
Además se presentó un juicio en el Tribunal Contencioso
Administrativo, que en noviembre de 2010 decidió que las ilegalidades
del proyecto minero eran suficientemente claras y graves como para
impedir que siguiera adelante, entre otras razones porque un cambio en
el diseño del proyecto (que había hecho la minera Infinito Gold Ltd. sin
presentar un nuevo Estudio de Impacto Ambiental), significaba un
aumento en el volumen de explotación de roca, el consumo de cianuro y el
tamaño de una laguna de relaves, incluía el uso de explosivos y
aumentaba la profundidad de los cráteres de 15 a 65 metros, aumentando
además el impacto en los acuíferos. La gente en todo el país celebró el
fallo digno y valiente del Tribunal Contencioso, mientras el
vicepresidente Piva adelantaba criterio sobre un pago millonario a la
empresa e Infinito preparaba una apelación que presentaría en enero
pasado ante la Sala I con apoyo del mismo gobierno.
El capítulo más reciente de la historia: la minera tuvo acceso a la
respuesta de su apelación antes de que fuera público el fallo del juicio
de casación. Probablemente si les hubiera sido favorable ni siquiera
nos habríamos enterado, se habrían quedado en silencio esperando la
sentencia. Pero nos enteramos porque esa sentencia iba a reiterar la
decisión del Tribunal Contencioso en contra del proyecto minero
Crucitas, y ahora Infinito trata de usar el argumento de la filtración
de información para cambiar a los magistrados que han juzgado el caso, o
llevar la discusión otra vez a la Sala IV donde han tenido resultados
más favorables, a pesar de que la Sala dijo que este es un tema de
legalidad que debe ser resuelto en los tribunales, como efectivamente
sucedió. Como dice el dicho, tras de que deben, cobran.
Por supuesto que hay que fijar responsabilidades: la de una empresa
que pretende corromper el sistema judicial costarricense para su propio
beneficio, la de funcionarios públicos que le han hecho el juego, la de
gobiernos que han puesto la ganancia privada por encima del interés
colectivo. Por supuesto que hay que fortalecer la independencia del
Poder Judicial, pero eso se logra protegiendo la autonomía y la
imparcialidad de jueces y juezas, nunca cuestionando una decisión seria y
fundamentada cuando favorece a la parte más débil.
Cuando hablamos de Crucitas, hoy ya no está en juego sólo la forma de
vida de las comunidades de la zona norte de Costa Rica, ni las
relaciones con Nicaragua, ni la protección del ambiente y el agua, ni
una vía de desarrollo sustentable frente a un modelo extractivo,
cortoplacista y depredador. Ahora está en juego la institucionalidad
costarricense, la credibilidad del sistema judicial y la esencia del
Estado Social de Derecho: el saber si nuestras leyes funcionan igual
para toda la gente, o si hay un sistema jurídico para quienes pueden
llamar por teléfono a un magistrado o un fiscal para pedirle un
empujoncito o consultar cómo va un proceso, y otro sistema jurídico para
quienes se organizan para defender sus derechos, consiguen apoyo para
desarrollar los argumentos legales y técnicos, y van a hacer fila a la
Corte para saber cómo avanza el caso. Al fin y al cabo, está en juego la
posibilidad de retorcer las reglas según el poder de quien necesita
aplicarlas, o de seguir creyendo que nuestro sistema democrático,
perfectible y todo, puede funcionar.
Vìa, fuente :
http://revista-amauta.org/2011/11/tras-de-que-deben-cobran/
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