Otra partida en el juego europeo de la soga
Desde esta semana, ni Francia
ni Alemania se libran de las presiones sobre sus deudas soberanas.
Ahora es la moneda única la que en teoría se tambalea. Este artículo
explica cómo funciona la presión de los llamados ’mercados’.
- Una mujer celebra la dimisión de Silvio Berlusconi en Roma / Luca di Ciacio.
El proceso se repite en toda la
Eurozona: tensiones en los mercados secundarios de deuda –donde los
inversores se compran y se venden
la deuda que previamente emitió un
determinado Estado–, que provocan
el aumento de la prima de riesgo
(que es la diferencia entre la cotización de un bono a diez años respecto
al bono a diez años de referencia, que
es el alemán). Con la prima de riesgo
por las nubes, las emisiones directas
de deuda pública también suben su
precio y el país castigado (en este
caso, Italia y España) debe pagar
más para financiarse.
Pero, además,
los Estados se ven obligados –la imposición externa en el caso italiano y
griego no ha sido ni siquiera disimulada– a acometer reformas para
recuperar la confianza de los mercados. Una confianza que nunca regresa
por más que se recorte el gasto público, pero cuya ausencia tampoco
provoca el hundimiento definitivo de
estos países. Y es que, como se ha dicho desde que empezaron los
problemas de deuda en la UE, la economía española e italiana tienen un tamaño que las hace irrescatables, a
diferencia de lo que pasa con los pequeños ya intervenidos (Grecia,
Irlanda y Portugal).
El beneficio para los que actúan
así es doble. Por un lado, al aumentar la prima de riesgo provocan un
aumento también de los intereses en
las subastas de deuda y logran más
rentabilidad. Y por otro, continúa la
presión que reduce el peso de lo público en la economía, dejando más
margen para la actividad privada.
Pero la ruptura total del euro no parece probable, porque en ese caso sí
que se generalizarían los impagos,
un escenario que tampoco beneficia
a los mercados. Y en ésas se mantiene el Banco Central Europeo (BCE):
se mete en los mercados a comprar
deuda de países en problemas, pero
sin la energía suficiente para ahuyentar a los especuladores.
En las últimas semanas, la deuda
española, en paralelo a la italiana, se
ha visto lanzada a un encarecimiento creciente en los mercados secundarios que parecía no tener fin. En la
semana anterior a las elecciones superó el 6,5% frente al 2% en el que,
aproximadamente, se mantiene el
bono alemán. La diferencia entre una
y otra, que en eso consiste la prima
de riesgo, se sitúa por tanto en torno
a los 450 puntos básicos. La deuda se
sitúa así al borde del abismo: cerca
del interés del 7% que se considera
insalvable y con la prima de riesgo
por encima de los 400 puntos básicos, un nivel insostenible a medio
plazo y que requerirá una rápida actuación.
La evolución de la crisis en
España durante los tres últimos
años ha dejado marcados dos puntos de inflexión en el calendario.
En mayo de 2010 la prima de riesgo se disparó y el Gobierno de
José Luis Rodríguez Zapatero actuó entonces sacando la gran tijera de los recortes: fin del cheque
bebé, congelación de las pensiones, bajada de sueldo de los funcionarios... Todo con un sólo objetivo: reducir el gasto para obtener
la confianza de que España podría
cumplir con los objetivos del déficit fijados por la UE.
El segundo golpe llegó el pasado
verano, cuando la prima de riesgo
española –al igual que la italiana–
volvió a la escalada. Se superaron de
nuevo los 400 puntos básicos y el
BCE hizo un llamamiento al orden
en ambos países: el presidente de la
entidad europea envió sendas cartas
a los Gobiernos español e italiano.
Berlusconi hizo público ese documento de cuyo contenido en España
sólo se especula, porque no se ha dado a conocer. Pero se sabe lo que
pretendía: apremiar a ambos para comprometerse a cumplir con el déficit
y,
como se hizo en España, que el objetivo de déficit público quedase fijado
constitucionalmente.
Las elecciones como ‘impasse’
En esta tercera fase, por el momento, no ha habido reacción política,
principalmente por la situación de
interinidad que suponía la inminencia de las elecciones. El Gobierno
que configure Mariano Rajoy tras la
victoria electoral del PP será el encargado de actuar. Europa lo espera,
entre otras cosas, porque da por descontado que no se cumplirán los objetivos del déficit (6% en 2011, 4,4%
en 2012 y 3% en 2013). La Comisión
Europea cree que el déficit podría alcanzar el 5,3% en 2013, más de dos
puntos porcentuales por encima del
objetivo en este último año de ajuste.
Las tijeras del PP ya están listas para
el recorte porque, como ha dicho
Rajoy una y mil veces durante la
campaña, la prioridad será “recuperar la confianza”.
El caso de Italia ha puesto de manifiesto que la voluntad de Angela
Merkel, apoyada por Sarkozy, es
que quien tenga problemas tendrá
que solucionárselos solo a base de
reducciones del déficit público con
la consiguiente reducción del gasto,
sea cual sea su nivel de crecimiento. Silvio Berlusconi, al que ni los
escándalos ni los procesos judiciales le habían provocado ni un rasguño, se ha visto apartado por su
incapacidad de llevar adelante los
recortes que le exigía Bruselas. En
su lugar se ha colocado, sin proceso
electoral alguno, un Gobierno llamado de tecnócratas, al frente del
cual se ha colocado a Mario Monti,
un economista que fue asesor de
Goldman Sachs. Se repite que es un
Gobierno interino de carácter técnico, sólo nombrado para acometer
las reformas necesarias, pero lo
cierto es que sus recetas también
son políticas: ahondan en el modelo
neoliberal de reducción del sector
público.
Ni siquiera el carácter transitorio
está del todo claro: al igual que en
Grecia, este nuevo ejecutivo ya ha
dejado caer que necesitará más plazo para lograr su objetivo. Y es que
en el país heleno también se ha ejecutado un cambio de Gobierno por
mediación europea. Primero se fijó
un plan de rescate, que se ha ido ejecutando en varios plazos. Pero la
crisis de deuda continuó y hubo de fijarse un segundo programa de
salvamento. Para llevarlo adelante y
asegurarse de que Grecia tuviera dinero para pagar a los bancos europeos
(principalmente alemanes y
franceses) se estableció una dotación de fondos de cien mil millones
(más otros 50.000 millones que aportarían voluntariamente los bancos).
Nada de todo esto ha impedido
que la crisis de deuda continúe: la
prima de riesgo sigue por las nubes
pero la cuerda no se termina de
romper. Mantenerla tensa es la mejor vía para continuar la senda de
recortes y seguir ganando con los
intereses. Es la lógica de rentabilidad máxima. La rentabilidad
privada. De la pública ya ni
las Administraciones, ahora tan
técnicas, parecen preocuparse.
Fuente, vìa:
http://diagonalperiodico.net/Otra-partida-en-el-juego-europeo.html
http://diagonalperiodico.net/Otra-partida-en-el-juego-europeo.html
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